Se enamoró de Rusia, del idioma, de la gente y fue arrestado

El celular dejó de sonar. La última vez que el personal de The Wall Street Journal supo de Evan Gershkovich fue el 29 de marzo pasado, poco antes de las 16:00 horas, cuando llegó a la ciudad rusa de Ekaterimburgo

  • Nueva York, Estados Unidos

Era el segundo viaje del corresponsal estadounidense en Rusia a los Montes Urales en un mes.

 Poco antes de comer, un colega le envió un mensaje de texto: "Hola amigo, buena suerte hoy".

 "Gracias, hermano", respondió Gershkovich, según apunta un artículo sobre el corresponsal que publicó el Journal. "Ya te contaré cómo me va".

 Horas más tarde, la redacción del Journal se esforzaba por localizar a sus contactos en Ekaterimburgo, Moscú y Washington. Un mensaje poco preciso en el servicio de mensajería Telegram decía que agentes de seguridad habían encapuchado y apresado a un individuo que se encontraba comiendo en Ekaterimburgo.

 A las 10:35 horas del jueves, hora de Moscú, una noticia de la Agencia Estatal Rusa de Noticias sugirió que Gershkovich había sido detenido y acusado de espionaje por el Servicio Federal de Seguridad, sucesor del KGB.

 Era la primera vez que Rusia presentaba un caso de espionaje contra un periodista extranjero desde la Guerra Fría.

 Gershkovich, estadounidense de 31 años, es hijo de judíos nacidos en la Unión Soviética y exiliados en Nueva Jersey. Se enamoró de Rusia, de su idioma, de la gente con la que charlaba por horas en las capitales de la región, de las bandas punk que solía disfrutar en los bares de Moscú. Ahora, los cargos de espionaje lo enfrentan a una posible pena de prisión de hasta 20 años.

 Su jefe, sus colegas y el Gobierno de Biden rechazan la afirmación del Kremlin de que espiaba para Estados Unidos y piden su liberación inmediata.

 Los diplomáticos y juristas ven pocas esperanzas de que Gershkovich, acreditado por el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, sea liberado inmediatamente, ya que los juicios por espionaje en Rusia se llevan a cabo en secreto y casi siempre terminan en condena.

 El corresponsal del Journal llegó a territorio ruso hace cinco años y medio, cuando, apunta el diario estadounidense, las libertades de los medios de comunicación empezaban a desaparecer.

 "Pasaba fines de semana conversando sobre música, política y noticias en el sauna, y siempre estaba dispuesto a ayudar a periodistas de la competencia. Sus amigos rusos no lo conocían como Evan, sino como Vanya", indica el periódico.

 Gershkovich se ganó la confianza de estudiantes de medicina de primer año que, sentados junto a él en las salas de emergencia de Covid-19, le revelaban que habían sido reclutados para tratar casos de coronavirus aunque sólo tenían semanas de formación académica.

 "Solo quiero contar bien la historia", les decía a sus amigos.

 Ahora, el corresponsal del Journal podría verse atrapado en una estrategia geopolítica: intercambio de presos.

 En diciembre, Estados Unidos liberó al traficante de armas ruso convicto Viktor Bout a cambio de la estrella del baloncesto femenino estadounidense Brittney Griner, a quien las autoridades rusas habían detenido en los días previos a la invasión de Ucrania en febrero de 2022.

 "El encarcelamiento de Gershkovich pone en tela de juicio la idea de que los reporteros, autores e investigadores estadounidenses puedan trabajar en Rusia para informar sobre este vasto y complicado país y su creciente conflicto con Occidente. Casi todos los periodistas occidentales ya se han retirado de Rusia, y la detención de Gershkovich aceleró el éxodo", apuntó el Journal.

 Ante el arresto de su corresponsal, el diario estadounidense retiró a su jefe de la oficina de Moscú, que informaba desde los últimos años de la Guerra Fría.

 Gershkovich está detenido en la prisión Lefortovo del FSB, donde Rusia retiene a la mayoría de los sospechosos de espionaje.

Encanto único 

 La fascinación de Gershkovich por Rusia se remonta a su niñez, según el Journal, cuando en su casa de Nueva York y Nueva Jersey hablaba en ruso.

 Cuando su madre, Ella, tenía 22 años, huyó de la Unión Soviética utilizando documentos israelíes. Fue llevada al otro lado de la Cortina de Hierro por su propia madre, una enfermera ucraniana y superviviente del Holocausto.

 El padre del Gershkovich, Mikhail, abandonó la Unión Soviética en la misma oleada migratoria judía.

 Sus papás se conocieron en Detroit y se trasladaron a Nueva Jersey, donde crecieron Evan y su hermana mayor, Dusya.

 Gershkovich ha contado las supersticiones rusas que su madre practicaba en casa: como no silbar o abrir paraguas en interiores y no poner llaves o carteras sobre la mesa.

