Tensión entre lugareños y sector turístico en Tulum

En el enfrentamiento más reciente, del 27 de julio, la policía se presentó con una topadora e intentó derribar algunas viviendas junto a un condominio con balcones

TULUM, México

Un frenesí por construir edificios en Tulum, un balneario del Caribe mexicano que supo ser muy tranquilo y ahora está de moda, hace que muchos empresarios planeen levantar condominios y hoteles en un barrio pobre erigido en tierras ocupadas.

Mientras que la policía trata de desalojar a los residentes para que se puedan construir grandes condominios junto a casitas de madera y cartón asfaltado, los ocupantes dicen estar hartos de los inversionistas extranjeros que no permiten a los lugareños disfrutar de su propia costa.


“Ya tenemos las denuncias de los propietarios y las órdenes de desalojo de los jueces”, declaró. “Pero cada vez que lo hemos intentado, pues inmediatamente todos se reúnen, nos cierran las vías de comunicación y se genera un problema mayor”.

Hay otros obstáculos: pilas de piedras, neumáticos y madera listos para que les prendan fuego.

Mateo Cruz, quien alquila una habitación en la que vive con sus dos hijos en la comunidad, muestra el moretón que le dejó en un muslo una granada de gas lacrimógeno tirada por un policía.

“Nos dijeron que teníamos que salir y que sacar nuestras cosas”, expresó, en alusión a los incidentes del 27 de julio. El sitio donde vive se encuentra frente a un condominio nuevo de cuatro plantas. “¿Cómo se les ocurre lanzar gas en medio de tanta gente?”, preguntó Cruz.

Montes de Oca dice que las autoridades piensan reubicar a los ocupantes.

“Vamos a ofrecerles terrenos que va a poner el estado fuera de esa zona. Los empresarios se van a encargar de poner el dinero para construir casas”, aseguró.

Pronosticó que el 70% de los ocupantes se irá voluntariamente y dijo que con el 30% restante se “aplicarán otras técnicas”.

León Méndez no quiere saber nada de ese ofrecimiento.

“No les vamos a dar el gusto de que las sigan vendiendo a extranjeros. Nos quieren mandar a 20 kilómetros (12 millas), a la montaña. Eso no se puede negociar”.

Con lo que cuestan los taxis y autobuses, pensados más que nada para los turistas, el transporte al trabajo les costaría a estos trabajadores una cuarta parte de su salario diario.

Las autoridades dicen tener otra preocupación.

La venta callejera de drogas está detrás de la muerte de varias personas en el asentamiento 2 de Octubre. Y en el resto de Tulum. En octubre, dos turistas, incluido un bloguero de California nacido en la India y un alemán, fallecieron al ser alcanzados por un fuego cruzado en un restaurante en la calle principal de Tulum.

Lucio Hernández, jefe de la policía estatal, dice que cámaras de seguridad detectaron que muchos traficantes se refugian en el asentamiento.

Un líder de los ocupantes, Rafael Hernández Juárez, admite que aumentan la violencia, las ventas de drogas y los asesinatos. Afirma que tratan de evitar a los traficantes, pero que denunciarlos podría ser riesgoso.

“Yo ya no me meto. La gente es más violenta ahora. No denuncio. Mejor no saber nada”.

Víctor Reyes, un residente de Tulum que trabaja en el sector inmobiliario, calcula que el 70% de las compras de condominios son de empresas extranjeras y que cobran en dólares “porque tienen que recuperar sus inversiones en dólares”.

Se hace eco de las sospechas de algunos acerca de los ocupantes de terrenos.

“Las organizaciones se volvieron una mafia. Lo lograron en Cancún, en Playa del Carmen, y ahora llegaron a Tulum”, manifestó. Agregó que movilizan a la gente “y usan a las mujeres y los niños como carne de cañón”.

Los “paracaidistas”, sostuvo, “se sacaron la lotería” al instalarse en terrenos tan valiosos.

Los ocupantes, que generalmente apoyan al Partido Morena del presidente Andrés Manuel López Obrador, efectivamente, consideran sus humildes moradas como haberse sacado la lotería.

Muchos agregaron habitaciones y alquilan sus construcciones originales a otros mexicanos. Algunos vendieron sus lotes de 10 x 20 metros por entre 8.000 y 12.000 dólares. Pareciera que todos usan cualquier dinero que obtienen para agregar habitaciones, a veces de madera, a veces de ladrillo.

Pero ninguno cuenta con agua corriente ni con conexiones con desagües, a pesar de que los condominios construidos en el mismo sector sí los tienen. Algunos condominios tienen incluso piscinas.

Los ocupantes usan conexiones eléctricas ilegales y pozos y primitivos tanques sépticos instalados taladrando un suelo rocoso, una combinación bastante problemática.

Por más que vivan en terrenos muy cotizados, la vida es una batalla diaria para los ocupantes.

Lenín Solís Vega, obrero de la construcción, está levantando su propia casa un bloque de cemento a la vez. Fue desalojado en dos ocasiones de lotes del asentamiento, uno de ellos a 20 metros del que ocupa actualmente y donde se planea construir un condominio.

“Ahora dicen que nos quieren sacar, que por qué construimos. Somos mexicanos y nos quieren sacar de aquí, a nosotros que no tenemos nada”, manifestó.

Algunos ocupantes sacan provecho de sus vecinos más pudientes, que les compran comidas baratas.

Lorena, oriunda del estado de Campeche, se pasó años cocinando para turistas en hoteles y restaurantes en los que se le prohibía hablar en su lengua natal maya. Pidió que no se usase su apellido por temor a meterse en líos con las autoridades.

Desde que construyó su casa con madera y lona --con árboles que plantó ella misma y un estanque con peces dorados--, se mantiene vendiendo comida en un puesto frente a su casa.

Aprendió incluso a recitar su menú en inglés. A los turistas de los condominios que pasan por allí les ofrece empanadas de “beef, chicken, pork”.

“Todos los empresarios son bienvenidos”, dijo Lorena. “Pero no nos pueden discriminar ni hacernos menos porque somos humildes, no pobres”.