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Los escritores latinoamericanos juegan frente al objetivo de Mordzinski

Joaquín Salvador Lavado, Quino, sonríe al recordar. “¿La foto en la que voy a picar un globo? Sí, fue en Madrid”, asegura el padre de Mafalda en la inauguración de la muestra del fotógrafo argentino Daniel Mordzinski, celebrada en Buenos Aires. La imagen muestra al historietista de perfil, con un alfiler en la mano y la expresión pícara de un niño a punto de cometer una travesura. Es un rasgo común en el mapamundi de las letras en español que Mordzinski dibuja con su cámara desde hace 38 años: los escritores no solo bajan sus defensas ante él, a menudo se entregan gozosos a los juegos que les propone.

El historietista Joaquín Salvador Lavado, ‘Quino’ (Guaymallén, 1932), comparte la mirada traviesa de la niña más famosa de Argentina, Mafalda.Los escritores latinoamericanos juegan frente al objetivo de Mordzinski

El premio Nobel de Literatura peruano Mario Vargas Llosa aceptó ser fotografiado en su cama, con una vela, en alusión a las noches de su infancia en las que su madre le obligaba a apagar la luz y se quedaba leyendo escondido entre las sábanas. El argentino Ricardo Piglia se descalzó, se arremangó el pantalón y caminó hacia las aguas caribeñas de Cartagena de Indias antes de volver a calzarse a toda prisa para llegar a tiempo a su conferencia del Hay Festival en 2014. La poeta y novelista nicaragüense Gioconda Belli se vistió con el unforme del Real Sporting de Gijón y pateó la pelota con sandalias en el estadio durante la Semana Negra de Gijón de 2015. La lista incluiría las más de 200 imágenes que componen Objetivo Mordzinski, el título de la muestra retrospectiva con la que el fotógrafo regresa a su país natal, del que se exilió, rumbo a París, en plena dictadura. Tenía 18 años.

En la maleta llevaba entonces su primera fotinski, la del maestro de la literatura argentina Jorge Luis Borges. Se la sacó durante el rodaje del documental Borges para millones, en el que trabajaba como segundo asistente del director Ricardo Wullicher. “La segunda fue la de (Julio) Cortázar”, rememora en el café del Centro Cultural Kirchner (CCK) durante la entrevista, realizada la víspera de la inauguración en Buenos Aires. Mordzinski buscó el número de Cortázar en la guía telefónica y lo llamó para invitarlo a su primera muestra en la ciudad de la luz. Como no respondió, le dejó un mensaje en el contestador y el autor de Historias de cronopios y de famas se presentó a la cita artística. “Recuerdo su humanidad y su don de buena gente”, dice el fotógrafo sobre el escritor que más le marcó.

“La fotografía sirve para hacer perdurar trocitos de vida”, observa. “Yo quiero recordar a (Juan) Gelman así, sonriendo y lleno de música”, dice sobre el poeta argentino fallecido en 2014 frente a su retrato, con un bandoneón entre las manos. En una de las imágenes más célebres, el Nobel de Literatura colombiano Gabriel García Márquez está sentado sobre la cama en Cartagena de Indias, en semipenumbra, como en la antesala de la muerte, que le llegaría cuatro años después. Mordzinski habla con mucho cariño de los que ya no están, pero celebra junto a los vivos. Más de una decena de autores argentinos se acercaron a la inauguración en Buenos Aires y recorrieron la muestra buscándose entre las fotografías colgadas de la panza de la Ballena Azul del CCK.

“Esa foto fue una especie de juego en la Usina del Arte (Buenos Aires). Era la primera vez que me sacaba fotos con él y también la primera vez que me sacaba fotos en esa situación, que me desnudaba. Pero me sentí tan libre, tan feliz y tan entregada que creo que hay otro retrato en el que se me ve la cara de felicidad”, recuerda la poeta Graciela Aráoz sobre su retrato, en el que se la intuye detrás de una tela traslúcida.

“Le dije que ésta no la sacara, porque estaba más gordo. Pero bueno, no pasa nada, así luego dirán que estoy mejor”, comenta entre risas el escritor y poeta Carlos Salem al ver su foto, en la que aparece enmascarado. Salem ha sido su cómplice en sesiones fotográficas de las últimas ediciones de la Semana Negra de Gijón y agradece que los retratos de Mordzinski hayan atraído lectores hacia su obra. También se muestra muy agradecida Elsa Osorio, autora de A 20 años, Luz, a quien cuesta identificar bajo la llamativa peluca naranja con la que la inmortalizó. “Muchos momentos lindos de los festivales están ligados a Daniel”, revela Osorio, quien lo define no solo como fotógrafo sino como “amigo de los escritores”.

“Las fotos que más me cuestan son las de amigos y escritores que admiro porque no los quiero defraudar”, cuenta Mordzinski. Entre ellos está el gran Quino. Aún así, se arriesga una vez más y lo invita a posar frente a la fotografía de Borges con la que empezó todo. Como en el mito de Sísifo, sabe que nunca terminará: “cuantos más escritores retrato más me quedan por retratar”.

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La escritora mexicana Elena Poniatowska (París, 1932), disfrazada de reina después de conocerse la concesión del Premio Cervantes en 2013.

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La novelista e integrante de la Real Academia de la Lengua española Ana María Matute (Barcelona, 1925-2014) fotografiada en Segovia, en 2009.

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El poeta argentino Juan Gelman (Buenos Aires, 1930 - Ciudad de México, 2014) toca el bandoneón en París, en 2012.

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El Nobel de Literatura colombiano Gabriel García Márquez (Aracataca, 1927 - Ciudad de México, 2014) a la hora de la siesta en Cartagena de Indias, en 2010.

Homenaje a Cortázar

El artista ha dividido la exposición en las tres partes de Rayuela: “Del lado de acá”, donde reúne a los autores argentinos; “del lado de allá”, en el que hay escritores de lengua española que no viven en su país de origen; y “de otros lados”, que incluye la instalación Cómo mirar lo que ya no existe a partir de documentos, recortes de prensa y objetos personales que evocan la destrucción de todos sus archivos.

En el baúl de los recuerdos está su primera cámara, la Kodak Fiesta que su madre le regaló a los ocho años, un día después de que un payaso le negase ese premio en una rifa. Figuran también las fotos recuperadas gracias al entonces ministro de Cultura porteño Hernán Lombardi y a la Audiovideoteca de Buenos Aires, que lo ayudaron en la digitalización de las imágenes en papel que había regalado a los escritores. “Nunca imaginé que al regalar una foto la estaba poniendo a salvo”, expresa.




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