A 50 años de ‘Los hijos de Sánchez’ Urgente, un estudio sobre la pobreza
Hace 100 años, el 25 de diciembre de 1914, nació en la ciudad de Nueva York el antropólogo Oscar Lewis, quien vino a México a finales de los años cincuenta para estudiar la migración de la población rural hacia las urbes. Pese al impacto de su libro ‘Los hijos de Sánchez’, un fenómeno de best seller casi inédito en el campo de la antropología, diría Guillermo Bonfil Batalla en su momento, su centenario apenas fue recordado con un boletín de prensa de su casa editorial, el Fondo de Cultura Económica (FCE).
by Judith Amador Tello / Proceso
México,D.F.A diferencia de los festejos que a lo largo del pasado 2014 se hicieron por los centenarios de los autores mexicanos Octavio Paz, Efraín Huerta y José Revueltas, el de Lewis paso prácticamente inadvertido para las instituciones oficiales de la cultura. El FCE publicó en 2011 una edición conmemorativa por los 50 años de la primera publicación del ensayo en inglés.Cuando salió a la luz por primera vez en español, en 1964, causó tal indignación en el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz –no sólo por el desempacho con el que los integrantes de la familia Sánchez hablaban de su sexualidad, sino porque evidenciaban los fracasos del sistema político mexicano–, que Arnaldo Orfila Reynal fue despedido del FCE luego de más de 17 años al frente de esa casa editorial.Vicios y virtudes de LewisEspecialista en literatura hispánica e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, donde dirigió la tesis Oscar Lewis, una historia cultural. Análisis historiográfico de Los hijos de Sánchez, de Alicia Puga Hernández, el historiador Víctor Díaz Arciniega considera que, en su momento, Lewis tuvo una aceptación “medianamente buena” en la comunidad antropológica. A ello atribuye que no se le incluyera en los centenarios de 2014. Su trabajo científico antes de Los hijos de Sánchez fue criticado incluso por Manuel Gamio, “uno de los grandes maestros de la antropología”, pese a que por él vino a México a estudiar la comunidad de Tepoztlán. Recuerda que antes de Lewis hizo un trabajo pionero el también antropólogo estadunidense Robert Redfield, quien a la llegada de Lewis ya tenía una prestigiosa trayectoria en México. Inicialmente Lewis se fascina con la obra de Redfield y después trata de descalificarla. El trabajo de Lewis fue cuestionado también por Gonzalo Aguirre Beltrán, Ricardo Pozas Arciniega y Guillermo Bonfil Batalla, aunque él fuese muy joven entonces. Pusieron en tela de juicio sobre todo sus métodos científicos, como las pruebas proyectivas del psicoanálisis, encuestas, carecer de fuentes o no citarlas, y su pretensión literaria, aunque se reconoció su interés por los migrantes, aspecto al cual Redfield no dio mucha importancia.Díaz Arciniega no se explica (“es una pregunta que me he hecho varias veces”) cómo el FCE aceptó la publicación de Los hijos de Sánchez. Seguramente les interesó el tema y el tratamiento:“Para esos años era una perspectiva muy crítica, porque las promesas de la Revolución Mexicana no se cumplían y el libro mostraba eso. Lo mostraba ¡en la Ciudad de México! Y con un tono francamente melodramático.”Se le consideró, detalla, no un libro de antropología, sino un ensayo sociológico libre y lleno de sesgos. Ello abonó al ambiente de tensión generado en el FCE, en particular contra Orfila. Fue cuando Luis Cataño Morlet, en nombre de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, puso una demanda ante la Procuraduría General de la República y se armó “un mitote periodístico”.La pregunta es si al margen de las deficiencias científicas o metodológicas, de la demanda y el escándalo, fue valioso saber cómo vivía la familia Sánchez y si era representativa de la gente pobre en la ciudad.Círculo viciosoRelata que, durante el examen de posgrado de Alicia Puga, sus colegas Andrés Medina y Arturo Grunstein cuestionaron la vigencia de Lewis en la antropología mexicana actual. Puga les respondió que en la UAM Iztapalapa se estaba haciendo una revaloración del concepto “antropología de la pobreza” y del estudio de las familias. Y si bien el antropólogo no fue riguroso, sí atendió con particular detalle los mecanismos de reproducción de la pobreza:“Los hijos de Sánchez es estupendo en este aspecto: Muestra el círculo vicioso que impide que un miembro del clan se salga, ponga casa aparte y tenga una perspectiva distinta. Es un tema fundamental para nuestro presente: ¿Cómo romper el círculo vicioso de la pobreza?”Precisa Díaz Arciniega que no es antropólogo, sino historiador, especializado en historia cultural y literaria, y desde su perspectiva juzga esencial estudiar la antropología de la pobreza y el núcleo familiar como representación de una sociedad.Luego recuerda que el dramaturgo y periodista Vicente Leñero hizo una adaptación del libro al teatro, y más tarde se hizo la película, que resultó “bastante mala porque se engolosinaron con el melodrama”. Pero el melodrama, agrega, ya estaba en la obra de Lewis, él mismo abusó de él. Sin embargo, rescata que se ven con claridad los hilos conductores de la reproducción de la pobreza y la imposibilidad de superarla, lo cual “desde el punto de vista antropológico es muy bueno”.