En un lugar de Reynosa, un hogar en cuya entrada hay un santo, un cuadro con símbolo esotérico en la entrada principal, un vaso –que en su buenos tiempos fue una veladora, con agua, tres velas blancas encendidas, olor a copal, luces apagadas; en el cuarto contiguo se pudo apreciar tras una entreabierta cortina roja a una persona, de unos 50 y tantos años, echando las cartas con un mazo grueso de barajas, un tarot. Daniel cree en los espíritus del más allá y está seguro que pueden ayudar… o perjudicar.
La visión de un tarotista
En un lugar de Reynosa, un hogar en cuya entrada hay un santo, un cuadro con símbolo esotérico en la entrada principal, un vaso –que en su buenos tiempos fue una veladora, con agua, tres velas blancas encendidas, olor a copal, luces apagadas; en el cuarto contiguo se pudo apreciar tras una entreabierta cortina roja a una persona, de unos 50 y tantos años, echando las cartas con un mazo grueso de barajas, un tarot. Daniel cree en los espíritus del más allá y está seguro que pueden ayudar… o perjudicar.