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1877 El crimen en la Loma de los Borregos

Cronista Municipal de Reynosa

Sección de un mapa de la Sauteña donde aparecen los ranchos mencionados en esta historia.1877 El crimen en la Loma de los Borregos

El 18 de octubre de 1877, los carreteros Esteban Torres y Tomás de León venían por el camino de Monterey, cuando el primero se internó al monte en la Loma de los Borregos, en donde divisó un carruaje volteado. Esto les indicó que tal vez había pasado alguna catástrofe, por lo que ambos se dirigieron a dar parte al punto más inmediato, que era el rancho El Lobo. Al día siguiente a las 5:30 de la tarde, los dos hombres llegaron a este rancho informando al auxiliar de esa Sección sobre el descubrimiento. 

El Auxiliar del rancho El Lobo, Jesús García de la Garza, se hizo acompañar por los ciudadanos Gregorio Vargas, Severo Castillo, Rafael García y los dos hombres que habían traído la noticia. También los acompañaban Andrés García, originario de Camargo, con un mozo, Tomás Basaldúa del Chapote y Florencio de la Cruz del rancho la Coma, Nuevo León. Regresando al lugar donde se encontraba el carruaje, examinaron detenidamente el área. Hacia el norte a una distancia de tres o cuatrocientos pasos encontraron cinco cadáveres: de tres mujeres y dos hombres. 

Todo esto ocurrió al suroriente de la villa de Reynosa, en el famoso camino conocido en el siglo XIX como el Sendero Nacional. Por ahí se transportaba todo tipo de mercancía, legalmente y de contrabando, desde el Puerto de Matamoros a los poblados de Nuevo León. Era por esos lugares que merodeaban todo tipo de gavillas de salteadores de caminos. Los expedientes de este caso se encuentran en la Sección de Juzgados del Archivo Histórico de Reynosa (AHR).

El hecho sucedió entre los ranchos La Pita del municipio de Reynosa y el Zapote (Chapote) del municipio de General Bravo. La Loma de los Borregos se encuentra en las inmediaciones de los límites de los estados de Tamaulipas y Nuevo León. El Sendero Nacional que comenzaba en Matamoros pasaba por las comunidades rurales conocidas como El Charco Escondido, El Lobo, La Pita en el municipio de Reynosa para internarse tierra adentro por el Chapote y la Coma, esta última en las inmediaciones de la Sierrita en el municipio de General Bravo.

Las indagaciones 

Por algunas pertenencias y documentos encontrados en uno de los cuerpos supieron que los los restos pertenecían a la Sra. Rita Chapa de Menchaca. El auxiliar ordenó mover el carruaje a un lugar más adecuado con algunos objetos que se encontraron en el lugar, dejando tres hombres cuidándolos mientras se avisaba a la autoridad de Reynosa.

Para el 22 de octubre de 1877, Tomás Gómez reunió el personal del Juzgado 2º de Reynosa para investigar el homicidio de los cinco esqueletos encontrados en la Loma de los Borregos. El Juez suplente estaba convencido que las víctimas fueron doña Rita de Menchaca y la jovencita Romualda Garza Oria. De la señora se encontró un retrato de fotografía de ella con su difunto esposo, el Lic. Agustín Menchaca. Además, se encontraron varias cartas escritas entre ella y su hija Josefina. En la bolsa del vestido de la jovencita Romualda hallaron un pañuelo con las letras bordadas R.G.O.

María Rita Chapa había contraído nupcias con Agustín Menchaca en el Puerto de Matamoros el 12 de diciembre de 1842. El Lic. Menchaca fue un distinguido ciudadano quien sirvió en el Puerto como Alcalde 1º y 2º, juez letrado en diferentes ocasiones. También sirvió como diputado local y federal. Este personaje era originario de Buena Ventura, Coahuila y había fallecido el dos de septiembre de 1873, cinco años antes de la tragedia en la Loma de los Borregos. El Lic. Menchaca y su hija Josefina, mencionada en las cartas encontradas junto a su madre, fueron importantes promotores de la educación en el Puerto de Matamoros.

El Juez envió los restos de la Sra. Rita y la jovencita Romualda a la comunidad del Charco Escondido donde ordenó se colocaran en una bóveda, los cadáveres de las otras tres personas fueron sepultadas en el sitio donde fallecieron, en la Loma de los Borregos. El Juez decía que tenía 30 rurales, bien montados y armados, para buscar y llevar a los autores del atroz crimen ante la ley.

