Durante la Revolución Mexicana, tres episodios bélicos ocurrieron dentro del municipio de Reynosa, en los cuales varios personajes locales fueron declarados como subversivos o sediciosos por las autoridades en turno. Entre éstos, mejor conocidos como revolucionarios, de los levantados en armas, podemos citar como ejemplos: al Capitán Eligio Cavazos que se cruzó el río Bravo en Anzaldúas para apoyar al Ejército Constitucionalista de Lucio Blanco en el año de 1913; a Federico M. Rodríguez, hijo de don Mamiliano G. Rodríguez, quien cruzó el río por Hidalgo, Texas, para apoyar al Ejército Villista que pasó por Reynosa a la toma de Matamoros en 1915; a Antonio Rodríguez Garza, gente del cabecilla Juan Isidro Andreu Almazán, quien intervino en el municipio de Reynosa entre 1917 y 1918.
En el año de 1919, Rodríguez Garza todavía era considerado como sedicioso por robar caballos, monturas y armas en los ranchos del municipio de Reynosa. Se caracterizaba por andar a salto de mata, solo y a veces acompañado de muchachos que él mismo reclutaba a la fuerza.
Uno de estos muchachos murió en el anonimato de la época, cerca de uno de los ranchos de la jurisdicción de Congregación Garza, lugar mejor conocido como Charco Escondido y que se localiza actualmente a 44 kilómetros al sur de la actual ciudad de Reynosa. Un extenso expediente de la Serie de Causas Criminales, Subserie Averiguaciones de la Sección de Juzgados en el Archivo Municipal de Reynosa (AMR), nos narra el espectacular ambiente que se vivió durante la revolución mexicana.
GAVILLA DE ANTONIO RODRÍGUEZ GARZAA principios de mayo de 1919, la gavilla de revolucionarios de Antonio Rodríguez Garza estaba compuesta de tan solo cuatro individuos que trataron de cruzar el río Bravo desde Texas, ahí perecieron ahogados dos de los compañeros y los cuatro caballos que traían. Los dos sobrevivientes viajaron hacia el sur del municipio de Reynosa en busca de caballos y monturas para seguir sus correrías.
De acuerdo con la declaratoria recibida del vecino de Congregación Garza, Alonzo R. Garza, él se encontraba entre las diez y once de la noche del día 16 de mayo de 1919 en la casa de don Salomón Velasco, en el punto conocido como La Labor, inmediato a la dicha congregación. A esa hora, llegó un desconocido armado con una carabina pidiéndole a Salomón saliera de su casa. Este personaje anónimo, se hacía acompañar por el reconocido revolucionario de la región Antonio Rodríguez Garza. Por lo que Alonzo inmediatamente, se dirigió a avisar sobre la situación al sub presidente de la congregación, Natalio Garza. Por ese entonces, el encargado o representante legal de la congregación llevaba el título de sub presidente. Éste les ordenó a los vecinos, para que se pusieran de acuerdo y se juntaran a los que tuvieran armas, además de que persiguieran al mentado Antonio.
Alonzo junto con Erasmo Velasco y Luis Garza Villarreal (hijo), se dirigieron al solar de la casa del sub presidente, a ensillar dos bestias caballares que le pertenecían a Erasmo. De las diferentes declaraciones se sabe que estos animales eran: un caballo de silla de bastante edad, color oscuro zaino y una yegua de silla de seis o siete años de color oscuro. Para su sorpresa, los dos semovientes ya no se encontraban en el solar.
Los tres vecinos se encaminaron a pie hacia La Labor, donde Salomón y Octaviano Reyna les informaron que Antonio y el revolucionario anónimo, habían llegado montados y armados. Don Salomón les dijo que le exigieron les entregara una montura, que en el papeleo la describen de “estilo mexicano de mucho uso”. También les participó que los revolucionarios se dirigían rumbo al Tajito, que es el aguaje de donde se originó el nombre del Charco Escondido, en las inmediaciones de dicha congregación. Los tres vecinos prosiguieron a pie a ese lugar, donde encontraron a don Ignacio Moreno; a éste le habían exigido también les entregara una montura, que en el expediente la refieren de estilo americano. Don Ignacio les indicó que Antonio y el desconocido llevaban el rumbo de La Noria.
Los tres vecinos optaron por volver a Congregación Garza para proveerse de caballos y hacer la persecución más rápida. Una vez montados, se dirigieron hacia el poniente rumbo a La Blanquita para continuar a La Piedra (Agujerada). Para entonces, se habían unido al grupo, los vecinos Antonio Zavala y Antonio Galván. Llegaron al rancho La Piedra a primeras horas de la mañana del día 17, sumándose a la persecución don Jesús Garza. El grupo de los seis vecinos, tomaron el rumbo de la majada de Eugenio Garza, inspector municipal. Casi al llegar, un chamaco del rancho de dónde venían, les informó que sobre la brecha que conducía de La Noria a La Piedra, viajaban dos individuos montados.
Paleografía de los versos que cargaba el revolucionario anónimo.
La muerte de este individuo la había causado tres lesiones de bala: dos en el centro del pecho y una en la frente como a dos centímetros arriba de las cejas, al parecer hechas con carabina 30-30. La sepultura se dio en el lugar donde se encontraba el cadáver, por no haber cementerio inmediato y el difícil traslado a otro lugar. Esto era una práctica común en la época, para los cadáveres que no se encontraban inmediatos a los panteones de la villa, congregaciones y ranchos.
La averiguación contra Antonio Rodríguez Garza sobre el delito de rebelión y robos, continuó hasta el mes de enero del año 1920. La documentación provenía de los juzgados de primera instancia de Matamoros y del Ministerio Público de la Federación en Nuevo Laredo. Antonio para entonces, había involucrado a otros dos muchachos de 14 y 19 años del municipio de Reynosa. Por el mes de octubre, el revolucionario había vuelto a robar la montura mexicana muy desgastada de Salomón Velasco en el puesto de La Labor, en las inmediaciones de Congregación Garza.
Como dato curioso, en los bolsillos de los pantalones del occiso, se encontraron unos papeles que tenían unos escritos, sobre una canción de añoranza y unos versos que aludían al revolucionario Pancho Villa. Estos papeles escritos con lápiz, sobreviven hasta hoy en día atados al expediente que resguarda el AMR. Hoy podemos descifrar en esta escritura, que los versos fueron escritos y dedicados por un autor que firmó con el nombre de Wenceslao Peña. Estos versos estaban dedicados a su estimado amigo Siriaco Villarreal. Es muy probable que Siriaco sea el nombre del revolucionario desconocido por los vecinos de esa época, que en su mayoría llevaban el apellido Garza, en esa congregación que hacía honor a su ascendencia. Llegando a la conclusión de que este revolucionario, ya no sea tan anónimo en la época actual, gracias al trabajo detectivesco en este Archivo Municipal de Reynosa.