La casona de la familia Ochoa, convertida en el museo histórico. Tiene más de un siglo la construcción

La exprimera dama, Raquel Franco, recuerda que de niña jugaba en la casa de Doña Victoria, y se guarecía en las sombras de las 2 ‘anacuas’ que todavía están de pie y siguen floreciendo

Camargo, Tam.- Nadie sabe con exactitud la fecha en que fue construida, pero de lo que si están seguros los pocos testigos que tuvieron la oportunidad de ingresar en ella y convivir con sus moradores, es que tiene más de un siglo y muchos décadas de haber sido edificada, con los mismos materiales, arquitectura y a la usanza de la época, entre los siglos, 18, 19 y a principios del 20, cuando Camargo, además de una ciudad segura, amistosa y trabajadora, todavía no tenía entre sus riquezas la presa “Marte R. Gómez”, ni se convertía en el importante granero que en la actualidad es, este municipio, fundado el 5 de marzo de 1749

Hablamos de la casa de la familia Ochoa, que se localiza en pleno corazón de la ciudad, convertida desde hace varias administraciones en la Casa de la Cultura, Museo y archivo Histórico Municipal, luego de ser comprada, rehabilitada y acondicionada, una vetusta construcción, que hoy por hoy, es uno de los edificios más importantes y visitados de la ciudad, y no sólo por estudiantes o residentes locales, sino por personas que llegan de distintos puntos del país, y de los Estados Unidos, interesados en conocer pasajes de lo acontecido en la ciudad más antigua de la región.

El Museo de Camargo, y su Archivo, es el dúo histórico más rico y fascinante del norte del Estado, en donde se pueden encontrar reliquias, escritos y una fuente inagotable de testimonios, heredados por los ancestros de estas tierras, que se remontan a épocas antes de la colonia.

Tan diverso es el museo de Camargo, que hasta plantas petrificadas se pueden encontrar, que se calcula tienen millones de años, cuando alguna vez, por éstas tierras, caminaron y se reprodujeron los dinosaurios, que dejaron testimonios a través de sus restos óseos o huellas fósiles,- que han sido encontrados,  algunos entregados al INAH, otros comercializados o saqueados, -  periodo durante el cual, ha cambiado o se ha modificado la geografía de la zona.

Pero mucho antes de ser adquirido por el municipio y convertido en Casa de la Cultura, Museo y Archivo Histórico, ese bien inmueble, fue hogar de varias familias, a partir de su construcción, - se presume que a finales del siglo 18, aunque  no se sabe con exactitud cuándo, - siendo la última que se recuerde, la familia Ochoa.

Tras el fallecimiento de sus últimos moradores, la familia Ochoa, el viejo y espacioso edificio, fue abandonado, y con el tiempo sufrió algunos deterioros, que posteriormente fueron resanados por el Ayuntamiento, después de adquirirlo para crear la casa museo.

Es justo reconocer que después de su compra, las diferentes administraciones, han sabido conservar la casa museo, lo mejor posible, por lo que todavía conserva en esencia, las estructuras originales, sus paredes anchas de adobe, techo sostenido con gruesas vigas, ventanales de media luna con estructura de madera y hierro, su noria en medio de patio y sus dos frondosos árboles de “anacua”. 

Lupita Abundis, quien se encarga del aseo del visitado lugar, recuerda que cuando llegó a trabajar a la casa museo, como también se le conoce a la Casa de la Cultura y Archivo Histórico, las “anacuas”, siempre estuvieron verdes, porque sus profundas raíces encontraron tierra fértil y húmeda para seguir prosperando, sin depender de nadie, por eso sobrevivieron durante los muchos años que la casona estuvo abandonada.

Sin embargo, en donde si tuvo que trabajar mucho para darle nuevamente vida, fue en la vieja noria que se localiza en el centro del patio, la cual estaba aterrada, con palos, basura y la poco agua que le quedaba, era de color verde y no olía nada bien.

Como le dieron la orden de cuidar y regar matas, Lupita, recuerda que tuvo que “desaguar” la noria, la cual finalmente y después de mucho trabajo, comenzó a generar agua limpia, cristalina.

Con el agua de la noria riega las plantas de ornato  y unos árboles de durazno, que fueron sembrados y ahora dan buenos frutos, que son un atractivo más para los visitantes.

En el fondo de patio, también se puede observar un busto con la figura del general camarguense Servando Canales Molano, en donde se hace una reseña, con letras pocos legibles, que dificulta su lectura, de la historia del héroe de la batalla de “Santa Gertrudis”, que nadie en 1830 y murió en 1881.


REVIVE. Lupita Abundis, responsable de la limpieza de la casa museo, tras desaguar la vieja noria azolvada, hace la limpieza y riega las plantas y árboles del lugar. 

Abierto todos los días

Cabe destacar que la Casa de la Cultura, el museo y el Archivo Histórico, está abierto todos los días, en donde se realizan diversas actividades y visitas guiadas.

También se da la oportunidad de que las personas que lo soliciten, puedan documentarse en el rico Archivo Histórico, en donde tienen documentos que datan incluso desde el siglo 17, cuando Camargo, era una de las ciudades más prósperas de la época, además de ser la más antigua.

Por su significado, la buena conservación, y amplitud de la vetusta construcción, la casa museo, se utiliza para servir comidas, durante visitas o eventos especiales, lo que rápidamente la están convirtiendo en un referente, que le está dando identidad y orgullo a Camargo, la ciudad más antigua, y la más rica cultural e históricamente hablando en el norte de Tamaulipas.