La sangre jalona los días en Sinaloa, descripción útil para casi cualquiera de las últimas 60 semanas, año y apéndice en que el Estado, y particularmente su capital, Culiacán, han vivido en guerra.
La batalla entre facciones del Cartel del Pacífico arrecia por oleadas, como la de la última semana, que dejó casi medio centenar de asesinatos, situación difícil de interpretar.
A veces, balaceras, ataques y persecuciones se dan en la parte alta de Culiacán, a veces, en las zonas sureñas. Otras ocurren en municipios algo más al sur o al norte, caso de Navolato y otras más, raras, en Guasave o Los Mochis, ya camino de Sonora.
“Es la limpia de lo que queda”, dice un agente de las corporaciones de seguridad desplegadas en la capital, con años de experiencia en la zona.
¿Qué ocurrió?Cuando dice lo que queda, el agente se refiere a una de las facciones en pugna, conocida como Los Chapitos, que agrupa a los hijos todavía libres del viejo capo del narcotráfico local, Joaquín El Chapo Guzmán, y sus seguidores, diezmados seriamente en los últimos meses.
La semana pasada, el Gabinete de Seguridad federal, que dirige el secretario del ramo, Omar García Harfuch, anunciaba la detención de seis integrantes de esta organización, tras un enfrentamiento en Culiacán, algunos de ellos capturados en meses recientes, pero liberados después.
Las autoridades informaron además de la muerte del presunto líder de este grupo, Ezequiel Rubio, alias Morral, que habría caído en el enfrentamiento.
Morral y alguno de los detenidos habrían sido parte de la red criminal que comandaba José Ángel Canobbio, alias Güerito, una de las patas principales de Los Chapitos, conocida como Los Chimales, protagonista de una innumerable cantidad de corridos y pretendidas hazañas criminales.
La Fiscalía local eleva la cifra de desaparecidos en varios cientos, diferencia difícil de explicar. El reclutamiento forzado de los grupos en pugna, Los Chapitos, por un lado, y los hijos de otro de los viejos capos de la región, Ismael El Mayo Zambada, por otro, ilumina en parte esta estadística.
- El ocultamiento de los cadáveres de los enemigos, víctimas de la guerra, completa la imagen.
La desaparición a principios de octubre de un joven de Durango, en un bar del puerto de Mazatlán, propiedad del secretario de Economía estatal, Ricardo Velarde, catalizó la protesta del fin de semana.
La historia es la misma de tantas veces. El 5 de octubre, Carlos Emilio Galván, de 21 años, estaba en un local turístico del puerto, con sus primas. Era ya de madrugada. El muchacho, cocinero titulado, se levantó al baño y ya no volvió. El escándalo creció, más cuando se supo quién era el dueño del local.
El negocio ha dicho que ha entregado vídeos y demás información a la Fiscalía, pero de momento, el joven sigue ausente. Velarde renunció al cargo y la tonelada de eventos violentos ocurridos posteriormente amenazan con sepultar el caso.
¿Cuál es el contexto general?Poco se sabe del futuro de la batalla criminal en el estado, más allá de las elucubraciones en redes sociales, información enraizada muchas veces en la propaganda. Pioneros de la desinformación en internet en contextos criminales, Chapitos y Mayos han creado canales y cuentas en diferentes autopistas virtuales, para informar de sus presuntos avances, alianzas y victorias, información que a veces trufan con vídeos de asesinatos, de lanzamientos de explosivos o de simples patrullajes al ritmo de populares corridos. La duda es por qué hay semanas menos violentas que otras, por qué a veces parece que algunos puntos de la geografía se calman, para luego volver a prenderse.
“Lo que pasa es que lo hacen por etapas”, explica el agente de arriba. “Matan a unos cuantos, muchos entonces se esconden y se pelan [huyen], y los otros tardan tres o cuatro semanas y los vuelven a ubicar. Es la caza de los del sombrero contra los otros”, asegura. Los del sombrero es un modo de referirse a la facción de los hijos del Mayo Zambada, comandada presuntamente con Ismael Zambada Sicairos, alias Mayito Flaco. Según el agente, Sicairos ha logrado el apoyo de barones importantes del crimen local, ninguno tan fuerte como Fausto Isidro, alias Chapo, que tiene su feudo en Guasave, y que habría aprovechado estos meses de guerra para expandirse hacia la sierra y hacia el sur, camino de Culiacán.