Ultraderecha al poder

Es posible que la elección presidencial en Estados Unidos haya tenido como último fin algo más allá que la sola elección de Donald Trump

Es posible que la elección presidencial en Estados Unidos haya tenido como último fin algo más allá que la sola elección de Donald Trump. Algo tan trascendental como sería la entronización perdurable de la ultraderecha, que no debería confundirse con el Partido Republicano.

(Después del avasallador triunfo de la derecha en la Cámara de Representantes, el Senado y las gubernaturas en juego, y a la luz de la inesperada derrota de Hillary, que muchos ya consideraban la próxima presidenta, es posible que una derecha más radical haya orquestado un incruento golpe de Estado).

Ultraderecha al poder

Trump había realizado adquisiciones agresivas (takeovers) en el mundo corporativo, pero no es político de carrera ni hombre de ideas. Así que quien derrotó a la formidable maquinaria de los Clinton fue Steve Bannon, un poco conocido asesor de 62 años que también ha sido productor de cine. En una entrevista con “The Wall Street Journal” Bannon explicó que no apareció en televisión durante la campaña “ni una sola vez”, porque la política es una guerra, y “los generales no anuncian sus planes de batalla”. Antes le había aclarado a “The Hollywood Reporter” que no es “ni Darth Vader ni Lucifer”.

Los medios, siempre del lado de Hillary, aseguraban que Bannon era racista, supremacista blanco, miembro del KKK y de la “derecha alternativa” (que no es otra cosa que la ultraderecha, donde “casualmente” algunos se sienten inclinados a saludar con el brazo alzado).

Bannon despachará en la Casa Blanca de playera y sin corbata, con el pelo lacio sobre la cara y la barba no siempre afeitada. Cultiva la imagen anacrónica del “rebelde sin causa” en la vieja película de James Dean. Antes de Trump dirigió “Breitbar News”, una controvertida publicación de extrema derecha.

Para Bannon fue un honor descarrilar la “coronación” de Hillary, que dejó perplejos a los Clinton. Su secreto fue convencer a Trump de iniciar un inverosímil movimiento popular de conservadores, obreros y pequeños propietarios enfocado al empleo. Por eso, en cada acto de campaña, el candidato soltaba su grito de batalla: “jobs, jobs, jobs” (empleos). Bannon asegura que con ese movimiento “podrían gobernar cincuenta años”. ¡Pobre México!

Bannon sabía que los demócratas estaban condenados a perder porque sus propuestas iban dirigidas a los donantes de Hillary: empresas millonarias que construyen una poderosa clase media en Asia (debió incluir México), mientras mantienen solamente nueve empleados en Estados Unidos. (Una de las propuestas de Trump es imponer un arancel del 35% a los productos de esas empresas cuando ingresen a Estados Unidos).

La propuesta de Trump de “poner los intereses de Estados Unidos primero” en los tratados internacionales convertirá al país en una superpotencia solitaria. Aunque ya la arrogante Madeleine Albright, secretaria de Estado de Bill y maestra de Hillary, había identificado al país en 2000 como una superpotencia “indispensable”.