SE BUSCA PAPÁ
Se Busca Papá es una película de fórmula y, como tal, funciona bastante bien.
Desde que inicia uno sabe cómo va a terminar y eso no es necesariamente malo.
La historia original del director Javier Colinas en colaboración con Paulette Hernández y Fernando Barreda Luna, con guion de Víctor Avelar, cuenta la historia de una adolescente apasionada por el ciclismo, pasión a la que su madre se opone porque su esposo, que tenía la misma afición, murió en un accidente.
La chica quiere participar en una competencia muy importante, pero necesita la anuencia paterna par entrar, así que junto con una amiga hacen un casting para conseguir un actor que se haga pasar por su papá.
La madre es productora de cine en activo y el actor elegido tiene problemas de liquidez y un pasado doloroso.
El tono de la narrativa se inclina ligeramente por el melodrama, pero justo por ello es que resulta muy fácil para la audiencia engancharse con la trama.
Juan Pablo Medina y Silvia Navarro, como Alberto, el actor y Fernanda, la productora, respectivamente, se desenvuelven bien en la trama, aligerando en buena medida lo desagradable que puede resultar el personaje de Blanca, la jovencita ciclista.
El reparto de actores que hacen pequeñas partes es uno de sus grandes atractivos.
Se Busca Papá es una película totalmente blanca que contrasta con un contexto como el actual donde la cercanía de un adulto con una menor de edad generalmente levanta suspicacias.
LA ÚLTIMA NOTA
Después de dos películas donde combinaban acción viva con animación, Los Pitufos regresaron en una versión que asemeja más a las caricaturas del pasado. La anécdota es muy sencilla: Pitufina tiene una crisis de identidad y existe una nueva aldea donde hay más Pitufos femeninas, como ella. La cinta es muy ágil, tiene mucho colorido y cuenta con nuevas criaturas que llamarán mucho la atención de los pequeños. Hay unos conejos fosforescentes maravillosos. Además es el tipo de entretenimiento familiar que es lo suficientemente agradable para los adultos, con una anécdota simple. Para los que se acuerdan de los Pitufos antes de sus modernizaciones cinematográficas también aporta el factor nostalgia que bien sabemos vende mucho en nuestros días. Es entretenimiento familiar, blanco, muy apropiado para encerrarse en casa. (Eduardo Molina)