Cronista Municipal de Reynosa
(Segunda parte de dos)
Según con la versión de Taurino González, él había estado en la cantina Tampico Bar entre las 9:30 y 10 de la noche del 28 de junio de 1931, jugando en la máquina de apuestas con monedas de “nickel” (níquel) o de 5 centavos americanos, mejor conocidas como “nicleras”. De allí se había pasado para la cantina Río Grande, donde solo entró de pasada. Ahí, se internó hacia donde se encontraba el billar y donde había varias personas, entre las que se encontraban dos meseros del Tampico. Jorge “Yorgo” Orfanós nos cuenta que esa cantina tenía entre 4 a 5 mesas de billar al fondo del inmueble. Según el “Yorgo”, el Río Grande era administrado por el Sr. Santos, quién años más tarde administrara una funeraria por la calle Juárez.
Nos platican don Arnoldo de Gárate que el Tampico Bar se ubicaba al principio en la acera norte enfrente de la plaza Hidalgo, por la calle Zaragoza, antes que fuera mudado cuadra y media hacia el oriente por la misma calle por la acera opuesta. La cantina y billar Río Grande se encontraba en la esquina noreste de las calles Hidalgo y Matamoros. Su dueño, Crisóforo Garza había presidido la presidencia municipal de Reynosa en el año 1925, cuando los ayuntamientos de la villa duraban por un solo año.
Taurino explicó que se fue a acostar como a la media noche a la casa de su cuñado José Saldívar, donde se encontraba con su hermana Ester González. Declaró que después que se fue a la cama no salió para ninguna parte, quedándose dormido hasta la mañana. Mencionó que conocía a Francisco González, alias el Prisco, porque se lo había presentado Diego Sosa, cuando había trabajado para su hermano Magdaleno Sosa en el Texas Club Bar. Pero esa noche no se lo había encontrado en sus correrías.
Declaraciones en contra de Taurino
José Saldívar, el cuñado de Taurino era un empleado de 30 años de edad, originario de Ciudad Victoria, Tamaulipas. Éste había llegado a su casa entre la una y las dos de la madrugada, encontrando a su mujer sola. Explicó al Agente del Ministerio Público que no se dio cuenta cuando llegó su cuñado, por haber llegado un poco trastornado a su casa. Pero confirmó que Taurino había amanecido en su casa y que se levantó como a las ocho de la mañana. Saldívar ya había corrido a su cuñado de su casa, por la razón de que no quería trabajar. Pero debido a que su esposa se había enojado, le permitió a su cuñado que regresara.
Procopio Cisneros era el empleado que cambiaba monedas y billetes por monedas de 5 centavos en el Tampico Bar, para las tragamonedas “nicleras” en el juego de azar. Éste personaje negó haberle cambiado el tostón americano (50 centavos), ni haber visto que algún americano le diera una moneda a Taurino.
El joven había estado sentado en un cajón viendo jugar a otros, cuando a las 9:15 p.m., el propietario del bar Félix Ríos ordenó que lo echaran fuera del lugar por no tener objeto su presencia. Cisneros aclaró que una semana y media antes le había cambiado a Taurino un tostón de plata mexicana y un dólar, pero que esa noche de junio no le había cambiado ninguna moneda y que no era cierto que hubiese jugado en las máquinas. En un careo entre Taurino y Procopio, tres días después del robo, ambos reafirmaron sus posturas.
La población nocturna de Reynosa
Francisco González, mejor conocido como el Prisco, era un joven casado de 19 años de edad nativo de Reynosa, que trabajaba como empleado del Texas Club Bar. Al preguntarle el Agente del Ministerio Público sobre el robo en la cantina, ese mismo día 29 de mayo de 1931, dijo que ignoraba el hecho y se consideraba inocente sobre la sospecha que sobre él tuvieran.
En el interrogatorio se le preguntó sobre los lugares en dónde y con quién había estado desde las 10 de la noche del día anterior hasta que amaneció ese día 29. El Prisco trabajó esa noche en la cantina del Sr. Magdaleno Sosa hasta como las 9:30 p.m. Después salió a la esquina del Texas Club Bar, en las calles Juárez y Morelos de Reynosa. Ahí en las afueras del negocio se reunió con Juan Tobías de 28 años de edad originario de Matamoros, Jesús Aguilera de 24 años de edad y originario de Silao, Guanajuato, y Anselmo Salinas. Los cuatro individuos eran meseros y se fueron juntos a un baile que se celebraba en el salón de la Unión Sindical de Empleados de Restaurant y Similares.
