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Las siete veces que Roger Moore fue James Bond

El actor británico es quien más veces se puso en la piel del agente 007 en filmes marcados por el ambiente de la guerra fría

El actor británico Roger Moore, fallecido el martes a los 89 años, se puso el traje de James Bond en siete películas entre 1973 y 1985; el que más veces encarnó al mítico espía del servicio secreto británico. A las órdenes de los directores Guy Hamilton, Lewis Gilbert y John Glen, el intérprete protagonizó siete historias, adaptaciones libres de novelas y relatos de Ian Fleming, que reflejaron el ambiente de la guerra fría y contribuyeron al imaginario colectivo de una época, con sus gadgets de alta tecnología, que ha llegado hasta nuestros días.

Las siete veces que Roger Moore fue James Bond

Vive y deja morir (1973)

La primera película de Bond interpretada por Roger Moore, después de que Sean Connery se negara a volver a ponerse el traje del espía más famoso del mundo tras protagonizar la anterior entrega, Diamantes para la eternidad (1971). El agente 007 es enviado a Nueva York para investigar el asesinato de tres agentes del servicio secreto británico que perseguían una red de tráfico de drogas y a un misterioso sospechoso, Mister Big.

El hombre de la pistola de oro (1974)

El superagente británico se las vio en esta ocasión con el más peligroso asesino a sueldo del momento: un hombre llamado Scaramanga, más conocido como el hombre de la pistola de oro, que quiere hacerse con el Agitador Solex, un dispositivo capaz de convertir la luz del sol en energía y diseñado para acabar con la crisis de los hidrocarburos.

La espía que me amó (1977)

Tras varias cintas dirigidas por Guy Hamilton, Lewis Gilbert dirigió a Roger Moore en esta historia sobre la misteriosa desaparición de dos submarinos nucleares y el plan del magnate Karl Stromberg para destruir la humanidad y fundar una nueva civilización bajo el mar. La recuperación de los vehículos requirió de la colaboración de los mejores agentes de los servicios secretos británico y soviético: James Bond y la mayor Amasova.

Moonraker (1979)

En el segundo filme dirigido por Gilbert, el agente secreto James Bond recibe la orden de localizar la nave espacial Moonraker, que ha desaparecido misteriosamente. Sus primeras pesquisas lo llevan a seguir al millonario Hugo Drax, el constructor de la nave, que acaba capturando a 007. Bond descubre así que el villano posee una base de lanzamiento de cohetes espaciales con los que se propone esparcir un gas tóxico que acabe con la vida terrestre, pero esa no es más que la primera fase de un perverso plan que Bond intentará frustrar con la ayuda de la Doctora Goodhead.

Sólo para tus ojos (1981)

En la primera cinta dirigida por John Glen, el agente 007 debe recuperar el ATAC, un dispositivo militar de guía por satélite, antes de que sea vendido a los rusos. Bond intenta ubicar el sistema de comando de misiles al mismo tiempo que es enredado en la rivalidad de dos empresarios griegos junto a Melina Havelock, una mujer que trata de vengar el asesinato de sus padres.

Octopussy (1983)

Una de las cintas que más bebe del ambiente de la guerra fría, James Bond es asignado la tarea de seguir a un general que está robando joyas y reliquias de la URSS y reemplazándolas por copias para que no se note su falta en los depósitos. La sospecha se desata tras el asesinato en Berlín Oriental de su compañero 009, que consigue llevar a la residencia del embajador británico antes de morir una valiosísima pieza de orfebrería: un huevo de Pascua, creado por Fabergé. La trama le llevará a un acaudalado príncipe afgano, Kamal Khan, y su asociado, Octopussy; así como a un complot para forzar el desarme en Europa con el uso de un arma nuclear.

Panorama para matar (1985)

El último filme de Bond protagonizado por Moore antes de pasarle el relevo a Timothy Dalton narra la amenaza de Max Zorin, un misterioso empresario, y aparente espía de la KGB, que amenaza con dominar el mundo por medio de sus revolucionarios microchips. Aliado de poderosas empresas de tecnología punta, su objetivo es destruir la falla de San Andrés provocando un terremoto de irreversibles consecuencias. 




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