Clorindo Testa, el Maradona de la arquitectura argentina

Fue un arquitecto enigmático que proyectó más de un centenar de edificios osados y novedosos, entre los que destacan, en Buenos Aires, tres obras determinantes de aire brutalista

Este mes Clorindo Testa hubiera cumplido 100 años. El arquitecto que marcó un hito en la modernidad arquitectónica de Argentina e introdujo los preceptos de Le Corbusier fue también un hombre esquivo, que prefería construir a hablar de su trabajo. Tal vez por eso su legado, menos popular que el de otros gigantes de la vanguardia latinoamericana, sigue siendo uno de los secretos mejor guardados de la arquitectura argentina moderna. Ahora, una generación de amantes de la arquitectura reivindica su obra, que sigue presente en la vida cotidiana de los miles de argentinos que transitan por sus edificios más emblemáticos.

Primera paradoja: esta leyenda de la arquitectura argentina nació en Italia. En concreto, en un pueblo vecino a Nápoles, aunque contaba con apenas cuatro meses cuando se mudó con su familia a Buenos Aires. Tras un breve periodo estudiando ingeniería naval, se decantó por ingeniería civil y la pasión por la arquitectura le hizo graduarse en 1947 por la UBA. Al año siguiente se incorporó a la oficina del Plan Regulador de Buenos Aires, dirigida por J. Ferrari Hardoy, donde trabajó como dibujante junto a Juan Kurchan, Ferrari Hardoy y a Antonio Bonet, el arquitecto catalán exiliado que desarrollaría proyectos tan emblemáticos como los Ateliers, en Buenos Aires o la Casa Berlingieni de Punta Ballena, en Uruguay, y que fue un integrante fundamental del grupo Austral, uno de los más influyentes en América Latina.


Fotografía del Banco Hipotecario de Eduardo Colombo publicada en la revista ‘Summa’ en diciembre de 1966.

Ahora ya no hay arquitecturas tan precisas. La arquitectura no puede renunciar a una sensibilidad con lo estético y lo plástico”. Testa ganó varios concursos para proyectos institucionales pero, como también afirma Gonzalez “tenía un íntimo pensamiento libertario, no le gustaba el estado ni los poderes, pero tenía una secreta resignación para trabajar con todos ellos. Su tradición era humanística, creía en la arquitectura del arquitecto social, pensaba como Niemeyer que la vida puede cambiarse según los edificios y el equipamiento humano“.

Fue el proyecto más importante en la carrera de Clorindo Testa y el que le consagró internacionalmente. Según el gran crítico William Curtis, es “una obra que lleva los elementos de la estructura, las instalaciones y la circulación hacia una plasticidad casi barroca”. 

Para Juan Pablo Negro, docente de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Nacional de Avellaneda, “es la obra más valiosa, una de las más importantes no solo de Argentina sino también de Sudamérica”. 

Proyectada junto al estudio SEPRA (Sánchez Elías, Peralta Ramos y Agostini), en ella, afirma Negro, “Clorindo desarrolla todas las virtudes y la expresividad del hormigón armado con un programa muy complejo y una estructura difícil de realizar, con pórticos de hormigón muy grandes donde cuelgan una serie losas que entre sí conforman un gran atrio cuya especialidad, en conjunto con la expresión del hormigón, logra concebir uno de los espacios más notables de la arquitectura argentina”.

Tanto en la fachada como en el interior, el Banco de Londres transmite una modernidad incontestable. 

Uno se siente muy pequeño pero también llamado e invitado por este prisma rectangular de 26 metros de altura que antecede a un interior de tres subsuelos y seis niveles superiores.