La “Prohibición” o “Ley Seca” de bebidas alcohólicas en el país vecino había convertido a Reynosa en un lugar turístico, donde abundaban los establecimientos que ofrecían bebida, comida, música y los juegos de azar. En la tercera década del siglo XX surgió primero el sindicato de filarmónicos, seguidos por el de meseros y cantineros. A finales de la década nació también el de choferes. En esos tiempos, una parte de la población de Reynosa no dormía durante la noche.
El Prisco estuvo con sus amigos en el baile de los meseros hasta la medianoche, para después partir con Aguilera para la cantina Sabinas Club Bar. Ahí estuvieron solo un momento, continuando su diversión nocturna hacia la zona de tolerancia. Este lugar estaba ubicado en esos años en el lado sur de la calle Colón, en donde actualmente se ubican las calles Pascual Ortiz Rubio y Francisco Javier Mina. Ahí permaneció hasta el año de 1948, cuando sus edificios de madera fueron consumidos en su totalidad por un incendio.
Más o menos como la una de la mañana, el Prisco se quedó solo mientras que su acompañante Aguilera se le separó, agarrándose con una pupila. Éste era el término empleado para indicar a las mujeres que trabajaban en las casas de lenocinio. Después que se desocupó con ella, Aguilera regresó al centro de la ciudad como a las dos de la mañana con el Prisco y Anselmo Salinas.
Los tres estuvieron bebiendo café en el Café Sánchez. Por ese entonces ese tradicional establecimiento se encontraba por la calle Matamoros, no muy lejos de la calle Hidalgo. Aguilera mencionó en su declaración que no recordaba por donde iría, por el estado de embriaguez en que se encontraba. Tanto que no recordaba si anduvo con el Prisco.
De allí se fueron con la señora de los tacos que se encontraba en los portales de una casa de madera por la acera oriente de la calle Hidalgo la que, según el Prisco decía pertenecía a don Medardo González. Ahí volvieron a tomar café, antes de encaminarse hacia el norte por la calle Hidalgo. Los tres trasnochadores se separaron en la esquina donde se encontraba la botica de don Lauro E. Bolado, en la intersección de las calles Hidalgo y Morelos. La Botica Unión del Sr. Bolado fue derruida un poco después, a mediados de los años 1930. En ese predio existió después el Banco Mercantil de Monterrey y hoy en día lo ocupa el Banco Banorte.
Después de separarse de sus acompañantes como a las tres de la mañana, el Prisco pasó por la Comandancia de la Policía, donde vio al mesero Servando Medrano, parado en la puerta de ese lugar. De allí se pasó para su casa donde estaba solamente su esposa Martina Leal. Se fue acostar, parándose ya avanzada la mañana. Respecto a Taurino González dijo que en la noche lo vio en la cantina del Sr. Magdaleno Sosa.
El Procesado
En la declaración hecha por los peritos, los señores Emilio Pérez Ruiz y Andrés F. Vargas, se menciona que, con el morro del hacha encontrada en el lugar del robo, se había hecho la fractura en la cerradura para entrar a la cantina. Con la misma hacha se había quebrado la máquina de juego en la parte donde tenía depositados los “nickels”. El Agente del Ministerio Público consideraba este hecho como un delito de destrucción en propiedad ajena.
La Agencia del Ministerio Público suponía que era más de uno los autores del delito, pues se necesitaban al menos dos personas para mover una máquina “niclera”. Nuestro amigo el “Yorgo” recuerda que, de chamaco había visto una de estas máquinas de juego en el Club la Habana de don Juan Cubría, cerca del antiguo Puente Internacional. En ese mismo predio estuvo el primer local de la Cucaracha, por la calzada del Puente o actualmente los Virreyes. Nos contó que el dueño de las máquinas era un “pocho”, quién compartía un porcentaje de las ganancias del juego de azar con los propietarios de los establecimientos.
El Agente del Ministerio Público, Manuel A. de la Viña, no encontró méritos para detener al expresado Francisco González, el Prisco. Las declaraciones de sus amigos de parranda lo absolvían de la responsabilidad del robo. El Prisco fue puesto en libertad bajo resguardo, mientras continuaba el proceso de Taurino.
De la Viña consideró que había méritos para suponer que Taurino González fuera uno de los autores del delito, por lo que lo colocó en detención en la cárcel. Puso a disposición del Juez de Paz Mixto al expediente, al procesado con los diecinueve “nicles” que se le habían recogido, así como a el hacha. Taurino ya había estado en una cárcel pública, en Falfurrias, Texas. Esto había sido por el delito de robo de un automóvil.
Fotografía del Tampico Bar, en la parte norte de la Plaza Hidalgo de Reynosa en los años de 1930. Ahí, Taurino González decía haber ganado en la máquina “niclera” as monedas que traía en el bolsillo.