El huracán de 1933 en Reynosa

Los huracanes que pasaron por Reynosa fueron el Fort Pierce (Florida)-Brownsville con categoría 1 y el Cuba-Brownsville con categoría 5

Según los registros de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) del Departamento de Comercio de los Estados Unidos, el año de 1933 tiene el segundo lugar de las temporadas más activas de huracanes en el Océano Atlántico. En ese año se originaron 21 tormentas tropicales, de las cuales 11 se transformaron en ciclones o huracanes de diferentes categorías o niveles, del 1 al 5. Cinco pegarían en el estado de Tamaulipas, y de estos, dos tocarían tierra en las inmediaciones de la desembocadura del río Bravo. Todos los ciclones de ese año se les conocen como del año 1933.

Los huracanes que pasaron por Reynosa fueron el Fort Pierce (Florida)-Brownsville con categoría 1 y el Cuba-Brownsville con categoría 5, dentro de un lapso de tiempo de un mes. Estos fueron el quinto y el octavo en aparecer durante la estación de 1933. El que hizo más daños a Reynosa fue el segundo. Este se había formado en el Océano Atlántico, adquiriendo la máxima categoría 5 con vientos que alcanzaron hasta 240 km/h antes de cruzar por la parte norte de Cuba, donde dejó una estela de destrucción. Ahí quedaron 170 muertos y más de 100,000 personas sin hogar.  Este huracán, para entonces de categoría 3, impactaría al continente con vientos de 205 km/h en la parte sur de la Isla del Padre, al norte de Brownsville, Texas.  Su trayectoria fue casi en línea recta en dirección sur poniente hacia el área de la actual Presa del Cuchillo en Nuevo León.

El ciclón atravesó el río Bravo, cerca del cruce de los Indios, centrando al poblado de Río Bravo. Todavía con fuerzas de categoría 1 pasó muy cerca de Reynosa con vientos superiores a los 100 km/h.  En el Valle del Río Grande, en Texas, se contabilizó 40 personas fallecidas, habiendo causado una destrucción casi total de los huertos de cítricos.

Destrozos en Reynosa

Existen en el Archivo Municipal de Reynosa alrededor de un centenar de documentos, entre telegramas, cartas, oficios y reportes, que nos relatan las circunstancias en que vivieron los reynosenses este fenómeno meteorológico.  El día 6 de septiembre de 1933, el entonces alcalde Manuel Garza Zamora reportaba al Gobernador del Estado, que desde las 20 horas del día 4 de septiembre se había sentido la intensidad de los vientos del ciclón, los cuales duraron hasta las quince horas del día siguiente, causando incalculables pérdidas materiales sin registrar desgracias personales. 

No hacen muchos años nos platicó don Ángel “Nene” González de los Santos Coy, que cuando era un niño de ocho años vivía en la parte norte de la Plaza Principal; todavía quedaban los restos de los puestos de la feria anual que se celebró durante los primeros días del mes de agosto de ese año de 1933. Pronto volaron las láminas de la refresquería el “Nevado de Toluca,” que se encontraba en la parte poniente de la plaza. El ciclón les llegó por sorpresa sin ningún aviso esos primeros días de septiembre, no existía medios de comunicación que los previnieran. Recordó el “Nene,” que su padre lo envió en la mañana a comprar pan de dulce del Café Fénix, que se encontraba en la esquina de las calles Hidalgo y Morelos, pues había salido el sol momentáneamente, como si todo hubiera pasado, pero pronto volvió el viento.

El amigo del “Nene”, don Jorge Orfanos Faralakas mejor conocido como el “Yorgo” y quien sobrevive a su entrañable compañero de la infancia, recientemente nos platicó que él vivía con su familia en la bajada que hace la calle Zaragoza hacia el oriente de la Plaza Hidalgo. En ese año de 1933 todavía existía el famoso Cristal Palace en la esquina de las calles Zaragoza con Juárez. Ellos vivían por la parte posterior de ese edificio; recuerda que la vivienda donde pasaron la tempestad tenía una puerta, aunque con un grosor impresionante, los vientos huracanados la abrían insistentemente hacia adentro. A sus ocho años de edad recuerda como su padre, Juan Orfanos, colocaba un varejón o rama de un árbol en ángulo para impedir que las ventiscas abrieran la dicha puerta. 

