La fuga del reo federal Macedonio Gutiérrez, 1925

“Me voy, pero no con intención de fugarme, necesito recurrir a este medio porque mi esposa está al borde del sepulcro y a la muerte de un hijo mío, voy a verlos y después me pondré a disposición de las autoridades para que me juzguen, porque no quiero evadirme de la acción de la justicia”...

Cronista Municipal de Reynosa

-Tercera parte-

Macedonio Gutiérrez se encontraba procesado junto con su cómplice Primitivo Flores en la prisión de Reynosa, por el delito de contrabando. La causa era instruida por el Juez 2º del Distrito de Nuevo Laredo. El propio reo Gutiérrez le dijo a Primitivo Flores, “me voy, pero no con intención de fugarme, necesito recurrir a este medio porque mi esposa está al borde del sepulcro y a la muerte de un hijo mío, voy a verlos y después me pondré a disposición de las autoridades para que me juzguen, porque no quiero evadirme de la acción de la justicia porque tengo la seguridad de que tanto tú como yo somos inocentes en el delito de contrabando por el cual se nos juzga”.

El día anterior 10 de junio de 1925, Macedonio Gutiérrez le había solicitado permiso al comandante de policía Tomás Peña para ir a ver a su esposa que estaba gravemente enferma en San Miguel de Camargo, en lo que es actualmente ciudad Díaz Ordaz.  Macedonio le mostró un telegrama que acababa de recibir, donde le comunicaban la situación en su casa. Pero el comandante le negó rotundamente dicho permiso, manifestándole que debía esperar hasta otro día que estuviera el Juez en su despacho, para hacerle ver la exigencia y necesidad con que solicitaba el permiso.    

Así las cosas, le comunicaba el comandante al Juez de Paz del Ramo Penal. Hoy al amanecer haciendo el reconocimiento de costumbre de los presos detenidos en Reynosa, encontré la novedad de que el expresado Gutiérrez se había ido para la Congregación de San Miguel de Camargo. Así se lo comunicó Primitivo Flores, el otro procesado por el mismo delito. Éste contó que Gutiérrez había escalado la tapia para escabullirse del lugar. 

El comandante explicó que ambos reos estaban en una de las dependencias de la alcaidía, por el mucho calor se tenían presos en ese lugar. Además, por haber otros reos del orden común en el departamento que sirve de cárcel. Ya desde temprano, el Juez de Paz del Ramo Penal, Lauro Herrera, había dictado las órdenes correspondientes para la reaprehensión del prófugo. 

Eran tres los reos federales procesados por el Juez 2º del Distrito de Nuevo Laredo por el delito de contrabando en Reynosa: el propio Macedonio, Primitivo Flores y Andrés Silva. A las 6 de la mañana del día 11 de junio, el Juez Herrera pidió se formase expediente con la información enviada por el comandante de la policía. El tercer inculpado, Andrés Silva, se encontraba en libertad bajo fianza.

    Con el auxilio de la justicia federal procedió a instruir la correspondiente averiguación criminal respecto a la evasión del reo Gutiérrez, dando aviso al Juez de Distrito. Practicando las diligencias necesarias para esclarecer el delito en referencia a fin de imponer al o los que resultaran responsables, el castigo de la ley. Al mismo tiempo se avisó al Agente del Timbre de la villa de Reynosa, Lauro E. Bolado, quién tenía la función también de Agente del Ministerio Público Federal.

Declaraciones del comandante

El comandante, el Sr. Tomás Peña, era a la vez el alcaide de la cárcel. Él era un hombre casado de 30 años de edad, originario de Los Herreras, Nuevo León, avecinado en la villa de Reynosa. Tomás explicó que el día anterior como a las seis y media de la tarde el reo Gutiérrez le solicitó permiso para que lo dejara ir a San Miguel de Camargo a ver a su esposa e hijo que estaban gravemente enfermos. Como justificación le enseñó un telegrama que había recibido. Pero el comandante le negó rotundamente el permiso, ofreciendo que al otro día se lo conseguiría, ya que la autoridad había salido del despacho.

    Al amanecer como de costumbre, el alcaide Tomás Peña hizo el reconocimiento de los reos detenidos. Al presentarse en el departamento en donde estaba Macedonio Gutiérrez y Primitivo Flores, los dos procesados por el delito de contrabando, el último le comunicó que el primero se había evadido de la prisión, debido a que se le había negado la solicitud para ir a ver a su familia. 