“El problema es que Lewis no veía la parte etnográfica, sino el melodrama. Eso es lo que le criticaba muy fuertemente Robert Redfield: ¿Por qué lleva sus prejuicios a sus objetos de estudio?”.¿Realmente un antropólogo puede ser rigurosamente objetivo en sus estudios? Para Díaz Arciniega la objetividad debe estar por delante de todo, pero admite que no pocos antropólogos se han involucrado en causas como la del Ejército Zapatista de Liberación Nacional tras su trabajo de campo en Chiapas; es “un fenómeno humanamente normal”. Aunque, “como cualquier disciplina que pretende ser rigurosamente científica, la antropología tiene herramientas para privilegiar la objetividad por encima del sujeto que está realizando el estudio”.Se le menciona la comparación hecha en estas mismas páginas en la entrevista con Carlos Zolla de la novela Los albañiles, de Vicente Leñero, como un posible objeto de estudio:–Hay diferencia entre una obra literaria y un estudio sociológico, pero cuando el lector ve ambos y encuentra elementos de conocimiento de la sociedad ¿son igualmente valiosos?–La analogía que hace el investigador con el cual conversó me parece muy afortunada, porque Vicente Leñero –con la sensibilidad de un hombre que tiene una formación, trunca si se quiere, pero puede percibir el drama humano que hay dentro del gremio de los albañiles– tuvo la delicadeza de reconstruir lo más verosímilmente un fenómeno social: Cómo viven, cómo se desenvuelven, a qué problemas se enfrentan, cuál es la dinámica entre el patrón y el empleado, y da una visión –subrayó– literaria de una realidad.“En sentido inverso, Oscar Lewis ve la realidad, la estudia, pero su discurso propiamente antropológico pretende tonos literarios. Es decir, no busca lo verosímil, da por hecho que es verdad, y escribe con un estilo que se acerca a un realismo. Entonces sale de ahí una mezcla que no es convincente para uno como lector.”–Aunque sea criticable, ¿es actual? ¿Lo que dice acerca de que la Revolución no le cumplió a esa familia, se aplica a las familias de hoy?–Ajá, es cierto, estoy completamente de acuerdo. Habría que preguntarse algo que es muy significativo: Tenemos un fenómeno social llamado Revolución Mexicana y lo vamos a encuadrar en otro que es decisivo, fundamental, para la historia contemporánea de México, que es, y estamos a punto de celebrar el centenario, la Constitución de 1917.“¿Qué ocurre con la Constitución? Cualquiera diría que es una Constitución como cualquiera. ¡Falso! Hay por lo menos tres artículos, el tercero, educación; el 127 y el 123, trabajo y tierra, y sumemos si usted quiere el artículo dedicado a la religión, esos tres o cuatro le dan un perfil profundamente social al resultado de la Revolución que se codifica en la Constitución. Esto es lo que hace que la Revolución Mexicana sea santo y seña de una estrategia política.”Pero rememora que hacia los años setenta y ochenta, con Luis Echeverría y José López Portillo, comienza a cambiar la política social y económica del gobierno, sin “usar la frontera del neoliberalismo y el Fondo Monetario Internacional, la crisis de 1982, porque sería lo más estereotipado”. Ante esa crisis se implementa una política social intensiva, pero con dinero prestado. Ahí “ya entramos en el atolladero”. Luego la salida ante las crisis fue una política económica en “detrimento de una política social: educación, salud, distribución de la riqueza”. Se dio más juego a lo económico.“Carlos Salinas de Gortari dijo: De arriba va a descender la riqueza hacia abajo. ¡Pues yo sigo esperando! No ha descendido, pero no es culpa de México, es culpa de una organización mundial de la economía y estamos involucrados.”–Entonces, ¿estudiar la pobreza es vigente?–No sólo vigente, es una tarea urgente: Cómo romper el círculo vicioso sin caer en esta actitud proteccionista, caritativa, que durante décadas tuvo el gobierno mexicano. Cómo fortalecer el autoempleo, cómo fortalecer la autoeducación y, sobre todo, cómo fortalecer la autoconciencia como ciudadanos. Pero no creo que esto sea función de Oscar Lewis.