WASHINGTON, DC
El primer choque de puños parece ya muy lejano.
Tres años después del rápido saludo de Joe Biden al príncipe heredero Mohammed bin Salman, Donald Trump gozó de una extravagante bienvenida real el martes al llegar a Arabia Saudí.
Las preocupaciones sobre los derechos humanos y los combustibles fósiles en la autocracia, rica en petróleo, no formaban parte del programa. En cambio, durante el día se establecerían acuerdos y se celebraría una relación personal que ha persistido, a pesar de los escándalos y el caos político.
“Realmente pienso que nos agradamos mucho el uno al otro”, dijo Trump, mientras ambos se sentaban en sillas doradas bajo elaborados candeleros en el palacio real. En su discurso, pronunciado más tarde, el presidente estadounidense describió al príncipe Mohammed como “un hombre increíble” y como “mi amigo”,
Resultó claro que el sentimiento es mutuo. El príncipe heredero se dirigió a su invitado como “Mi querido presidente Trump”, y los saudíes tocaron los himnos de campaña del republicano, “God Bless the U.S.A.” y “YMCA”, durante su aparición en un foro de inversión.
Para el mandatario estadounidense, la visita fue un regreso al escenario internacional tras su victoria en la elección del año pasado. Aunque asistió recientemente al funeral del papa Francisco en Roma, Arabia Saudí estaba prevista originalmente como su primer destino internacional, igual que en su primer mandato. Sirvió como un dorado debut para una política exterior centrada en garantizar infusiones de dinero para las empresas estadounidenses.
Trump agitó el puño al bajar del Air Force One, y descendió por la escalera para darle la mano al príncipe Mohammed, quien saludó a su amigo en la pista, en una infrecuente muestra de respeto.
El príncipe heredero, que es del gobernante de facto de Arabia Saudí, se ha mostrado ansioso por rehabilitar su imagen global tras el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, después de que las autoridades de inteligencia estadounidenses lo acusaran de ordenarlo. También busca un renacimiento económico para el reino, con el objetivo de reducir su dependencia de los combustibles fósiles, y la ocasión fue una oportunidad para demostrar que las puertas para la inversión estaban abiertas de nuevo.
La lista de invitados al elaborado almuerzo estaba llena de ejecutivos corporativos, entre los que estaban Ruth Porat de Google, Stephen Schwarzman del Blackstone Group, Jane Fraser de Citicorp, Alex Karp de Palantir, y Jensen Huang de NVIDIA. También asistió Elon Musk, la persona más rica del mundo y asesor de alto nivel de Trump.
Mientras el Air Force One se acercaba a Riad, pilotos saudíes a bordo de seis aviones de combate F-15 de fabricación estadounidense escoltaban la aeronave. Tras una ceremonia tradicional de café en la terminal real del aeropuerto, la limosina de Trump fue escoltada por jinetes que montaban caballos árabes blancos con las banderas estadounidense y saudí. La guardia de honor se alineó, portando espadas doradas.
(La visita no incluyó el orbe, una esfera brillante un poco más grande que una pelota de bolos, junto a la que Trump posó famosamente durante su primer viaje a Riad en su primer mandato).
El mandatario republicano ha minimizado las alianzas tradicionales de Estados Unidos con Europa, y ha expresado frecuentemente su exasperación con los socios comerciales y de defensa del país. Pero en Riad no mostró tales dudas y dijo que la relación entre Estados Unidos y Arabia Saudí “ha sido una piedra angular para la seguridad y la prosperidad”.