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Un rico filón

El robo de gasolina a nivel empresarial, es un fenómeno que sólo se observa en México y tiene características tan singulares que asombra a nivel mundial, sin que el gobierno ‘con toda la fuerza coactiva del Estado’, haya podido frenar su vertiginosa expansión. Se trata de un negocio que genera miles de millones de pesos cada año y que tiene su origen, naturaleza y poder en la terrible corrupción que asola al país y a los paisanos.

En todos los casos en que se estudia el fenómeno, la conclusión es la misma: es una muestra del poder de la delincuencia organizada, sin que se hayan establecido bien a bien qué grupos o sectores caben dentro de esa clasificación, y por qué no ha podido ser acotada para frenar, ya no sus actividades, sino el enorme crecimiento que ha tenido en los último 15 años, durante los cuales se impulsó la privatización del sector petrolero.  

Un rico filón

En declaraciones que hizo a una cadena televisiva de los Estados Unidos Silvia Ramos Luna, secretaria de Estudio y Análisis Petroleros de la Unión Nacional de Técnicos y Profesionistas Petroleros, y quien fuera inspectora de seguridad de Pemex, señaló que la delincuencia organizada opera con la complicidad de funcionarios de la misma empresa petrolera porque se trata de un negocio muy jugoso y que deja gran ganancia para todos.

Los analistas estiman que el año pasado las pérdidas por robo de combustibles a la aún empresa productiva del Estado mexicano, Pemex, ascendieron a los 21 mil millones de pesos y, lo más grave, en varios casos ocasionaron desabasto en algunos lugares de la república. Las medidas que se han implementado, desde un incremento en las tareas de vigilancia de las policías y fuerzas armadas, hasta modificaciones técnicas, son inútiles.

La expansión de este delito ‘sui géneris’, ha sido acelerada. En el 2006, cuando inició la guerra contra la delincuencia organizada, fueron detectadas 200 tomas clandestinas de gasolina; diez años después, superan las 5 mil tomas en prácticamente todo el territorio nacional; pero, especialmente en las entidades donde se producen y se refinan fluidos para la combustión interna. Con el alza de precios, el negocio se ha vuelta más rentable.

De las 200 tomas del 2006, de las que se extraía el combustible para el abastecimiento de las necesidades propias y vender los excedentes en puntos de venta en las carreteras, a la fecha, el negocio ha crecido, se ha consolidado; pues, según informes de la empresa productiva, algunos grupo se dedican a robar los carro-tanques llenos de combustible; pero, hay otros que al estilo de los piratas, han asaltado buques de combustible en aguas del Golfo de México con el fin de vender el producto en Centroamérica, según informes proporcionados por la Secretaría de Marina, que fueron revelados en el diario Reforma.

Aunque el robo de pipas y de buques es significativo, la mayor parte del combustible se obtiene de la muy extensa y compleja red de ductos de la industria petrolera, para lo cual es necesario utilizar tecnología, herramientas e instrumentos de la mayor complejidad que solamente pueden estar al alcance de personal de la propia industria. En los casos en que se han improvisado tomas clandestinas sin conocimiento técnico, han ocurrido terribles desastres.

Esta circunstancia, más el entorno en que se da el fenómeno, muy parecido a los asaltos ocurridos poco antes de que se decidiera la privatización de los Ferrocarriles Nacionales de México para entregarlos a una empresa ferroviaria de los Estados Unidos que habría de modernizar las comunicaciones por tren para bien y felicidad de los aborígenes; echa de ver que el robo de gasolina tiene mucho que ver con la creación de enormes riquezas.

Esas enormes riquezas que son como la sonrisa de gato sin gato que tan bien delineó, en ese portento de la literatura universal Alicia en el País de las Maravilla, el gran escritor Lewis Carrol. Enormes fortunas que han tenido una generación espontanea desde la instauración del neoliberalismo, hace 30 años. Quizá por ello, en una extraordinaria visión profética, el vate jerezano López Velarde, dijo: “el niño Dios te escrituró un estable y los veneros de petróleo el Diablo’’.