Cielos Culturales Seguros

Se debe defender la cultura del mundo de los conflictos armados

A lo largo de la historia los conflictos bélicos han destruido sociedades enteras y se han llevado consigo la riqueza cultural que las ha construido y dotado de identidad.

La destrucción sistemática de monumentos, obras de arte y sitios históricos no es un tema del pasado: en pleno siglo XXI estas prácticas no han cesado e incluso se propagan por los altos líderes mundiales.

Donald Trump, presidente de Estados Unidos, amenazó con atacar y destruir el patrimonio cultural iraní a raíz deconflicto armado que los dos países han venido entablando en los últimos meses.

Para hablar acerca del tema, se entrevistó a Jorge Sánchez Cordero (Ciudad de México, 1949), abogado, diplomático y profesor, también integrante del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos, por su siglas en inglés) y del Comité del Patrimonio Cultural. Asimismo, preside la Asociación Internacional de la Ciencia Legal Capítulo México.

 Cielos Culturales Seguros

—Es un tema muy delicado —dice Sánchez Cordero—. No sé qué tan consistente haya sido la afirmación [del presidente estadounidense Donald Trump] de que en un momento de crisis planean atacar los tesoros culturales de Irán. Es una preocupación a nivel mundial porque, desde luego, la cultura persa es una de las más importantes que ha habido en el ámbito universal. Déjame mencionarte dos datos para que dimensionemos lo que significa esa cultura: el farsi, la lengua persa, se hablaba desde Constantinopla hasta el Desierto de Gobi, pasando por la India, donde era el lenguaje que utilizaba la élite; el otro dato fundamental que revela la profundidad de esta cultura es que el Taj Mahal, uno de los enormes monumentos de la humanidad, es el espíritu y el alma de Irán encarnado en el cuerpo de la India.

—¿Por qué diría que es un tema que nos compete a todos y no sólo a Irán?

—Desde luego que la preocupación no es sólo de Irán. Por un lado, ha habido movimientos geopolíticos muy fuertes en la región que han modificado su conformación intensamente, pero el persa era lo que el francés fue en Europa durante el siglo XVIII y parte del XIX. Por otro lado, esos monumentos no pertenecen a Irán ni tampoco a Estados Unidos: son de la humanidad en su conjunto. Estamos hablando del conocimiento universal, ese es el tema. Deberíamos estar interesados en defender los intereses de la humanidad y de la historia y cultura mundiales. La necesidad de protegerlos y de coadyuvar para salvaguardarlos es inmensa.

—¿Cómo podemos protegerlos?

—Se puede hacer de muchas maneras. Hay resoluciones muy claras en torno de la destrucción sistemática y deliberada del patrimonio cultural de la humanidad, de las que ambos países [Estados Unidos e Irán] son parte, que impiden actos que incluso pueden ser calificados como vandálicos. Hay otras comisiones internacionales que están para que se respete, en un orden jurídico, estos patrimonios. Yo sí creo que la humanidad ha estado tratando de analizar de qué forma se necesita trabajar más en el ámbito de protección y salvaguarda, independientemente de lo que los órganos internacionales han hecho hasta ahora. La amenaza de Trump fue, más bien, una declaración desafortunada. Pero a raíz de esto, el suceso llama a la reflexión y a buscar mecanismos alternos de protección, no sólo de la destrucción sistemática sino de pillaje también.

—¿Me puede dar un ejemplo de una de las maneras en la que se protege el patrimonio cultural?

—Los Cielos Culturales Seguros. Es una idea que no es nueva, no es reciente, existe ya un movimiento internacional en torno de esto. Afganistán, por ejemplo, ha vivido en las últimas décadas bajo conflictos bélicos, tanto internos como externos. Obviamente su patrimonio cultural es enorme porque ahí está el centro cultural budista donde nació el budismo mahayana, el paso de Alejandro Magno, la cultura persa e hinduista. Entonces, a petición del propio gobierno, se trató de preservar el patrimonio cultural y se trasladó a Suiza. Así fue como el Museo Nacional de Kabul se mudó a Bubendorf, Suiza, al abrigo de las vicisitudes que se tenían en torno de este tema. En el momento en que el gobierno sintió que, de alguna forma, se había calmado la energía social, pidió la restitución del museo afgano en Suiza. Y así se hizo.

Sitios secretos de seguridad

—Lo mismo sucedió con el patrimonio del Museo del Prado, ¿no es así?

—Así es. A la hora de la huida de los republicanos, cuando ya iba a concluir la Guerra Civil Española, se llevaron consigo los tesoros del Prado. Con el repliego de las tropas republicanas que trataban de huir a Francia, venían los camiones cargados de pinturas y tesoros del museo. Y, aún con el conocimiento de esto último, la Legión Cóndor los empezó a bombardear. En ese momento, Manuel Azaña tuvo que tomar una decisión de Estado tremendamente difícil, una decisión que, desde mi punto de vista, es de las más complicadas que debe tomar un jefe de Estado: privilegiar la salvaguarda del patrimonio cultural por encima de la gente que huía y las tropas que se replegaban.

—¿Hay algun caso reciente de esfuerzos de preservación?

