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Trumpafornication

Uno de los temas de moda, sin duda, es el fenómeno que se presenta en diversas latitudes y jurisdicciones

Uno de los temas de moda, sin duda, es el fenómeno que se presenta en diversas latitudes y jurisdicciones, en donde los improvisados asumen, ya sea por elección popular o por designación discrecional, cargos y mandos que generan decisiones que impactan la vida presente y futura de ciudadanos como tú, como yo, que transitamos la aventura de vivir con los retos que nos imponen, como en videojuego japonés, las locuaces ocurrencias de estos personajes.

El canciller mexicano, el Presidente argentino, Jimmy Morales en Guatemala, el Gobernador de Nuevo León o el Alcalde de Cuernavaca en México, por mencionar algunos ejemplos de esta especie, para llegar al nuevo villano favorito de todos: Donald Trump. Y no es cosa menor el tema de la experiencia, por más que sus voceros y ellos mismos minimicen la falta de conocimiento, profundidad cultural, sensibilidad política, social o diplomática, la supina ignorancia. No es menor, por más que los audaces gestores de campañas mediáticas se justifiquen tras las enaguas del cambio, de lo nuevo, de la modernidad.

Trumpafornication

La dramática representación de este fenómeno se vuelve tangible en una conferencia de prensa del nuevo Presidente de un país con tradición de formas, oficio político sofisticado, con cuidado de intereses que lindan con el planeta entero, en contraste con el absoluto congelamiento de los gobiernos en América Latina, en Europa, que no han tomado precaución alguna, medida interna cualquiera –sea política, económica o diplomática-, para contrarrestar, minimizar y proteger a sus ciudadanos y economías del proverbial chivo en cristalería que parece no haber asimilado la responsabilidad de su investidura y sigue actuando como lo solía hacer en el reality show que tanta fama le dio.

Soez, abusivo, grosero, prepotente. Ese no puede ser tu Presidente, no. Ese no puede ser el Presidente de mi vecino, no. No puede ser una persona con la máxima autoridad, sin límites aparentes, rodeado de pánico de sus colaboradores o de lealtades basadas en la distribución de cargos, parentescos coyunturales o consanguíneos. Éste no puede ser el Presidente del país que ha basado su equilibrio social en la credibilidad del sistema de justicia y la legalidad, el país que se descose por promover las cuotas de género, la equidad, la oportunidad pareja para todos, el proverbial American dream. No puede ser quien tiene el cetro de la economía y del mayor mercado del mundo. 

El juez se volvió parte sin ningún atisbo de límite o control. La legalidad se alojó en el duodeno de un individuo que consume tacos americanizados en un restaurante mexicano de su propiedad, y vomita odio, segregación e insultos al pueblo vecino cuya etnia inventó el producto del cual él se beneficia. El árbitro se volvió fan, e impulsa a quienes lo alaban y condena a sus críticos, se burla de ellos, les humilla, qué decir de sus detractores. Los amenaza, los amedrenta. El Presidente constitucional de la mayor potencia y democracia mundial, se presentó a dirigirse al planeta entero, como un bravucón callejero, un vulgar bully.

Improvisado, ignorante, sin experiencia ni rumbo cierto. De manera más o menos simultánea a la ya célebre conferencia de prensa, mi amigo Larry Rubin, con ese ánimo honesto tan suyo de abonar a las buenas relaciones entre México y Estados Unidos, publicaba la declaración de Rex Tillerson, Secretario de Estado nominado por Donald Trump y ex Director Ejecutivo de ExxonMobil: “México es un vecino de hace mucho tiempo (sic) y amigo de este país”, al tiempo que su jefe, el responsable máximo de la política exterior de los Estados Unidos, insiste en la grosera, irrespetuosa y peregrina idea de construir un muro para aislar al vecino amigo, de acusarlo de haber abusado de los Estados Unidos –sin pruebas ni argumentos-, calificar a sus ciudadanos de manera generalizada como violadores y narcotraficantes, y de iniciar un boicot desde el Poder Ejecutivo mismo, contra la inversión en dicho país, así como en otros, pues al parecer la baraja de enemigos de su régimen cada vez crece y gana nuevos participantes, incluidos China, Japón, y algunos otros. No señores, ese no es un buen vecino, ese es granuja que desprecia a quienes son diferentes a él, es quien abusa de su poder en función de la debilidad que percibe que los otros improvisados a quienes se les doblan las rodillas antes que decir “mire usted, ya basta”.

Experiencia, sensibilidad, visión. Ochenta años antes, en ese mismo estado de Nueva York, solo que no en Manhattan sino en Chautauqua, Franklin D. Roosevelt se dirigía a la Nación rememorando su compromiso hecho en 1933 de asumir como divisa nacional la política del buen vecino –“el vecino que resueltamente se respeta a sí mismo, y por ello, respeta los derechos de otros; el vecino que respeta sus obligaciones y lo sagrado de sus acuerdos con, y en un, mundo de vecinos”. * 

Sí, lector querido, muy distinto este improvisado Presidente a la admonición de Roosevelt un 14 de agosto de 1936 en Chautauqua, Nueva York: “No obstante, y hablo a partir de una gran experiencia, la manera efectiva de mantener la neutralidad americana depende hoy, como en el pasado, de la sabiduría y determinación de quién ocupe en su momento las oficinas del Presidente y del Secretario de Estado”.*

Así es que, ponte cómodo, aprieta la panza, ajusta tu cinturón de seguridad y ponte a trabajar, pues en los próximos años funcionaremos al grito de swing along, de un lado a otro, en función de las ocurrencias improvisadas y disparatadas provenientes de la ignorancia, la falta de entendimiento y los caprichos personales de quienes hoy, por medio del voto popular o la designación discrecional de alguien, tomarán decisiones que determinaran en una gran medida, lo que seremos como sociedad, comunidad global, al final de este viaje.

* Franklin D. Roosevelt, Address at Chautauqua, NY. August 14, 1936. The American Presidency Project at UC Santa Barbara

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Alfonso Villalva

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