“El ‘Homo sapiens’ genera nuevas herramientas para cavar su propia tumba”

El geólogo e investigador Matías Reolid advierte de una posible sexta extinción masiva si continúa la presión ambiental de la humanidad

“El Homo sapiens está generando nuevas herramientas para cavar su propia tumba”. Es una de las conclusiones a las que llega el geólogo e investigador de la Universidad de Jaén Matías Reolid Pérez (Granada, 1974) en su última obra, La Tierra: un lugar privilegiado para la vida (Editorial Mcgraw-Hill 2020). En este libro, Reolid detalla los factores que permiten la supervivencia en nuestro planeta, la posibilidad de habitar otros lugares del Universo y cómo la humanidad se puede convertir en el piloto de su propia desaparición. Las emisiones de gases son solo una parte de un complejo problema que la Tierra ya ha superado en el pasado, pero en otras condiciones, sin la capacidad de destrucción de nuestra especie. “No estamos ante la sexta extinción masiva, pero si seguimos así, seguramente lo estaremos”, advierte.

La materia que compone los seres vivos es, en un 99%, la combinación de seis elementos químicos comunes en el Universo y conocidos como CHONPS, los símbolos de carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, fósforo y azufre. De ellos surgen moléculas que dan lugar a seres capaces de organizarse, replicarse y adaptarse a las condiciones ambientales, de evolucionar. Y que se sepa por ahora, eso solo ha sido posible en la Tierra, un vulnerable y singular lugar en el Universo. “No sabemos con claridad cómo apareció la vida a partir de estos elementos, pero sí qué factores la promovieron y favorecen su continuidad. El equilibrio es frágil y nos lo podemos cargar todo”, afirma Reolid.

El foco está puesto en la emisión de gases de efecto invernadero y el cambio climático. Pero no es el único factor que puede abocar a una nueva extinción masiva. Reolid detalla en su libro cómo los niveles actuales de CO2 son mucho más bajos que durante prácticamente todo el Paleozoico y el Mesozoico, cuando fueron entre cinco y 25 veces superiores a los valores promedio del Cuaternario.

Durante el periodo Pérmico-Triásico se registró el denominado ciclo de la muerte, que comenzó con las emisiones de CO2 [dióxido de carbono], SO2 [dióxido de azufre], NO [óxido de nitrógeno] y otros gases que contenían cloro y flúor. “Desapareció el 90% de los organismos vivos”, destaca el investigador. “Algunos cálculos sugieren que la emisión de miles de kilómetros cúbicos al año de lava habría inyectado a la atmósfera la cantidad de CO2 comparable a la que, actualmente, emitimos los humanos en un año, pero esta erupción duró medio millón de años”, escribe Reolid.

La Tierra se sobrepuso a ese dramático cataclismo y a otros posteriores, en los que el hombre ya habitaba el planeta, como la Pequeña Edad de Hielo, durante los que se registraron crisis poblacionales, hambrunas y epidemias. ¿Qué hace la actual situación más peligrosa que otras ya acontecidas? “Esos cambios climáticos no han ocurrido nunca en paralelo con una presión ambiental tan grande como la que produce actualmente la civilización humana sobre la naturaleza, con la contaminación de suelos, cauces y mares”, responde Reolid en su obra.