La presencia lipán apache en las villas del norte del Nuevo Santander

Entre 1772 y 1776 la corona estableció un cordón de presidios que iba del Golfo de México al de California, y entre sus propósitos estaba mantener a las bandas al norte de esa línea

Cronista Municipal de Reynosa

Desde el principio de la segunda mitad del siglo XVIII, diferentes bandas lipanes replegaron sus territorios de subsistencia hacia la costa por el río Nueces. Esa situación los hacía colindar con las villas del norte del Nuevo Santander. Los vecindarios principalmente ganaderos de las villas de Laredo, Revilla, Mier, Camargo y Reynosa surtían a las incursiones apaches con caballada, carne de ganado menor y mayor, con algunas posesiones materiales y con cautivos. El litoral costero entre los ríos Bravo y Nueces ofrecía a estos indígenas manadas mesteñas de caballada y de ganado mayor engendradas originalmente en estos vecindarios.

    A finales del siglo XVIII el historiador del virreinato, Antonio Bonilla, indicaba que al tiempo de la fundación de las villas del norte en el Nuevo Santander sólo se conocía a los apaches por noticias lejanas de Texas. Bonilla también informaba que el recrudecimiento de estas incursiones había empezado desde 1765. El incremento de atracos en las provincias del Nuevo León y Santander se relacionaba con el desplazamiento anual lipán, cuando azolaban esta provincia antes de pasar a la región de San Saba para la cacería del bisonte. De algunas fuentes documentales se desprende que las bandas apaches se acercaban a la provincia del Nuevo Santander entre abril y julio para practicar incursiones en sus vecindarios. De octubre a marzo se dedicaban a la cacería del bisonte en el norte.

EL ARSENAL

Según Bonilla en ese trayecto los lipanes visitaban el área de Natchitoches en Luisiana, donde probablemente intercambiaban los productos de sus botines por armas de fuego y municiones. Ya desde 1759 se conocía la adquisición de 260 rifles, muchas municiones, pólvora y algunas espadas, a través de los bidai de esa región caddo. Aparentemente, después de las incursiones de 1782 al Nuevo Santander, los lipanes intercambiaron 2000 caballos y mulas por armas y municiones en el río Guadalupe, con algunos de sus ex enemigos de esa región.

    Los capitanes y tenientes, con el cargo de justicia mayor de las villas del norte, se juntaron en Revilla en marzo de 1783 para aliviar la situación precaria de sus vecindarios ante las incursiones de los comanches, lipanes, y otros apaches. Éste era apoyado desde Laredo con un contingente de tan sólo 25 soldados. Los encargados de las villas siempre se opusieron a las treguas con los lipanes, propuestas por el gobierno virreinal. 

    El recrudecimiento de las hostilidades lipanes sucedió entre 1790 y 1792, cuando una partida de más de 200 indios de guerra atacó Laredo. Soldados y pobladores estuvieron acompañados en las campañas contra los lipanes por indígenas nativos de la región, como los carrizos de Laredo, los garzas de Mier, los carrizos y cacalotes de Camargo, y los pintos y comecrudos de Reynosa. 

    Las hostilidades en contra de los poblados ribereños sucedieron cuando el vecindario atacó a las partidas del jefe Zapato Zas, quien murió en uno de los enfrentamientos de 1792. En las misivas al principio de 1794, el segundo Conde de la Sierra Gorda (Manuel de Escandón) adjudicaba la derrota de Zapato Zas a las milicias de los vecindarios de Revilla, Camargo, Reynosa y a la Compañía de Laredo. Declaraba que, en una visita a San Antonio, era tan temido que los capitanes grandes de los lipanes (Canoso y Bautista) inmediatamente se presentaron a pedir la paz.

CON LOS REALISTAS

Después de 1793, los lipanes mantuvieron una relación amistosa con el vecindario norteño del Nuevo Santander —especialmente con Laredo—, de cooperación mutua contra las incursiones comanches. Durante el levantamiento independentista de México, algunas bandas lipanes participan con los realistas y otras con los movimientos de la insurgencia en Coahuila y Texas. Después de la independencia, en agosto de 1822, el nuevo imperio mexicano pactó un convenio de diez apartados con los jefes lipanes Cuelgas de Castro y Yolcha Pocarropa, quienes prometían recíproca armonía y mutuo respeto. El imperio aprobaba a los lipanes, terrenos y agua para sembrar y agostaderos para sus caballos. Dentro de estos puntos, los lipanes se comprometían a entregar 34 cautivos y 14 individuos que habían comprado a otras bandas indígenas. Tenían la libertad de adquirir caballada mesteña y orejana, con la sola obligación de regresar los animales marcados con hierro. Por éstos sus dueños pagarían una gratificación.

    A principios de 1828, los miembros de la Comisión de Límites dirigida por Mier y Terán observaron el ritual de paz cuando llegaban las bandas lipán a Laredo. Jean Louis Berlandier describía que antes de entrar al presidio, los lipanes mandaban un mensajero exigiendo una botella de mezcal y que alguien viniera a recibirlos. Entonces un oficial con su tropa partía a su encuentro con pan y la botella. Era común en los puestos militares norteños salir cabalgando con tambores y trompetas a recibir a los apaches o comanches. 

CONTRASTES


Aunque parecía arrogante, para los lipanes el protocolo tenía solo un significado de amistad. Esta tradición se practicó en San Antonio de Béxar en Texas desde el siglo XVIII. En ese enero de 1828 Anastasio Bustamante —entonces comandante general de las Provincias Internas de Oriente— recibió en Laredo a los jefes lipanes Cuelgas de Castro y El Cojo. El primero fue considerado uno de los jefes más estimados por los comandantes militares por su urbanidad y admirado entre su gente por sus habilidades políticas. En cambio, el segundo era reconocido por su ferocidad y bandolerismo.

   En abril de 1834 al sur del río Nueces, la banda lipán de Cuelgas de Castro se encontraba acampada en los bancos del arroyo San Fernando, uno de los arroyos que descargan en la bahía de Baffin en Texas. El jefe Castro se encontraba en ese momento en Matamoros, mientras que a la banda la dirigía un criollo que había vivido con ellos anteriormente como cautivo. Se dedicaban a atrapar caballos entre el Nueces y el Bravo. En ese período los vecinos de las villas norteñas y viajeros visitaban el campamento lipán para comprarles caballos. A los animales del vecindario, cuando eran capturados, los remarcaban con otro hierro que les habían asignado las autoridades para poder comerciarlos. A finales de ese mismo año, Cuelga de Castro manifestó su deseo de establecerse con 100 familias lipanes en el paraje de Carricitos en la jurisdicción de Laredo, en tierras del vecino Fernando García. Y aunque la petición fue aprobada en mayo de 1835, la idea fue abandonada. 

 Este escrito es parte de una sección más extensa sobre este tema, de una publicación del 2011.


Interpretación de los lipán apache con arcos y carcajes con flehas en un mapa de Juan de Pagazaurtundua, 1803.