El año en el que todos los planes cambiaron

Las restricciones de movilidad también afectan a los grandes viajeros de nuestro tiempo. Así han rehecho su verano algunos de los autores cuyos libros nos han ayudado a conocer mundo

Cambiar de planes es un derecho y una forma de aprender en la vida. En medio de una pandemia global, supone también una obligación. Y un modo de reajuste de las rutinas. Para los grandes viajeros de nuestro tiempo, periodistas y escritores bregados en los desiertos más áridos, las montañas más escarpadas y las poblaciones más remotas del mundo, los desplazamientos de verano no siempre suponen —como para la mayor parte de los mortales— los más intensos y esperados de sus agendas anuales, pero aun así, de un modo u otro, todos han tenido que rehacer sus proyectos y adaptarse a la nueva realidad de las excursiones de cercanía. No está resultando fácil para nadie, tampoco para ellos. Con las gafas de descubridor siempre puestas, estos trotamundos españoles e internacionales —nombres como Eduardo Martínez de Pisón, Paul Theroux, Javier Reverte, Patricia Almárcegi y Lawrence Osborne— se han montado en su moto, en la bici, en el tren o incluso han salido con sus dos piernas como único medio de transporte para recorrer tierras ya vistas y lugares próximos, recuperando el gusto por algo que puede ser tan extranjero como lo conocido. Más, en un tiempo donde la posibilidad de cambiar de continente y de cultura se encontraba hasta hace nada a solo unas horas de distancia en avión. Convencidos de que el viaje lo hace el camino, abiertos siempre a la posibilidad de conocer y reinterpretar, estos exploradores abogan por que, en ocasiones, la aventura también se puede encontrar a la vuelta de la esquina.

 

Miquel Silvestre


El editor y autor de novelas de viajes y misterio Jeff Soloway, que durante años también escribió guías, ya pasó en marzo la covid. Se trató de un caso leve, y los test de anticuerpos resultaron positivos, para él y los demás adultos de su familia. “Así que nos encantaría salir con nuestros anticuerpos a la carretera”, suspira, “pero el resto del mundo comprensiblemente tiene menos ganas de recibir a estadounidenses demasiado confiados. La levedad del coronavirus en nuestro caso nos ha liberado de mucha ansiedad, pero no de la responsabilidad de evitar asustar a la gente comportándonos como unos tontos egoístas”. Su visita estival a Inglaterra e Irlanda se ha cancelado, y no cree que haya nada que vaya a poder remplazar la emoción de partir a otro país. “Viajar no consiste tanto en agrandar la mente (para eso tenemos los libros), sino en sorprenderla. Hoy en día el aburrimiento amenaza con sobrepasarnos. Todo tipo de experiencias únicas, impredecibles y memorables se han quedado perdidas en el mundo por la covid. Pero el aburrimiento también puede aclararnos el pensamiento”, considera. “En primavera, en mi país y en muchos otros, infinidad de personas se pusieron las mascarillas, salieron de sus casas y se unieron a las marchas en apoyo a las vidas negras. No todos era jóvenes y arriesgados, y muchos descubrieron más de sí mismos y de sus capacidades que si hubieran viajado al extranjero”.