En los últimos tres años, en Durango se dispararon los crímenes y asaltos de la delincuencia organizada. Ahora renuncian decenas de policías, los actos públicos tienen que ser resguardados por el Ejército, numerosas poblaciones se encuentran casi desiertas y muchas escuelas permanecen cerradas. Además, los programas federales de apoyo a las comunidades pobres o marginadas se hallan seriamente obstaculizados por los atracos y asesinatos que, prácticamente sin resistencia, cometen los sicarios de por lo menos tres cárteles.
El miedo se impone
En los últimos tres años, en Durango se dispararon los crímenes y asaltos de la delincuencia organizada. Ahora renuncian decenas de policías, los actos públicos tienen que ser resguardados por el Ejército, numerosas poblaciones se encuentran casi desiertas y muchas escuelas permanecen cerradas. Además, los programas federales de apoyo a las comunidades pobres o marginadas se hallan seriamente obstaculizados por los atracos y asesinatos que, prácticamente sin resistencia, cometen los sicarios de por lo menos tres cárteles.