—Ha habido casos interesantes en la actualidad, sí, como la Declaración de Abu Dhabi, que es la Declaración del Legado Cultural en Riesgo en el Contexto de Conflictos Armados, elaborada en diciembre de 2016. Los Emiratos Árabes dotaron a este mecanismo de información de cien millones de dólares para poder hacer viable la protección de los bienes culturales de la región. También se me ocurre el caso de los suizos, donde el código de patrimonio cultural se ha ido modificando y en el Cantón de Zurich ya designó un sitio secreto para salvaguardar tesoros culturales. Lo mismo hizo Francia, el Museo del Louvre tiene una bodega alterna para situaciones similares.

La catástrofe y la emergencia

—¿Qué hay de México? ¿Es un país que ha hecho lo suficiente por la salvaguarda de su patrimonio?

—México no ha hecho menos. Se diseñó un mecanismo entre museos canadienses, estadounidenses y mexicanos, en lo cual redactaron unos protocolos a efecto de asegurar que nos pudiéramos convertir en el Cielo Cultural Seguro de la región, que es muy importante. La tarea de los Cielos no se da solamente durante los conflictos armados externos, sino también los internos, como lo son las guerras civiles.

—¿Cree que la lista de lo que se considera patrimonio cultural en México es justa o se debe ampliar?

—Yo creo que se ha hecho un esfuerzo importante. Hay un batallar constante para que sea ampliada la lista, pero no es fácil. Hay que llevar un protocolo, hay que elaborar de una forma sistemática, esperar propuestas, llevarlo al comité internacional del patrimonio mundial. Es un proceso que lleva su ritmo y los tiempos diplomáticos son diferentes a los tiempos políticos locales. Pero México ha hecho un buen trabajo por el patrimonio cultural tanto material como intangible. La riqueza cultural de este país es inmensa.

—¿Cómo es que un Cielo toma la decisión de recibir el patrimonio de otro país?

—Tiene dos vertientes. Unos hablan de catástrofe y otros de emergencia. La catástrofe viene porque el Estado pierde su capacidad operativa para la salvaguarda de su propio patrimonio cultural y requiere auxilio externo. La emergencia, a su vez, no se distingue por un solo suceso aislado, sino por una sucesión de eventos que conducen al Estado a solicitar la ayuda externa. En este sentido, la Declaración de Canadá, Estados Unidos y México es una alianza entre museos para poder preservar y refugiar el inventario, para hacer guardia y custodia. Y no se pueden hacer exhibiciones del patrimonio si no hay permiso del Estado que solicitó la ayuda.

 La guerra y la paz

—¿Es necesario este tipo de acuerdos en tiempos donde no hay guerra?

—Es interesante porque, en el ámbito internacional, hay comisiones en tiempos de guerra pero también en tiempos de paz. Las de guerra ven el comportamiento que tiene que observarse por parte de los Estados durante el conflicto armado. Pero no habíamos podido prosperar o avanzar en torno de la salvaguarda del patrimonio cultural que está bajo amenaza de un conflicto armado, catástrofes o emergencias. La noción de Cielos Culturales Seguros es un cimiento, quizá no sea la solución, pero es un principio.

—Dice que la idea de los Cielos no es la solución a esto, ¿cuál cree que sea el siguiente paso que se debe tomar para avanzar en el tema de la protección del patrimonio cultural?

—Yo creo que los conflictos bélicos no van a dejar de existir. Lamentablemente son parte de la naturaleza humana, hay que verlo de esa forma. Lo que tenemos que hacer es crear conciencia. Si ves en perspectiva cómo ha evolucionado el orden jurídico internacional, después de la destrucción de Europa durante la Segunda Guerra Mundial, la emergencia y la pérdida de la riqueza cultural fue catastrófico. A partir de ahí comienzan a surgir comisiones y la emergencia de una conciencia internacional por el resguardo del patrimnio cultural.

—Algo de lo que no hemos hablado es del patrimonio natural. Hay algunos países en el este de Asia, por ejemplo, donde existe una cacería furtiva tremenda de rinocerontes porque utilizan el cuerno como un componente medicinal desde hace muchos siglos. ¿Qué se puede hacer ante este tipo de cosas? ¿Cómo actuar en pro de la preservación del patrimonio cuando se trata de religión y tradiciones milenarias?

—Como bien apuntas, hay puntos de conflicto muy grandes en torno al patrimonio tanto cultural como natural. Hay un roce muy importante y hay contradicciones muy serias en el ámbito internacional. Por una parte existe el cuerpo que debe preservar la salvaguarda de los derechos humanos y, por otra, está el que preserva el patrimonio de la humanidad. Así como citas ese caso de los rinocerontes, pues es parte de la cultura y tradición de aquellas comunidades, las cuales consideran que el cuerno es un afrodisiaco. ¿Qué podemos hacer nosotros? Como mexicanos, en el ámbito internacional, defender principios. En el ámbito interno, quebrar la letargia en la que hemos estado todo este tiempo frente a la destrucción que se ha perpetrado aquí.

—¿Qué representa que una nación amenace con destruir el patrimonio cultural de un país? ¿Por qué atacar eso y no otra cosa?

—Eso viene desde los romanos. Ellos tenían, en su estrategia bélica, el objetivo de destruir el patrimonio cultural. Recordarás la destrucción del Templo de Jerusalén por parte de Tito, el general romano que a sangre y fuego llevó a cabo esa destrucción. Al hacer eso, arrancas lo que se conoce como la maná, y la maná no es otra cosa más que el espíritu. Y entonces, hay un sentimiento de derrota, un sentimiento de abatimiento.


Choque cultural entre soldado invasor y población local.