Mantiene Saidi la esperanza de cruzar a Estados Unidos

Procedente de Honduras y acompañada de su hija arribó a esta ciudad huyendo de la violencia y extorsiones de que era víctima en su negocio

Desde hace nueve meses, Saidi Menjívar permanece en el albergue Senda de Vida en Reynosa, Tamaulipas, junto a su hija, con la esperanza de que Estados Unidos reactive los mecanismos legales para solicitar asilo. Originaria de Honduras dejó atrás su país debido a la violencia y la imposibilidad de sostener su pequeño negocio por las constantes extorsiones.

“Llevamos nueve meses de espera acá… estamos esperando que se pueda abrir una puerta, una puerta de bendición, porque para nosotros que se haya cerrado la aplicación fue bien difícil”, dice Saidi, refiriéndose al cierre del programa migratorio que permite gestionar citas a través de una app.

La historia de Saidi refleja la situación de muchas personas que han quedado varadas en la frontera mexicana. Tras abrir la aplicación, esperó una cita que nunca llegó. “No me salió. Nosotros decíamos: ‘le salió la cita’, pero a mí no me tocó”, lamenta. Desde entonces, no ha podido volver a intentarlo. 

Está cerrada. Ya no podemos volver a hacerlo hasta que venga el Presidente y diga que se abrió de nuevo”.

Saidi asegura que no contempla regresar a Honduras “Tengo que esperar el tiempo que sea necesario hasta que Dios abra esa puerta. Los que estamos aquí hemos esperado mucho tiempo ya”. 

Con ella viven otras personas que llevan más de un año aguardando una oportunidad legal para ingresar a Estados Unidos.

Su decisión de migrar no fue impulsiva; durante ocho años mantuvo un negocio de comercio, pero la extorsión constante terminó por asfixiarlo. “Donde quiera que uno instale un negocio siempre está… no se puede avanzar. Cambiaba de lugar, pero era lo mismo. Ya no era rentable”, relata. 

Su objetivo es claro: trabajar, ahorrar y brindar un mejor futuro a su familia. “Uno tiene hijos y tiene algo que brindarles, y la moneda allá rinde más”.

Además de sus hijos, Saidi sueña con comprarle una casa a su madre y sacarla del barrio donde la delincuencia se ha vuelto parte del paisaje. “Con esa ilusión se viene uno”, afirma.

Dentro del albergue ella y otros migrantes colaboran voluntariamente con las labores cotidianas como forma de agradecimiento. “Aquí todos ayudamos. Cocinamos, lavamos baños, barrer, lo que se necesite… Lo hacemos con gusto. Aquí nos han acogido”, comenta. Aunque la situación económica es precaria, resalta que cuentan con salud, alimentación, un techo y atención médica básica.

Senda de Vida actualmente alberga a cerca de 100 personas, aunque tiene capacidad para más de 2,000. Muchos, como Saidi, han decidido esperar pacientemente una vía legal, pese a la incertidumbre y el desgaste emocional. “Con que tengamos salud y esperanza… aquí estamos bien”.

Antes de finalizar, Saidi extiende un mensaje a la ciudadanía: “Aquí necesitamos ropa, alimento, calzado, medicina. Las bendiciones se reciben bien. Lo que para unos es poco, para nosotros es mucho”.