(Tercera parte)
Algunos documentos del Archivo Municipal de Reynosa, redactados durante las dos últimas décadas del siglo XIX, muestran la presencia en la frontera de tres tipos de “gavilleros”. Estos eran perseguidos por las autoridades locales, rurales, gendarmes fiscales de la aduana, soldados federales y auxiliares. Unos de estos grupos de “gavilleros” pueden ser clasificados como insurrectos o mencionados como revolucionarios. Un ejemplo de revolucionarios eran la gente de Catarino Garza, los de su antecesor Ignacio Martínez o los de Ruiz Sandoval a principios de la última década del siglo XIX. Todos ellos se oponían al gobierno de don Porfirio Díaz por convicción, y generalmente cruzaban el río Bravo desde el lado americano en sus andanzas.
En 1888, Vicente Lira Fernández fue uno de los primeros en ser perseguido como sedicioso dentro de la jurisdicción de Reynosa.
Él pertenecía al Partido Independiente, decía tener más de seiscientos adeptos. Durante las elecciones de ese año de 1888, el grupo se oponía a la autoridad local en Reynosa, quien había nombrado ilegalmente como alcalde a Juan Domínguez, a un síndico, a un juez suplente y a dos regidores para que dirigieran a la villa. Uno de los regidores se decía que era un ciudadano americano.
Un segundo grupo de “gavilleros” eran los matones, pendencieros, salteadores, quienes eran conocidos simplemente como “bandidos”. Las gavillas más importantes fueron las de Mauricio Cruz y la de Juan Rodríguez, alias el Coyote. La primera fue abatida por las tropas federales en un punto conocido como la Tinaja en octubre de 1886. En ella participaron tropas de Nuevo León y Tamaulipas, en donde se encontraban 190 soldados al mando de Nieves Hernández y Regino Gutiérrez.
Un joven de 23 años de edad mencionado como Teodoro Devora, jornalero y sirviente de la estancia Ojo de Agua, se entregó después de la trifulca, al Juez de la Sección 14 de la jurisdicción de Reynosa. Éste narró que había sido reclutado por la gavilla de Mauricio Cruz contra su voluntad, junto con todos los hombres de esa estancia de Burgos. En este grupo venían muchos rancheros a la fuerza de varias haciendas de Nuevo León y Tamaulipas que se entregaron a las autoridades, incluyendo algunos reos que sacó Cruz de la prisión de Montemorelos. Los rancheros fueron regresados a sus lugares de origen, mientras que los reos regresaron por sí solos a su prisión.
El tercer grupo era el de los contrabandistas, la gavilla más temida fue la de Mariano Reséndez Garza. Éste se había enfrentado a las fuerzas federales meses antes de su captura, en noviembre de 1887. El general Bernardo Reyes veía que la única forma de aprehenderlo era en su casa en El Charco Escondido.
LOS UNIFORMADOS
Aunque unidos hasta cierto punto, existía mucho recelo entre las fuerzas del gobierno de Nuevo León con las de Tamaulipas. En Monterrey el general Bernardo Reyes, incondicional del presidente Porfirio Díaz, no confiaba en el gobernador Alejandro Prieto de Tamaulipas y menos en sus subalternos. Reyes decía que el general Francisco Estrada era como los generales Gerónimo Treviño y Francisco Naranjo, lo principales líderes regionales opositores al gobierno de Díaz en Nuevo León. El general Reyes decía que los coroneles Nieves Hernández y Jesús Alegría apoyaban a bandoleros y contrabandistas en Tamaulipas, ambos coroneles era amigos del general Estrada, quien tenía gran influencia con el gobernador de ese estado, Alejandro Prieto. El coronel Nieves Hernández se le asociaba con contrabandistas, entre los cuales estaba Mariano Reséndez.
Entre los aliados de Reyes y del presidente Díaz estaba el general Eulalio Vela, quien los mantenía informados a través de telegramas y correspondencia sobre las insurrecciones, bandolerismo y contrabando en Tamaulipas. Otro fue el Jefe de la 1ª Zona de la Gendarmería Fiscal, Pedro Martínez. Este personaje, nativo de Galeana, Nuevo León, peleó en uno de los acontecimientos bélicos más singulares en los anales de la historia del municipio de Reynosa. Eso había pasado en El Charco Escondido, hoy Congregación Garza, contra los Generales Treviño y Naranjo en 1870.
