El ‘show’ de Trump en la frontera: ‘Nos está matando’

La retórica sobre el muro pone en peligro las economías que dependen del tránsito diario entre EU y México

Los Algodones, BC. Si hay una emergencia en la frontera con México, en este lugar no queda claro de qué lado están los problemas. A las nueve de la mañana de un sábado, los que cruzan en grandes grupos el puesto fronterizo de Los Algodones son jubilados blancos norteamericanos y canadienses en dirección a México.  Son cientos de familias de gringos que invaden las calles de este pequeño pueblo de Baja California para arreglarse los dientes, hacerse gafas o comprar medicinas a una tercera parte de su coste en Estados Unidos. El pueblo más al norte de América Latina es, en tiempos de Trump, un termómetro de la vida normal en la frontera. PUNTO ESTRATÉGICO Los Algodones es un pueblo de 5,000 habitantes a orillas del río Colorado que está en esa esquina del mapa en la que hacen frontera los estados de California, Arizona y Baja California.  Tiene unos 320 dentistas y es una curiosa referencia mundial en tratamientos dentales. Los clientes vienen de todo Estados Unidos y Canadá.  El fin de semana les recibía antes de entrar en la garita fronteriza Michael Ochoa, que repartía publicidad de una de esas clínicas. Ochoa tiene 59 años, ha vivido en la frontera medio siglo y se parte de risa cuando se le pregunta dónde está la emergencia que ve el presidente Trump. “Está lleno de cagada. Nomás quiere hacerse publicidad”. Ochoa que el flujo de pacientes en Los Algodones no ha parado con Trump. El problema, afirma, “es la incertidumbre, saber qué va a hacer este güey”. Él tiene a familia repartida en los dos lados de la frontera, como miles de personas que viven como si esta línea no existiera. “Mi única preocupación es que no nos quedemos separados”. MURO DE PÚAS Sobre la valla que separa ambos países hay ahora una concertina de púas que antes no estaba. Es consecuencia del despliegue de soldados en la frontera y de una foto especialmente buscada por la Casa Blanca que da la sensación de militarización de la zona. La gente comenta al pasar que parece una zona de guerra. Es exactamente la sensación que se busca al pintar la frontera como una región salvaje fuera de control. El origen está en la llamada caravana migrante, grupos organizados de centroamericanos que están cruzando México para pedir asilo en Estados Unidos.  Estas familias acampan su desesperación junto a la valla y están generando problemas de convivencia en ciudades como Mexicali y Tijuana y desbordando la infraestructura de inmigración de Estados Unidos porque no está preparada para alojar familias juntas. Se calcula que hay unas 7,000 personas esperando a entrar por los pasos de California y Arizona. La estrategia de presentar esa realidad como una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos parece estar haciendo mella. “Al principio se notó”, asegura el doctor José Valenzuela, un dentista que ofrece en medio de este minúsculo pueblo tecnología de primer nivel. “Aquí llegó a haber unos 200 durante unas horas. Los pacientes hacían preguntas. Compañeros en Tijuana me dijeron que estaban cancelando citas”. Ha notado ese efecto psicológico en los pacientes. “La gente ve el alambre de púas y los marines acampados en la frontera y parece que está en una zona de guerra. Les meten miedo a la gente para controlarlos”. El Este de California y Oeste de Arizona es una de las zonas donde más está cambiando la frontera. Las detenciones de inmigrantes irregulares eran raras en este desierto. En 2018 esta ha sido la zona donde más ha aumentado la actividad migratoria. Las detenciones de familias (el perfil de migrante que es la nueva realidad de la frontera) han crecido en El Centro (California) un 97% y en Yuma (Arizona) un 140%. Son las cifras que están poniendo nerviosa a la Casa Blanca. Además, en esta zona están aumentando significativamente los decomisos de metanfetamina, la única droga cuyo tráfico está aumentando en la frontera. En lugares como Los Algodones, sin embargo, todo eso no existe. Y desde luego no supone una amenaza de seguridad. “Seguro que hay mucho que ver en la frontera, pero aquí los turistas no vemos nada”, dice Jody I., de 54 años, que viene de Canadá. “Claramente, hay problemas, pero no es un muro lo que lo va a solucionar”. A su lado, J. P, de 66 años y de Arizona de toda la vida recuerda los años en que los inmigrantes eran hombres solos mexicanos que trataban de eludir a la policía. Pero ya no es así. “Ahora buscan asilo. Esa gente no intenta cruzar, vienen a entregarse en los puertos de entrada. Un muro no va a cambiar eso”.