La muerte de Pedro Flores, 1886
Cronista Municipal de Reynosa Última parte Desde el día 18 de abril del año 1886, los mozos del desaparecido Pedro Flores, Teófilo Pérez e Isidro Mayorga, trabajaban en la casa de su padrastro Manuel Gallardo. Esto era en Rancho Viejo, dentro del potrero Santa Rita, no muy lejos del actual Puente Internacional Donna-Río Bravo. Ahí vivía la mamá de Pedro y su medio hermano: doña Teodora Sánchez de Gallardo y Luis Gallardo. Los dos mozos y el medio hermano se dedicaban a desgranar maíz en ese rancho. El lunes 19, Pablo fue a visitarlos para llevarles una media libra de tabaco y recoger el caballo que había utilizado Teófilo para llegar a ese lugar desde la labor de la Reforma, la cual se encontraba en las inmediaciones de la villa de Reynosa. Pedro quedó de regresar a Rancho Viejo el jueves 29 de abril, por lo que los mozos le pidieron les trajera unas camisetas y un pantalón a Isidro. Ese jueves, los mozos junto con el medio hermano de Pedro desgranaron maíz hasta que cayó el sol. Viendo que no llegaba, Isidro se encaminó para la Reforma entre las 7 y 8 de la noche. En la madrugada del viernes 30 de abril, la esposa de Pedro Flores, Francisca Farías de Flores, sintió que alguien andaba afuera de su casa en la labor de la Reforma y creyó que era su esposo que había regresado de su viaje. Cuando le llamó, pronto se dio cuenta que era el mozo Isidro Mayorga; al preguntarle por su marido, éste le dijo que no se lo había topado. “Ella supuso que se habían errado en el camino.” Le pidió a Isidro que se devolviera a la casa de Manuel Gallardo para que averiguara si Pedro había llegado a Rancho Viejo; en caso que no hubiese arribado a su destino, le pedía que se devolviese a avisarle y que les dijese a los vecinos que lo buscasen. Indagaciones de familiares Como Isidro no volvió, ella pensó que su esposo estaba en casa de su padrastro. En Rancho Viejo, el mozo Teófilo Pérez indicó que supieron que Pedro andaba perdido ese viernes 30 de abril, pero no hicieron nada por buscarlo suponiendo que andaba en algún negocio. Por 8 días no se indagó sobre el paradero de Pedro Flores; las diligencias para encontrarlo por parte de la familia empezaron desde el día 6 de mayo y por parte del Juzgado desde el 11 de mayo, después del hallazgo de los restos de la yegua colorada zaina en el camino paralelo a la vía férrea, en las inmediaciones del rancho La Gloria. El 11 de mayo, fue el día que Donaciano Farías se presentó ante el juzgado a reclamar la montura y las pertenencias de su cuñado Pedro Flores. Desde el día 6 de mayo, Donaciano había llegado a Reynosa de Camargo, donde su madre le narró sobre la desaparición de Pedro desde el día 29 de abril. Ella le dijo que ese día lo había visto pasar a galope por el rancho La Escondida, pero que ni siquiera se había parado a entregar los chorizos en la casa de José Pilar Palafox. Desde la mañana del día 6 de mayo, sus dos hermanas Francisca y Timotea ya se encontraban en el rancho La Escondida. A las cuatro de la tarde del día 8 de mayo de 1886, Donaciano viajó para abajo desde Reynosa indagando sobre el paradero de su cuñado. En el camino se encontró a Teófilo Pérez quién iba para la labor de la Reforma. En una confusión que pronto se aclaró, el mozo le había negado a Donaciano ser trabajador de Pedro. En las inmediaciones del camino donde se encontró con el mozo, Donaciano creyó haber visto al padrastro de Pedro, don Manuel Gallardo. En sus indagaciones por la comunidad de Corrales, se encontró con José Peña. Este le expresó que para abajo nada se decía del paradero de su cuñado. Fue el día 9 de mayo cuando el cuñado de Pedro Flores regresó a la villa de Reynosa. El hallazgo La Sra. Francisca Farías de Flores ya sabía que su esposo Pedro había fallecido, cuando el personal del Juzgado de Reynosa le tomaron su declaración en el rancho La Escondida el día 12 de mayo. Desde la noche anterior supo por su