Los daños fueron cuantiosos para la pequeña ciudad y todas las comunidades del municipio. En ese entonces todavía no se habían emancipado de Reynosa los municipios de Río Bravo y Díaz Ordaz.  Los reportes de las comunidades río abajo empezaron a llegar desde el día 6 de septiembre, muchas personas habían perdido sus hogares y se encontraban sin techo en San Rafael de las Flores (inmediaciones del actual Nuevo Progreso) al igual que en estación Canales donde había desaparecido la escuela. Llegó información similar del subdelegado del área entre Santa Ana y San Luis. Para el 9 de septiembre, se temía empeorara la situación con motivo de la creciente del Río Bravo; ya se mencionaban más de mil familias sin hogar. Desde el día 8 se implementó el Comité Pro-damnificados de Tamaulipas, nombrando a Manuel Garza Zamora como su dirigente regional.  A nivel nacional, Emilio Portes Gil dirigió este comité que se encontraba en continua contingencia debido al crecido número de ciclones que afectaron al país ese año.

El 13 de septiembre, don Manuel Garza Zamora informó al gobernador que los daños del ciclón ascendían a un total de $250,000.00 pesos. En Reynosa más de 200 viviendas habían desaparecido en su totalidad, todas ellas humildes. En la ciudad la mayoría de las fincas de regular construcción tenían averías.  Las siembras de temporal de maíz y frijol se perdieron en su totalidad, que se decían venían en excelentes condiciones. En la congregación Río Bravo quedaron totalmente destruidas 43 casas de madera, propiedad de la Compañía Explotadora y Fraccionadora del Bajo Río Bravo.

El alcalde reportó también la necesidad urgente de reparar los techos de las Escuelas Oficiales de niñas Josefa Ortiz de Domínguez y la de varones Miguel Hidalgo.  El ciclón dejó casi sin techumbre a los edificios escolares, “a tal grado, que era humanamente imposible trabajar en ellos, con la circunstancia del completo deterioro de pisos y muebles a consecuencia de las continuadas lluvias.”  Las reparaciones se hicieron con la cooperación del pueblo y la Cruz Roja Mexicana.  Se hicieron algunas representaciones en el Teatro Juárez para recaudar fondos.

A través de oficios, el alcalde pidió a diferentes propietarios de ranchos para que apoyaran a los vecinos con la madera para construir sus nuevos hogares. Con insistencia el alcalde pidió el apoyo de la Aduana; el 12 de octubre, el Presidente de la República Abelardo L. Rodríguez expidió un decreto en el cual otorgó la exención de derechos de materiales de construcción para los vecinos fronterizos.

La inundación fue fatal, don Jesús Ríos Salinas (q.e.p.d.), quien tenía 11 años cumplidos, nos platicó unos años atrás que su familia se vio en la necesidad de abandonar su hogar en la esquina de las calles Aldama y Juárez, al subir la creciente del río Bravo. Ellos se mudaron a la casa de su abuela por la calle Aldama e Hidalgo.  Comentó que Reynosa quedó hecha una isla, pues el agua del río rodeaba por la vía del ferrocarril. En esa inundación, Reynosa quedó totalmente incomunicada, el Puente Internacional se ladeó al hundirse la zapata de concreto del lado americano. Ese puente tenía siete años de haber sido inaugurado. Otro de los íconos de Reynosa que desapareció con los vientos del huracán de 1933 fue la Plaza de Toros de Reynosa.  La imponente construcción de madera, para 5,000 espectadores inaugurada seis años antes, quedó hecha astillas.

Epidemia de Malaria

Las secuelas de la inundación repercutieron en noviembre incubando una terrible epidemia de malaria (paludismo).  El día 14 de noviembre, el presidente en turno don Roberto Hernández reportaba al encargado de la Delegación Sanitaria Federal, don Alfredo Leal: “En las últimas fechas se ha venido recrudeciendo alarmantemente la epidemia de paludismo debido a las inundaciones en esta región… se pide el envío de comprimidos de quinina… por lo menos 5,000 para aplicarlos a millares de pacientes en las rancherías, de este municipio.”

En Reynosa estuvieron la Brigada Sanitaria de la Cruz Roja Mexicana dirigida por el Dr. Priani y los doctores Carlos Aguilar, José Serrano y Fernando Vigil, junto con camilleros, que después atendieron la grave situación en Matamoros. Desde octubre se empezaron a petrolizar trece de los grandes charcos que habían quedado del huracán, en las calles principales y en lotes aledaños en lo que es ahora la zona centro de esta ciudad. 

Los fuertes vientos y lluvias generados por las fuerzas de ciclones tropicales han continuado trastocando intermitentemente la rutina cotidiana de los habitantes de estas latitudes. Por décadas, el huracán o ciclón de 1933 marcó los estándares a considerar en situaciones similares en ambos lados del bajo río Bravo. Los canales de desagüe y bordos de contención para proteger a las ciudades y a otras comunidades ribereñas fueron planeados desde ese entonces; estructuras que han sido rediseñadas con los diferentes embates de la naturaleza a través del tiempo.


La primera plaza de toros de Reynosa, construida de madera, fue totalmente destrozada.