 En 2018 escribió sobre ver "Nu, pogodi!", un dibujo animado soviético sobre un lobo y una liebre, en lugar de "Hey Arnold!", y sobre hablar ruso en lugar de inglés.

 "Aquella vida rusa era sólo una réplica, pero me aferraba a ella con desesperación", afirmó Gershkovich.

 Gershkovich se graduó en Bowdoin, una universidad de artes liberales de Maine, en 2014, y se mudó a Nueva York para iniciarse en el periodismo.

 Para pagar su deuda estudiantil, trabajaba como cocinero para una empresa de catering.

 En 2016, fue contratado por The New York Times como asistente, un trabajo soñado para todo debutante.

 Un día, un empleado del Times le preguntó por qué no utilizaba sus conocimientos de ruso para descifrar uno de los temas más difíciles del mundo.

 Gershkovich dudó, temeroso de dejar un trabajo en la sede de The New York Times, pero luego fue tras su aventura.

 Una nueva vida

 Al llegar a Rusia, se incorporó al Moscow Times, un periódico en lengua inglesa que, aunque con dificultades, había sido durante mucho tiempo un campo de entrenamiento para algunos de los corresponsales más destacados.

 "Amaba Rusia y quería informar desde aquí", dijo Pjotr Sauer, un colega que ahora trabaja en The Guardian. La mamá de Gershkovich dijo que este periodo hizo que su hijo se interesara aún más por sus raíces rusas y judías.

 Un día, décadas después de la caída del comunismo, lo llevó a un edificio que a ella le había dado miedo visitar de adolescente: una sinagoga. Le habían dicho que cualquiera que entrara en ella sería fotografiado y detenido por el servicio secreto.

 "Fue entonces cuando Evan empezó a entendernos mejor", apuntó. El padre y la hermana de Gershkovich visitaron Moscú más tarde, y juntos fueron al nuevo Museo Judío.

 Gershkovich ganó premios por su trabajo en el Moscow Times, y luego pasó a la Agence France-Presse.

 En el departamento que compartía con sus compañeros de piso rusos, ponía a todo volumen canciones de rock ruso de los años 90.

 A finales de 2021, Gershkovich se postuló para un puesto en el Journal. Fue contratado en enero de 2022.

 "Un mes después, Rusia invadió Ucrania y Gershkovich viajó a la frontera entre Bielorrusia y Ucrania, lo cual lo convirtió en el único reportero estadounidense que pudo ver cómo volvían a casa los primeros heridos de las fuerzas rusas", señaló el diario estadounidense.

Terremoto 

 Su Moscú adoptivo empezaba a llenarse de miedo y paranoia. "Informar sobre Rusia ahora también implica ver cómo encierran durante años a gente que conoces", tuiteó Gershkovich en julio.

 Sus visitas periódicas a la sauna moscovita reflejaban el estado de ánimo cada vez más sombrío del país. Un día, a finales de 2022, otro bañista lo oyó hablar en inglés y le dijo: "Ya deja de hablar ese p- idioma".

 Gershkovich lo pensó por un minuto y luego, en ruso, contestó: "Este es un país multilingüe". El otro hombre hizo una pausa y luego respondió: "Pero el inglés no es uno de ellos".

 Moscú, pensaba, se parecía cada vez más a la Rusia caótica y plagada de delincuencia de la década de 1990.

 Discutía con colegas y amigos hasta altas horas de la noche sobre cómo cubrir un país en guerra con su vecino al oeste. Consideró la posibilidad de informar sobre la utilización por parte de Rusia de prisioneros estadounidenses como moneda de cambio.

 "En una de sus misiones, Gershkovich fue seguido por varios agentes de seguridad rusos, algunos de los cuales grabaron sus movimientos con una cámara y presionaron a las fuentes para que no hablaran con él. Supuso que su teléfono estaba vigilado", denuncia el Journal en el artículo.

 "En otro viaje, fue seguido hasta la región occidental de Pskov y filmado por hombres no identificados".

 El 29 de marzo, cuando viajó a Ekaterimburgo, el teléfono de Gershkovich, como el de muchos corresponsales extranjeros del Journal, tenía una aplicación de seguimiento por GPS que permitía a sus colegas ver sus movimientos.

 "Llegué, fuera del aeropuerto", escribió a las 13:59 horas.

 Thomas Grove, reportero del Journal especializado en Rusia desde hace tiempo y que ahora cubre Polonia, se dirigía a una cena en Varsovia cuando se dio cuenta de que Evan llevaba horas sin enviarle un mensaje de texto.

 A las 19:12 horas, envió un mensaje a un responsable de seguridad del Journal: "¿Te has puesto en contacto con Evan?" "Estoy en ello", le respondió. "Su teléfono está apagado".

 La mañana siguiente, los medios rusos lograron captar cómo escoltaban a Gershkovich por una escalera, con la cabeza cubierta con una capucha.