hermano que lo habían hallado en el río. Éste le dijo que lo encontraron en el rancho de los Huevares en la izquierda del río Bravo, en el lado de Texas; no le contó que personas de ese rancho lo hubiesen descubierto. La esposa se enteró por su hermano que el cuerpo de Pedro iba abierto y sin los intestinos. El cadáver se encontró envuelto o cubierto con el “pleé”, un tipo de manta que llevaba desde que había salido de su casa en la labor de la Reforma el día 29 de abril. Parecía que su hermano le contó que lo habían sepultado en ese rancho, a la izquierda del río Bravo. Donaciano le explicó a su hermana que el cadáver de su marido no llevaba ropa de la cintura para arriba, pero que todavía vestía un pantalón de quintoque (sic Kentucky) café, con una bolsa atrás y con cuatro botones en la pretina. El finado todavía calzaba unos zapatos alemanes cuando lo encontraron. Francisca confirmaba que la vestimenta en el cadáver era la que llevaba su esposo cuando lo vio en su casa por última vez. El padrastro de Francisca, Faustino Rodríguez, supuso que Pedro había sido privado de su vida cuando encontraron la yegua cerca de la Gloria. Probablemente el mismo 11 de mayo de 1886, Faustino se enteró que habían sacado un cadáver en el rancho de los Huevares, por lo que cruzó el río para informarse si era el de Pedro. Ahí se informó con Marcelino Huevar (sic Webber), Juan Yacxon (sic Jackson) y Dionides Cerda sobre el hallazgo. Estos le contaron que el día 4 de mayo habían sacado del río un cadáver que iba envuelto en un “pleé”. Estando en tierra lo examinaron, pero ya no llevaba carne en la cara ni pelo en la cabeza. Al cadáver se le advertían golpes en la cabeza y en el pescuezo llevaba un lazo. El pantalón café de “quintoque”, mencionado arriba, estaba aguzado de las dos piernas cerca de los tobillos. El cuerpo lo desenvolvieron del “pleé” y vieron que estaba abierto de la garganta al empeine, así como de los vacíos; no llevaba nada de dentros. Por las prendas, don Faustino aceptaba que era el cadáver de Pedro Flores. Los Huevares (Webber) El rancho de los Huevares era parte de las tierras que compró John Ferdinand Webber en 1853, de la porción de tierra conocida como el Gato al sur de la actual ciudad de Álamo, en el Condado de Hidalgo, Texas. Esta porción de tierra originalmente fue otorgada por la Corona Española al vecino de Reynosa, Juan José Treviño en 1767. Webber era originario del estado de Vermont, pero vivió en las orillas del río Colorado, pues fue parte de la primera colonia de Stephen F. Austin, vivió no muy lejos de lo que ahora es la capital de Texas. Ahí se enamoró de una esclava negra, la cual compró a sus vecinos y se casó con ella. Debido a la discriminación racial en Texas a mediados del siglo XIX, emigró a las orillas del río Bravo. Juan Fernando Webber y su esposa Silvia Hector procrearon por lo menos once hijos. Actualmente perdura en esas tierras el cementerio Webber, entre el río Bravo y la carretera militar, en Texas. Aunque Pedro Flores fue recogido en las tierras de los Huevares, es muy probable que haya sido sepultado en la misma ribera del río Bravo, debido a su avanzado estado de descomposición El 28 de junio de 1886, Teodora Sánchez de Gallardo, la madre del finado Pedro, acusó a los hermanos Amado y Cristóbal Cano por la muerte de su hijo, ante el Juzgado de Reynosa. Estos junto con unos mozos utilizaban un carretón para traer zacate de la Laguna de los Palos. Esta acusación estaba basada en conversaciones sobre un disgusto que se suscitó entre Pedro y los Cano en la villa de Reynosa, tiempo antes de su muerte. Los testigos involucrados pronto negaron los hechos, pues las acusaciones provenían solamente de pláticas escuchadas en las calles de la villa de Reynosa, quedando como un asesinato sin resolver.
Sección de un mapa antiguo donde se encuentran los ranchos mencionados en esta historia.
Sello del Juzgado 1º de Reynosa, Tamaulipas. AHR.