A 20 años del 9-11

Gobierno y sociedad estadounidenses sospechan de todo extranjero y de sus compatriotas cuya piel no sea blanca

Los 20 años transcurridos desde los ataques terroristas del martes 11 de septiembre de 2001 cambiaron el comportamiento del mundo, a tal grado que gobierno y sociedad estadunidenses sospechan de todo extranjero y de sus compatriotas cuya piel no sea blanca.

Además de ajustes tan simples que ya son parte de la cotidianidad global –como quitarse zapatos y cinturón en los aeropuertos–, en Estados Unidos el racismo y los ataques de odio se enquistaron tanto, que sus propias autoridades hoy los clasifican como terrorismo doméstico.

Ironía política y de la vida es que, a días de cumplirse el vigésimo aniversario de los siniestros en Nueva York, Washington y Pensilvania, un presidente demócrata, Joe Biden, puso fin al último rescoldo de la guerra de la venganza, dando por terminada la ocupación militar en Afganistán.

El 18 de septiembre de 2001 el entonces presidente estadunidense, el republicano George W. Bush, firma la resolución conjunta aprobada por el Congreso federal de su país que autoriza la represión contra los responsables de los ataques terroristas, escondidos en Afganistán.

El 7 de octubre de ese mismo año el Pentágono inicia la guerra e invasión en Afganistán para encontrar y eliminar a los responsables de los ataques terroristas: la agrupación extremista islámica Al-Qaeda y su fundador y líder, el saudita Osama Bin-Laden.

Un mes después de la invasión, los talibanes –que gobernaban Afganistán y que ahora con la decisión de Biden regresaron al poder– dejan Kabul, se esconden en las montañas de Tora Bora y refugian con ellos a Bin-Laden, que escapa ileso de los ataques del Pentágono.

La guerra e invasión de la venganza de Bush imprime su primera imposición imperialista cuando en diciembre de 2001 Hamid Karzai es declarado presidente afgano y líder de un gobierno interino supervisado y manipulado por y desde Washington.

Ante el fracaso de eliminar a Bin-Laden, pese a diezmar a Al-Qaeda, el 17 de abril de 2002 Bush anuncia el Plan de Reconstrucción de Afganistán y promete sacar lo antes posible a las tropas estadunidenses de ese país, algo que no se hizo hasta el pasado 31 de agosto por decisión de Biden.

La otra guerra de la venganza, fincada en mentiras y suposiciones de Bush y su vicepresidente, Dick Cheney, de que Saddam Hussein, expresidente de Irak, estaba ligado con Al-Qaeda, es un capítulo aparte pero queda dentro del anecdotario de las dos décadas desde el 9/11.

Afganistán y la guerra de la venganza por los atentados de septiembre de 2001 dejan un saldo indeleble en Afganistán para Estados Unidos: 2 mil 461 de sus soldados muertos, más de 20 mil heridos y un desperdicio de 300 millones diarios gastados durante dos décadas, parte en el equipo militar del que se adueñaron los talibanes.

No fue en Afganistán sino en Pakistán donde el 2 de mayo de 2011, y bajo las órdenes del presidente demócrata Barack Obama, que Bin-Laden es eliminado por un comando especial de los equipos de tierra, mar y aire de la Marina (los Navy Seals.)

DE OBAMA A TRUMP

En noviembre de 2008 la historia dio otro giro radical en Estados Unidos. Barack Obama, un afroamericano, senador federal del Partido Demócrata y representante del estado de Illinois, fue electo presidente de la nación, sacudiendo a conservadores y a grupos supremacistas blancos.

La élite política, conservadora y tradicional del Partido Republicano quedó en estado de shock; minorías étnicas sí, como representantes o senadores federales y hasta gobernadores de algún estado… pero un hombre de raza negra en la Casa Blanca, no, inconcebible.

A lo largo de los dos periodos de cuatro años de su Presidencia –se reeligió en noviembre de 2012– las tensiones raciales y los crímenes de odio se incrementaron, especialmente en los estados del sur.

De acuerdo con las estadísticas oficiales del FBI, durante la presidencia de Obama hubo un aumento de 21% en los crímenes de odio, respecto a los ocho años de los dos mandatos presidenciales de Bush.

Entre 2008 y 2016 en Estados Unidos se cometieron 9 mil 160 crímenes de odio reportados ante el FBI, entre los cuales 4 mil 704 –o 72.6%– fueron motivados por discriminación racial.

Comienza conmemoración en zona cero de Nueva York

Los actos de conmemoración del aniversario del 11-S en la zona cero comenzaron el sábado con un repique de campana y un momento de silencio, exactamente 20 años después del inicio del ataque terrorista más mortífero en suelo estadounidense.

   El presidente Joe Biden, los expresidentes Barack Obama y Bill Clinton, miembros del Congreso y otros dignatarios se unieron a una multitud de familiares de las víctimas en la plaza conmemorativa del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York.

Estado de pánico

Nada de lo ocurrido en Afganistán ahora, ni la muerte de Bin-Laden, cambiaron tanto la vida diaria en Estados Unidos tras los ataques terroristas como las acciones tomadas por su gobierno a nivel nacional.

El miedo a otros atentados como los padecidos en las Torres Gemelas de Nueva York, el del Pentágono en Washington o el derribo del avión en Shanksville, Pensilvania, se palpó durante varios años en todo el país con los sistemas de alerta diseñados con los colores de un semáforo: rojo, amarillo y verde, para definir el nivel de riesgo.

Todo era sospechoso de ser un potencial artificio de terroristas; una simple bolsa de papel tirada a media calle o dejada en un bote de basura cerca de un edificio federal o de la Casa Blanca, paralizaba durante horas y horas cualquier ciudad y sobre todo a la capital estadunidense.

Cercar con vallas de acero o de cemento los edificios federales, estatales y de los gobiernos locales, pero sobre todo la Casa Blanca, el Capitolio, el Pentágono y el Departamento de Estado, fueron la expresión de que los estadunidenses vivían en estado de pánico y que hoy es la norma.