El certificado

Se dedujo que las personas fueron asesinadas el 10 de septiembre de 1877; los cinco cuerpos tenían casi 40 días tirados en el campo al aire libre cuando fueron encontrados por los carreteros. 

Jesús García de la Garza levantó un certificado al recoger los cadáveres para darles sepultura. Primero describió los restos de un hombre alto y delgado, referido como trigueño; entre el vestuario se distinguían unos trapos blancos y un sombrero de petate viejo y unos botines que el esqueleto tenía puestos. El segundo cadáver era de un hombre güero de cuerpo delgado, el cual vestía un pantalón azul de lana. Su sombrero era de material negro y calzaba zapatos de piel de vaquetilla. 

La Sra. Rita fue descrita como una mujer gruesa y alta, que vestía de negro con botines. Junto con ella estaba una cartera que contenía el retrato y los documentos descritos anteriormente. Entre sus posesiones se encontró un reloj muy fino con un cordón de seda, además de una medalla de oro. 

En los restos de una segunda señora, la vestimenta se encontraba en mal estado. Se distinguía solo unas naguas blancas y sus botines. Las vestimentas de la jovencita estaban también en mal estado, pero se distinguía naguas blancas. Entre las posesiones se le encontraron un paño con letras (iniciales de su nombre) y un espejito pequeño.

Las pesquisas

El Juez Tomás Gómez buscó en los ranchos inmediatos, indagando por prendas que estuvieran relacionadas con las personas asesinadas, para que el cuñado de Rita remitiera desde Matamoros una lista sobre piezas que llevaban las víctimas. También el juez envió aprehender a personas sospechosas por su conducta.

Entre las personas que se detuvieron estaba el bandido conocido como Eusebio Solís, quien negó haber participado en el asesinato, pero en esos mismos días anduvo en los ranchos inmediatos a la loma donde se encontraron los cuerpos. 

El Juez dispuso que se enviara a este individuo desde el rancho el Zapote (Chapote, N. L.) a la villa de Reynosa, bajo una escolta de diez hombres de la línea que mandaba el Coronel Gómez. Apenas habían caminado como dos leguas (8.4 km), al acercarse a la Loma de los Borregos, llenándose de terror intentó fugarse y fue muerto por la escolta que lo llevaba; tal vez por temor o porque su conciencia le remordiera, explicaba el Juez. 

Ahí fue colgado enseguida a orillas del camino por la escolta. Tomás Gómez pedía al Alcalde de Reynosa, Hilario Cantú, que se comunicara con el Juez de Instancia o el General Servando Canales para preguntarles si podían entrar con la fuerza al Estado de Nuevo León para aprehender a ciertos individuos. 

Durante el mes de noviembre y diciembre se siguieron las pesquisas para la captura de sospechosos que fueron enviados a Reynosa y Matamoros. Tal fue el caso de Juan Robledo y Pedro Vásquez traídos al rancho el Mezquite. El gobierno federal pidió cooperación en la investigación a las autoridades en los poblados de Cadereyta, China, General Bravo y General Terán, en Nuevo León. 

En General Bravo se investigó a Luis Espinosa residente del Rancho de la Norma, sobre una ropa encontrada en la Loma de los Borregos, que no les pertenecía a las víctimas. Además de este personaje, en Bravo se investigó a los vaqueros Francisco de León, Luciano Ozuna, Aniceto Reséndez, Desiderio Villarreal, Herminio Olguín y a otros más. Inclusive se arrestaron a dos mujeres en General Bravo con varias prendas que se decían estaban relacionadas con las víctimas. Para el oriente, en la Mesa (actual municipio de Río Bravo), se envió órdenes para la aprehensión del presbítero Carlos Aguilar.

El caso fue tan sonado en esos tiempos que fue noticia a nivel nacional, pues una nota apareció en el periódico la Voz de México. El 29 de octubre de 1877, Pedro Gutiérrez del Rancho el Chapote se presentó ante el encargado de El Charco Escondido, José Garza. La autoridad de Nuevo León le había dado la orden a Pedro para que le diera sepultura al bandido Eusebio Solís, quien había sido colgado en el camino en las inmediaciones de la Loma de los Borregos.

Pedro le hacía ver al encargado del Charco, que al cumplir con la disposición notó que el bandido ya no tenía dos prendas, una hebilla del pantalón y un pañuelo que vestía como mascada. 

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Sello del Juzgado de General Bravo, Nuevo León.

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Sección de un mapa del siglo XIX, donde se muestra los ranchos y el camino conocido como el Sendero Nacional.





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