Cronista Municipal de Reynosa
El Ayala, es uno de estos sitios arqueológicos, que fue encontrado al suroeste del actual aeropuerto de McAllen, Texas, en 1944. Otros como el Floyd Morris en el Condado de Cameron y el cementerio de la Isleta Sureña en la Presa Falcón, nos muestran las prácticas mortuorias de los grupos étnicos en la parte baja del río Bravo por casi 3000 años.
Durante la época colonial en México, las enseñanzas de la doctrina católica inculcaban que la vida era un lugar de tránsito y la muerte era la necesaria purificación, por esto el lugar de entierro tenía una consideración especial. La población novohispana utilizaba el interior y el atrio (patio) de las iglesias como lugar propio para esperar el juicio y la resurrección de los cuerpos. En la iglesia de Reynosa no fue la excepción.
Desde el 25 de agosto de 1802 fue recomendado por autoridades del virreinato incluir un solar para la Iglesia dentro de la traza del entonces recién trasladada Reynosa a las Lomas de San Antonio, bajo los reglamentos en Recopilación de Leyes de las Indias. Se tiene conocimiento de por lo menos dos construcciones de bajareque y techo de paja que existieron en este solar que funcionaron como templos, antes de la terminación de la primera etapa del edificio de cal y canto que se proyectó desde 1810. Previo a la conclusión de la fase primaria del primer templo, también se rentó un local fuera de este sitio para oficiar misa. En diciembre de 1835 se terminó e inauguró la primera construcción formal de cal y canto del antiguo templo de Nuestra Señora de Guadalupe.
El hallazgo del primer cementerio de 1802 a 1833
Esta primera iglesia de materiales sólidos sería derruida a principios de los años de 1950, para dar paso a la construcción del moderno templo Guadalupano al este de la actual plaza Hidalgo. En sus publicaciones el primer cronista de Reynosa, don Donato Palacios, nos cuenta del hallazgo de “los restos de unas veinte personas cuando se hicieron las excavaciones en el año de 1947, para la cimentación de la que habría de ser la nueva edificación de la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe.” Estas profundas excavaciones para las bases del nuevo templo se hicieron por el costado norte de la antigua parroquia antes de ser derribado el edificio original.
El primer cronista de Reynosa nos narra que “este hallazgo de restos humanos causó alarma en ciertas personas y hasta se llegó a pensar en olvidados sucesos anómalos; el párroco de la Iglesia en esas fechas, el señor presbítero y licenciado don Antonio Mares Torres comunicó a las autoridades en forma oficial sobre los hechos.” Esto localizaba el lugar donde los reynosenses sepultaron a sus primeros fallecidos en la nueva villa, en las lomas de San Antonio. Pues en la antigua villa, que se ubicó a 22 kilómetros río arriba (la actual Reynosa Díaz), probablemente enterraron a sus muertos: primero en el atrio del jacal que sirvió de Iglesia a la misión San Joaquín del Monte, a tres kilómetros río arriba de esa primera villa, y después en las inmediaciones de la construcción de adobe que sirvió de iglesia dentro de ese primer asentamiento.
El edificio más antiguo que permanece en pie en la ciudad de Reynosa es la torre del campanario de la iglesia, que fue construida en diferentes etapas. La primera fue terminada en 1835 junto con la nave de la iglesia, después se le agregó otro cuerpo en 1863 cuando se celebraron festividades durante ocho días. Fue concluida en su totalidad hasta1898. En esta última fase se le preparó la parte superior para albergar un reloj, que había sido donado por la ciudad de Matamoros, en tiempos del Presidente Municipal Juan Bautista Chapa. Según la documentación de tesorería, en el Archivo Municipal de Reynosa, el reloj del campanario había sido traído por ferrocarril y recibido desde el día 4 de abril de 1894.
El patio de la iglesia se utilizó como camposanto por treinta y un años, hasta 1833. Fue en esas fechas que el entonces gobernador de Tamaulipas, Francisco Vital Fernández, expidió un decreto ordenando que no se hicieran inhumaciones en terrenos de las iglesias del Estado, para evitar la propagación de la peste del cólera morbus que abatía la zona costera de Tamaulipas.
Es probable que no se haya enterrado a ningún reynosense dentro del templo, ya que la iglesia fue construida en los años que siguieron. Gran parte de la edificación se levantó en el mismo año de su inauguración, en 1835; aunque se tienen datos que se empezaron a recolectar materiales para su construcción desde 1810, como lo confirman las inscripciones en la viga de sabino que se encuentra en el Museo Histórico Reynosa. Esa viga fue parte del primer escalón para subir al altar de la antigua parroquia.
El segundo cementerio de 1833 a 1861
En el año de 1833 se abrió el segundo panteón en Reynosa, para dar sepultura a las primeras víctimas del cólera. Este se ubicó en un sitio, que en ese entonces se encontraba distante de la villa, por lo que es ahora la calle Aldama; en el terreno donde actualmente se encuentra la Escuela Club de Leones No. 1. En este lugar, los reynosenses enterraron a sus difuntos por veintiocho años; el lugar sobresalía por sus altas bardas que lo rodeaban. El material de sillar fue utilizado posteriormente para construir otros edificios públicos de la ciudad durante las primeras décadas del siglo XX. La epidemia de cólera a mediados del siglo XIX saturó rápidamente este panteón. Algunos restos óseos se han encontrado durante excavaciones de reconstrucción y mantenimiento del plantel escolar, que data de 1968.
El tercer cementerio de 1861 a 1954
El panteón que ha durado más tiempo en Reynosa se ubicó en los terrenos que ocupa la clínica-hospital del ISSSTE, en la calle Nicolás Bravo con López Mateos, a espaldas de la vía del ferrocarril y a un costado del paso a desnivel No.1. Funcionó por 93 años hasta que su cupo se agotó en el año de 1954. Durante los meses de mayo de 1965 se iniciaron los trabajos de desalojo de los restos de los antiguos reynosenses.
Desde inicios de la década de los años 1960, la reconocida antropóloga Antonieta Espejo instaló las oficinas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) Noreste, en la planta alta del edificio Tiburcio Garza Zamora. Una de sus tantas tareas por estos lares, fue rescatar la información antropológica de la necrópolis antes de que fuera desocupada. Pues dentro de los primeros planes para dicho terreno del panteón se pensó en la posible creación de un edificio para un Museo de INAH del Noreste de México y una gran biblioteca.
Se dice que la antropóloga Espejo utilizó la azotea del edificio Garza Zamora como laboratorio arqueológico para la investigación de los materiales óseos y culturales de dicho panteón. En ese cementerio se hizo un estudio de 54 personajes, los cuales estuvieron relacionados con importantes eventos de la villa, durante la Intervención Francesa y la Revolución Mexicana.
Es importante aclarar que muchos de los restos humanos de estos tres panteones no fueron rescatados y permanecen hasta hoy en día en estas tres instituciones relacionadas con salud, educación y religión. Por la carretera a Monterrey (Boulevard Hidalgo) empezaron a funcionar el panteón municipal que lleva el nombre de Sagrado Corazón en 1949 y el panteón privado de nombre Guadalupano desde 1947.
Torre de la desaparecida Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe, donde estuvo el primer panteón de la villa de Reynosa, en las Lomas de San Antonio.