Esos eventos quedaron plasmados en las “Memorias” de don Ireneo Paz, abuelo del Premio Novel, Octavio Paz. El general Bernardo Reyes incorporó dentro de la Gendarmería algunos reconocidos contrabandistas a cambio de amnistía, como fue el notorio Indalecio Sada, cuyas aportaciones consiguieron acciones positivas en contra de todo tipo de gavillas, cuyos integrantes eran aprehendidos y fusilados a lo largo de la frontera sin ninguna formalidad o miramiento.
LA CAPTURA
Cuenta la historia oral, que unos días antes de la captura de Mariano Reséndez, los gendarmes se habían enfrentado con su gavilla logrando matar a dos de sus cuñados de apellido Meléndez, como lo dice su corrido:
De Santa Cruz para abajo
de Santa Rita p´arriba
pelearon fuertes combates
don Mariano y su partida.
De Santa Cruz para abajo
murieron los dos Meléndez
por defender las indianas
de don Mariano Reséndez.
El lugar del enfrentamiento fue en el Sendero Nacional que comenzaba en Matamoros, entre los ranchos Santa Rita y Santa Cruz. Más o menos a mitad de camino antes de llegar a El Charco Escondido se encontraba Santa Rita, mientras que Santa Cruz todavía existe al oriente no muy lejos de la carretera a San Fernando y de El Charco Escondido.
Mariano estaba casado con Concepción Meléndez Recio y en octubre, un poco más de un mes de su captura, tuvieron a su tercer hijo. Tal vez esa era la razón por lo que insistía el general Bernardo Reyes en capturarlo en su rancho. Los movimientos de Mariano eran meticulosamente monitoreados por el gobierno de Díaz.
La tradición local cuenta que llegó un grupo de militares sitiando la casa de Mariano en El Charco, un lunes por la noche. Le llamaron al encargado de la comunidad, Prudencio Garza, para que hablara con él y se entregara. Mariano negoció rendirse ante el coronel Nieves Hernández, quien tenía su destacamento en el rancho la Coma. Éste probablemente sea el rancho en las inmediaciones de la Sierrita, al sur de la carretera Reynosa Monterrey, en el Municipio de General Bravo.
Según el corrido cuenta los siguientes versos:
En su rancho, que era el Charco,
día martes desgraciado,
no pudo el hombre salvarse
porque amaneció sitiado.
Fueron a romper las puertas
cuando llegó el otro hermano,
con ansias preguntaban:
- ¿Dónde se halla Mariano?
Don José María Reséndez,
Su contestación fue buena:
-Señores, yo no sé nada,
yo vengo de Santa Elena.
El teniente coronel Nieves Hernández estaba encargado de la plaza de Reynosa y obviamente existía cierta confianza entre ellos. Según la información enviada por el general Bernardo Reyes al presidente Porfirio Díaz la captura se llevó acabo el 23 de noviembre de 1887 por el general Eulalio Vela, o sea hasta el día miércoles. Inmediatamente se le trasladó a Matamoros, muy probable que haya sido por el mismo Sendero Nacional. Otra versión nos la brinda el primer Cronista de Reynosa, don Donato Palacios, quién narra que fue trasladado a Reynosa, antes de ser conducido hacia Monterrey.
Don Donato Palacios relata en sus apuntes personales que el hermano, José María Reséndez Garza, fue un destacado y próspero ganadero de la villa de Reynosa, quien tenía millares de cabezas de ganado principalmente en su rancho “Santa Elena,” al sur del municipio. El cronista explica que fue parte del grupo político que gobernó la villa de Reynosa durante los años del porfiriato, siendo Alcalde Primero Constitucional en 1902, además de ocupar otros puestos públicos.
Aunque según un documento del Archivo Histórico de Reynosa, elaborado durante los años de la revolución en 1914, en realidad lo sitúa más tarde como Presidente Municipal, en 1904. Los hijos de José María, narra el Cronista, realizaron sus estudios en la ciudad de Nueva Orleans.
Don Donato Palacios comenta que Mariano Reséndez Garza se dedicó por varios años a introducir al interior del país mercancías extranjeras en grandes cantidades. “La empresa estaba bien organizada, ya que tenía un grupo de hombres armados para proteger los cargamentos que eran conducidos fuera de los caminos usuales; además que era dadivoso con algunos jefes de la Acordada, que pudieran atacar sus convoyes.”
En el próximo artículo contaremos como este contrabandista del siglo XIX fue conducido prisionero y ejecutado al cruzar la línea divisoria entre los Estados de Tamaulipas y Nuevo León, donde se encuentran sepultados sus restos.
Fragmento de mapa de 1881, donde se muestra los ranchos Santa Rita, Santa Cruz y el Charco Escondido por el Sendero Nacional.