Es probable que el nombre de Sir Isaac Vivian Alexander Viv Richards (Antigua, 69 años) no le diga nada, pero este deportista está considerado como uno de los mejores bateadores de críquet de la historia, fue condecorado con la Orden del Imperio Británico y es un héroe nacional en su país y en otras islas del Caribe. En todo caso, saber poco sobre críquet o sobre Richards es normal: este deporte de bates de madera y bolas macizas, que en algunas partes del mundo mueve multitudes (sobre todo en países miembros de la Commonwealth), nunca ha tenido demasiado predicamento en España.
No está claro por qué el críquet no acaba de arraigar fuera del influjo de la corona británica. Para algunos es un deporte demasiado british en su espíritu, para otros su duración –puede llegar a extenderse durante días– resulta exasperante. Incluso se ha cuestionado lo caro que es hacerse con el equipamiento necesario para jugar. Sea por uno de estos motivos o por una conjunción de varios, los españoles todavía nos sentimos fuera de lugar al enfrentarnos a este deporte, como una fiesta a la que no hemos sido invitados. Justo lo contrario a lo que nos pasa con otros deportes ingleses como el fútbol, que carece del halo de privilegio del críquet y para el que solo se necesita un campo abierto y un balón.
Pero lo cierto es que en España se conoció el críquet mucho antes que cualquier otro deporte de origen británico. Fueron los soldados ingleses que lucharon en la Guerra de la Independencia comandados por el Duque de Wellington quienes en 1809 lo practicaron por primera vez en nuestro territorio. Quizá demasiado pronto para un país más interesado en los espectáculos taurinos e inmerso en uno de los periodos más complicados de su historia. Este desconocimiento general no solo nos ha privado de saber quién es el vigente campeón mundial de críquet, también nos ha mantenido alejados de uno de los atractivos más sobresalientes de este deporte: su enorme influencia en el mundo de la moda (especialmente en la década de los ochenta) y que en la actualidad ha ganado importancia gracias al auge de otras tendencias paralelas que reivindican la ropa deportiva, como el tenniscore (la unión de prendas deportivas con otras de vestir).
Tras haber vivido durante los últimos años el reinado del athleisure (prendas de lujo y de alto rendimiento) y del gorpcore (la adopción de los códigos indumentarios del alpinismo o el senderismo), dos tendencias relacionadas con el deporte de manera directa, ahora le ha tocado el turno al tenniscore, un nuevo uniforme que no requiere llevar una raqueta bajo el brazo y que ya luce a menudo la Generación Z o posmilenial. Sin embargo, no solo el tenniscore ocupa páginas en multitud de revistas de moda y en redes sociales como Instagram o TikTok. Desde hace un tiempo, es también el estilo de los jugadores de críquet de los ochenta el que comienza a reivindicarse en marcas como Ralph Lauren, Lacoste o la estadounidense Rowing Blazers, que también coquetea con el estilo Sloane Ranger (como se denominó a los pijos británicos de los ochenta), del que Diana de Gales fue uno de sus máximos exponentes.
Esta edad dorada del estilo en el críquet durante los ochenta tuvo dos vertientes. Por un lado, muchas firmas de moda la emplearon como vehículo para las aspiraciones de prosperidad económica vinculadas a los deportes de la clase alta, y que tan buenos resultados dio a la industria de la época. En ese sentido, vestir prendas de críquet sin jugar a este deporte era un gesto aspiracional que evocaba un estilo de vida privilegiado, igual que lucir prendas de polo o camisetas con emblemas de la Ivy League. Por otro lado, jugadores de críquet nacidos lejos de las fronteras de Inglaterra trajeron nuevos patrones y tonalidades, aires nuevos, procedentes de países caribeños o asiáticos y muy alejados de la rigidez de los salones de Londres. Uno de ellos fue el propio Viv Richards, que gracias a su elegancia dentro y fuera del campo, se convirtió en todo un icono de estilo, se casó con una de las actrices más famosas de la India y tuvo una hija, Masaba Gupta, que se ha convertido en una de las diseñadoras con más proyección en su país.
El jugador de críquet Clive Hubert Lloyd fotografiado en 1969.