   De inmediato dictó ordenes para la persecución y aprehensión del prófugo Gutiérrez.  El comandante saldría personalmente más tarde para detenerlo. Expuso que los dos reos estaban en un departamento, el cual era un cuarto de la alcaidía. No los tenía en el área común con los demás presos, debido a que estos reos federales le habían inspirado bastante confianza, dado a su buen comportamiento no daban la menor sospecha. 

Declaraciones del reo

Enseguida el Juez Herrera presentó al reo Primitivo Flores con fin de examinarlo con respecto a los hechos de esta averiguación. Declaró que su compañero en la prisión y procesado por el mismo delito le había solicitado como a las 6:30 de la tarde al comandante permiso para ir a San Miguel de Camargo, a ver a su esposa e hijo quiénes estaban gravemente enfermos. El comandante le indicó que de plano no podía hacer nada hasta el siguiente día cuando abriera el Juzgado. 

El reo Gutiérrez se resignó a esperar, pero a media noche tal vez desesperado por la incertidumbre de no saber el estado de su esposa, optó por evadirse de la prisión. Así lo manifestó Primitivo Flores, diciendo que Macedonio Gutiérrez recurrió a ese medio por la desesperación en que estaba y que, si se escapó, fue tan solo para ir a atender a su señora y a su hijo. Él tenía las intenciones de volverse a entregar a la autoridad y continuar su proceso por contrabando, hasta su sentencia o absolución.

El escape de la alcaidía sería como a las dos de la mañana. Gutiérrez le encargó a su compañero de detención que cuando se presentara el comandante en la mañana le dijera que, lo encontraría en su casa en San Miguel de Camargo. De ese lugar no se retiraría. Primitivo Flores declaró que no se opuso a las intenciones de su compañero Gutiérrez, comprendiendo su desesperación y sufrimiento.

Explicó que, si él hubiese pasado por lo mismo, hubiese hecho igual. Por lo tanto, guardó silencio sin avisar nada a la guardia que se encontraba en el pasillo de la comandancia. Como de costumbre al amanecer, el comandante se presentó al departamento de detención, donde Primitivo le informó sobre la fuga de Gutiérrez. Desde su detención, el comandante les había dispensado consideraciones, teniéndolos en uno de los cuartos de la alcaidía en el interior del patio de la presidencia municipal. 

Enseguida el comandante Tomás Peña solicitó al Juez se le concediera salir en busca del prófugo, pues tenía la certeza que podía reaprehenderlo en San Miguel de Camargo, en donde tenía su familia y propiedades. Sabía que la esposa del prófugo se encontraba grave por el médico Dr. de la Torre y Morali, quién había estado yendo a atender su enfermedad y la de su hijo. Por tal virtud, el Juez Herrera le concedió al comandante su viaje a San Miguel de Camargo.

A las nueve de la mañana del día siguiente 12 de junio de 1925, el comandante Peña ya estaba de regreso informando al Juzgado de Reynosa. El día anterior, éste había llegado a las 2:30 de la tarde a la congregación de San Miguel de Camargo. Ahí se puso en contacto con el presidente municipal de dicho lugar, poniéndolo al tanto de la razón de su viaje y sobre la fuga de Macedonio Gutiérrez. 

Ahí, el edil le informó sobre algo que acababa de suceder en la congregación, hacía una hora y media antes en la casa del propio Gutiérrez. El prófugo había privado de la vida a un individuo que llevaba el nombre de Antolino Flores en ese lugar. La autoridad de esa comunidad ribereña tenía detenido a Macedonio Gutiérrez y se encontraban reconociendo el lugar de los hechos.

El comandante Tomás Peña se presentó en la casa del homicida, donde estaba en calidad de detenido. Peña aclaró que no había forma de traerlo a la villa, por lo que se concretó en venir a dar parte de lo que sucedió al Juzgado de Reynosa. Le constaba que la esposa del reo se encontraba gravemente enferma. 


Lauro E. Bolado tenía el cargo de Agente del Timbre de Reynosa y la función de Agente del Ministerio Público Federal en 1925, cuando sucedió esta historia. Fue un reconocido farmacéutico, dueño de la Botica Unión. Álbum Conmemorativo de 1927, Archivo CHIC.