Editoriales > ANÁLISIS

México, la torre de Babel

Sobre la torre de Babel existen muchas versiones; quizá la más difundida y aceptada es que los hombres, en los albores de la civilización humana

Sobre la torre de Babel existen muchas versiones; quizá la más difundida y aceptada es que los hombres, en los albores de la civilización  humana, unidos por tradiciones y costumbres, incluyendo una lengua común, decidieron construir una torre para llegar al cielo y contactar a la divinidad. Esta, asombrada de la soberbia de las creaturas que había forjado del barro mismo de la tierra, los castigó con el uso de lenguajes diferentes.

Así sucede actualmente en México. El presidente y su corte de aduladores, hablan un lenguaje triunfalista que da la impresión de que son los nuevos reyes Midas, que todo lo que tocan se convierte en oro para prosperidad y regocijo del pueblo mexicano. Las caudas faraónicas se pasean por el mundo en el pomposo avión, que no tiene ni Obama, para entablar relaciones con todos los pueblos. ¡Ningún presidente ha viajado tanto!

México, la torre de Babel

Claro, ese lenguaje engañoso no lo creen en ningún lugar y cada vez son menos las muestras de aceptación. En los últimos viajes ni quién pele a los representantes de la gran nación mexicana y no faltó uno que, en lugar de ofrecer el banquete de gala en la residencia oficial, los llevó a la calle a comer unos tacos. Desde luego, eso se interpretó aquí como un gran gesto de amistad democrática entre los gobernantes de ambos países. 

Está el lenguaje de los que han sacado raja de las ‘reformas estructurales’ para hacerse de las empresas productivas del Estado mexicano como antes de hicieron de Teléfonos de México, los bancos, los ferrocarriles, las siderúrgicas, las carreteras, los aeropuertos y puertos marítimos, en fin, de lo que deja grandes ganancias con mínimas inversiones. Se quejan de cualquier cosa; pero, son una cerrada camarilla fieles a Salinas y a Diego.

Está el lenguaje de las hordas fascistas que sostienen al régimen. Se rasgan la vestidura afirmando que los partidos políticos, las cámaras del Congreso abyecto, el enorme aparato burocrático, las representaciones sectoriales y gremiales, los organismos de la iniciativa privada y hasta las congregaciones pías, apoyan al régimen porque están plenamente convencidos de que el gran futuro de México pasa por las privatizaciones.

Por último está en lenguaje escatológico de quienes están excluidos del reparto del botín y deben ganar la gorda con el sudor de la frente. Un lenguaje que echa a perder la buena digestión de los ahítos que quisieran desaparecer del paisaje al peladaje desarrapado que, curiosamente, es el que soporta sobre sus castigados omóplatos el peso de los abusos que perpetran las castas privilegiadas. Es una jerga harto injuriosa y corrosiva.

Cuando se habla de que un individuo ganó, en un año, sin haber creado ni inventado nada, 22 mil millones de dólares; que el presidente del partido oficial se adjudicó de manera ilegal una colosal indemnización por dos años de trabajo durante los cuales arruinó a una de las empresas boyantes del Anáhuac; que el presidente del otro partido oficial tiene un gasto mensual ordinario de 370 mil pesos, que gana en México pero va a gastar en el exterior; cuando diputados y senadores se adjudican premios descomunales; no hay forma de negar el derecho que tienen las masas depauperadas a la maledicencia.

Atendiendo a las cifras que da el INEGI, siempre atrasadas, resulta que del inicio del régimen a finales del año pasado, la población ocupada que ganaba menos de un salario mínimo aumentó en 1.731 millones; los que percibieron de 1 a 2 salarios mínimos aumentaron en 3.343 millones, los que ganan de 2 a 3 salarios mínimos crecieron en 2.421 millones, mientras que los que tienen ingresos de 3 a 5 salarios mínimos disminuyeron en 824 mil, y los que perciben más de 5 salarios mínimos decrecieron en 1.475 millones. Las personas ocupadas que no reciben ingresos disminuyeron 268 mil.

Cada vez es mayor el número de trabajadores que perciben ingresos mínimos, que son, en términos absolutos, insuficientes para cubrir las necesidades mínimas de una persona ya no se diga de una familia; los que ganaban medianamente bien disminuyeron.

México es la torre de Babel en donde los seres humanos, presuntamente iguales ante la ley, hablan idiomas diferentes.