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Acción en Yucatán

Para los que gustan de lo bueno para turistear, la opción ideal es esta tierra maya.

Mérida, Yucatán 

Acción en Yucatán

Para aprovechar al máximo los días en esta tierra maya, lo ideal es despertar junto con el sol o, por lo menos, no quedarse en la cama después de las ocho de la mañana.  

Tras desayunar unos panuchos de cochinita pibil o una torta de carne asada con queso y un vaso de agua de chaya en el mercado Santa Ana, el itinerario indica dirigirse hacia el oeste de Mérida para encontrar la Reserva de la Biósfera Ría Celestún.

Luego de poco más de una hora de camino, nos presentamos en el muelle donde don José aguarda. Él fungirá como capitán de la embarcación y guía experto en aves. 

Aún no ha encendido el motor de la lancha cuando asegura que es un día afortunado: la reserva está plena de flamencos; lo confirma una línea rosada entre la ría y el cielo que se alcanza a mirar sobre el horizonte. 

LUCES Y SOMBRAS

Sólo los oriundos saben en qué momento girar drásticamente a la izquierda para entrar a un juego de luces y sombras creado por el sol y las ramas; sobre una, en lo más alto del manglar, descansa un águila y entre ellas, sobre el suelo lodoso, se oculta un cocodrilo bebé. 

Como broche de oro a la jornada: un ojo de agua lleno de peces en el que se puede nadar por unos cuantos minutos o andar a su alrededor a través de pasillos de madera.

Y la comida que aguarda en el pueblo pesquero de Celestún, a menos de 20 minutos de distancia en automóvil, donde platos preparados con pescados y mariscos son los protagonistas: cebiche de pulpo, filete de pescado al mojo de ajo, camarones empanizados y empanadas de cangrejo para abrir boca. Esto, maridado con una cerveza fría y vista al mar.

SABOR A HOGAR

Otro destino a visitar es el pueblo de Motul -a 40 kilómetros de Mérida-, que atrae viajeros con el mejor desayuno: huevos motuleños. 

Desde las ocho de la mañana, doña Evelia Arce y Escamilla se encarga de saciar el hambre con su receta de dos huevos estrellados dispuestos entre dos tortillas fritas con frijol colado y cubiertas con salsa de jitomate, jamón picado y chícharos. Y para acompañar: agua de horchata.

Con el estómago lleno, continuamos hacia el este del Estado para llegar a la zona arqueológica de Ek Balam para conectar con la cultura y la selva maya. 

Tras caminar entre templos, altares y un juego de pelota, la Acrópolis se presenta imponente con sus 32 metros de altura. Un reto que hará vencer el vértigo y latir con fuerza el corazón.

115 ESCALONES

Vale la pena ascender los 115 escalones para admirar la belleza entera del paisaje y una fachada teratomorfa (monstruosa) de estuco hecha con molduras, única en la región. 

Seres alados (que no ángeles) hablan de la divinidad del lugar, y las fauces del monstruo indican la entrada al inframundo. 

Una vez en tierra firme, sólo hay que seguir el camino de kilómetro y medio que lleva al cenote vecino. Tenemos dos opciones: ir en bicicleta o a bordo de un tricitaxi. 

A NADAR

En X’canché se puede nadar en compañía de bagres, volar por encima del cenote en tirolesa y lanzarse al agua con una cuerda de tarzán o descender 12 metros a rapel. 

Los menos osados deciden rodear el cenote bajando por las escaleras de madera y cruzando el puente colgante para tener vista desde todos los ángulos. 

Pero lo mejor en este lugar es flotar en el centro, mirar hacia el cielo y ver el vuelo de los pájaros. 

No escuchar nada, salvo tu respiración. Así, cualquier agitación encuentra calma y el espíritu espera que el tiempo se haga longevo. 





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