La decisión de eliminar gradualmente la energía nuclear y cambiar de combustibles fósiles a energía renovable fue tomada primero por el gobierno de centroizquierda de Gerhard Schroeder en 2002.
Su sucesora, Angela Merkel, dio marcha atrás a su propia decisión de extender las operaciones de las plantas nucleares alemanas tras el desastre de Fukushima registrado en Japón en 2011 y estableció el año 2022 como la fecha límite para su cierre definitivo.
Los tres reactores que están siendo cerrados empezaron a funcionar a mediados de la década de 1980. Juntos, brindaron electricidad a millones de hogares alemanes durante casi cuatro décadas.
Una de las plantas —Brokdorf, localizada a unos 40 kilómetros (25 millas) al noroeste de Hamburgo, en el Río Elba— se convirtió en un foco particular de las protestas antinucleares que estallaron a raíz de la catástrofe de 1986 en Chernóbil, en la Unión Soviética.
Las otras dos plantas se encuentran en Grohnde, aproximadamente a 40 kilómetros al sur de Hannover, y Grundremmingen, a 80 kilómetros al oeste de Múnich.
Las tres plantas nucleares restantes en Alemania —Emsland, Isar y Neckarwestheim— serán detenidas para finales de 2022.