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A Harvard y Nueva York

El tzotzil Alberto López Gómez compartió cómo fue su transición para exigir su derecho a ser tejedor y ahora pone a México en alto

Ciudad de México.

A Harvard y Nueva York

A Alberto López Gómez le gusta que le digan artesano y no diseñador. No estudió diseño, pero sus creaciones, dice, salen del corazón.

Alberto es un indígena tzotzil que aprendió el arte del telar de cintura hace seis años y este 2020 dará una charla en la Universidad de Harvard el 31 de enero y el 2 de febrero presentará sus diseños en el Fashion Week de Nueva York.

El chiapaneco comparte en entrevista que está más que orgulloso de representar sus raíces indígenas y a las compañeras —como él las llama— que han preservado el telar a través de generaciones.  

El joven de 31 años nació en Magdalena Aldama, uno de los 118 municipios del estado de Chiapas, con seis mil 712 habitantes, según datos del Inegi de 2015.

“MAL VISTO”

Desde niño se sintió atraído por el telar de cintura que veía en su madre, hermanas y en las mujeres de la comunidad, pero era mal visto que los hombres se dedicaran a ello.

Tenía esa emoción por hacerlo y sé que es complicado, pues un hombre que esté trabajando en telar de cintura, las compañeras lo ven como mal.

Cuando le dije a mi mamá que quería aprender a tejer me dijo: ‘¿en serio?’. Me contestó ‘sí, te voy a enseñar, eres mi hijo y te quiero mucho’”, recuerda López.

Los hombres son del campo, dice tajante. Por ello, fue mal visto y sufrió discriminación por empezar a tejer.

A veces en mi pueblo no hay nada, es complicado ganar dinero y por eso empecé a trabajar, a tejer”.

La misma suerte fue con su educación. Alberto estudió hasta la prepa, aunque no la terminó. Debido a que Magdalena Aldama es una población pequeña, cuenta que los maestros apenas iban dos o tres veces por semana; es complicado estudiar en condiciones así, subraya en un español casi perfecto que ha aprendido poco a poco.

APOYADO POR LA FAMILIA

Cuando comenzó a tejer, dos (de sus cuatro) hermanas también le enseñaron, “me respetaron y apoyaron muchísimo. Agradezco a Dios que me apoye mi familia”.

 Tan es así, que sus dos hermanos, después de dedicarse el campo, ahora ya también hacen telar de cintura, “pues vieron que pueden mantener a su familia y salir adelante”, comenta López Gómez, huérfano de padre al año y medio de nacido.

Si bien el joven tiene seis años tejiendo, su fama se incrementó a partir de abril pasado cuando la Coordinación Alemana de Derechos Humanos en México subió un video a YouTube titulado El derecho a ser tejedor en Chiapas.

En el clip se cuenta la historia de Alberto en cuatro minutos y fue el motivo para que Estados Unidos lo volteara a ver.

SE INTERNACIONALIZA

El chiapaneco participará en el panel Movimientos Sociales. La lucha contra el racismo y la exclusión de la Universidad de Harvard y presentará seis prendas para mujeres y seis para hombres en el Fashion Week de Nueva York el 2 de febrero.

Relata que lo contactaron y lo invitaron por ser un joven trabajador y talentoso. Él dijo que sí, pero que no tenía recursos para poder viajar, así que si lo ayudaban con eso, “con mucho gusto”.

Le mandaron una carta invitación y después fue a sacar su visa a Tijuana, pues ni en Mérida ni en Ciudad de México había fechas disponibles.

Viajará solo y “feliz por representar a mi pueblo, a mis pueblos indígenas, como maya tzotzil”, explica orgulloso.

Alberto también está agradecido con las personas que apoyan a la comunidad y les abren las puertas.

Los de las comunidades indígenas casi somos marginados, por ejemplo, nosotros, como hablantes de tzotzil, no sabemos hablar en español. Yo apenas estoy aprendiendo español porque los maestros no lo hablan, ninguna de las comunidades lo hablan y me siento orgulloso de representar a mi pueblo”.

Ahora, dirige un taller de 150 personas entre mujeres, hombres y jóvenes, afincados en San Cristóbal de las Casas.

El artesano sabe que ha abierto una brecha. Dio luz a los hombres y a los jóvenes para que vean que trabajando todo se puede. A enseñarles que tienen el derecho de ser tejedores.

El machismo nos mata”, dice tajante. Por eso plática con niños de primarias y secundarias para que vean que “juntos podemos apoyarnos entre familias para quitar el machismo.

Hay compañeros que no saben si tienen el derecho de poder hacerlo, por eso estoy rompiendo la cadena. Estoy tratando de luchar para apoyar hasta donde pueda a toda la gente de mi pueblo”, expresa.

Durante la charla, Alberto agradece mucho a Dios. Se dice católico, religión que le inculcó su madre. “Estoy seguro que Dios nos escucha. Confío y creo en Dios, por eso siempre hablo de él, le pido mucho.

Mi mamá me ha dicho que si confío en Dios me va a apoyar y ha sido cierto.”

EXPORTA AL EXTRANJERO

Apoyo es lo que ha encontrado el joven tzotzil también en su comunidad.

Juntos exportan sus creaciones a países como Alemania, Suiza, Francia, Estados Unidos y Colombia.

La vida les ha cambiado para bien, pues al final, reconoce, “las compañeras vieron que nuestro trabajo es muy importante.

Nos ha cambiado algo la vida, ya tienen con qué comprar para los útiles, para el medicamento y los doctores”, explica.

Alberto también comenta que son los extranjeros quienes valoran más su trabajo que los propios mexicanos. “No nos regatean, nunca han regateado mi trabajo”.

Los proyectos de Alberto con la comunidad son tres: Kibeltik (Nuestra raíz), K’uxul Pok’ (Prenda viva) y Kolava (Gracias), que se desarrollan en Aula P’ejel, en San Cristóbal de las Casas.

Ahí hacen huipiles, chales, chanclas, rebozos, cojines y otros artículos.

Su inspiración viene de sus historias personales, de sus tradiciones. “Dejo mi alma en cada tela, en cada prenda.”

Como artesano le da tristeza que casas de alta costura roben sus diseños sin darles crédito o pagarles algo, “pero no es igual, nosotros lo hacemos a manos y no a máquina. Todo se nota: la textura, el tejido y el sentir.

Como artesanos nos apoya marca Chiapas por nuestras marcas. Es patrimonio cultural, nuestra creación, no de los diseñadores y es nuestro derecho”, dice con firmeza.

Se despierta a las seis de la mañana y se acuesta a las 11 de la noche. A veces interrumpe su trabajo para comer y hacer otras cosas, pero cuando está muy feliz, desde que se levanta, sólo desayuna y se sienta a tejer hasta que cae la noche.

Alberto quiso cambiar su historia y, a su vez, la de su comunidad, Magdalena Aldama.

Con sus compañeras dejan el alma en cada prenda “No estudié diseño, soy artesano. Todo sale de nuestra inspiración, nuestro talento y nace en nuestro corazón.

Mi idea es apoyar a las artesanas y a los niños, no tienen nada, y cuando van a la escuela no tienen chanclas, es lo que yo quiero apoyar”, concluye.

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