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La violencia viene de la miseria

Ayer, por la tarde, durante la recepción que el presidente de Kenia, Uhuru Kenyatta, le ofreció en su residencia, el Papa Francisco, al iniciar su viaje por tres países del África negra, Kenia, Uganda y República Centroafricana dijo: “La experiencia demuestra que la violencia, los conflictos y el terrorismo que se alimentan del miedo, la desconfianza y la desesperación nacen de la pobreza y la frustración”. De ello, no existe duda alguna.

Ayer, por la tarde, durante la recepción que el presidente de Kenia, Uhuru Kenyatta, le ofreció en su residencia, el Papa Francisco, al iniciar su viaje por tres países del África negra, Kenia, Uganda y República Centroafricana dijo: “La experiencia demuestra que la violencia, los conflictos y el terrorismo que se alimentan del miedo, la desconfianza y la desesperación nacen de la pobreza y la frustración”. De ello, no existe duda alguna.

Ha sido la pobreza inducida mediante la aberrante acumulación de la riqueza, como nunca antes se había visto, lo que lleva al ser humano a encontrar salida al hambre, la angustia y el desamparo en que ha caído mientras unos cuantos se disputan el título del hombre más rico del mundo, a la rebeldía y de ahí a las conductas agresivas que no siempre se canalizan hacia quienes las provocan y se ceban en quienes se tiene a la mano. 

La violencia viene de la miseria

Esta visita del Papa a las tres naciones africanas ha sido considerada como de alto riesgo por los conflictos interraciales, interreligiosos y económicos que han polarizado desde hace mucho tiempo a la población africana; pero, precisamente, en ello es que puede encontrarse su alto significado, tanto en el sentido pastoral de llevar consuelo a los pueblos que sufren, como por su visión realista de los problemas que viene padeciendo la humanidad a causa de los estragos del capitalismo feroz e insaciable que todo devora.

Ningún empacho tuvo al referirse a los hombres del poder en África, a los que dijo: “Yo les exhorto, en particular, a preocuparse verdaderamente por las necesidades de los pobres, las aspiraciones de los jóvenes y una justa distribución de los recursos naturales y humanos”. Habla el Papa Francisco de justicia en las relaciones humanas; trasciende la idea de la caridad con la cual ‘las buenas conciencias’ buscan tener buena digestión.

Este Papa que ha recobrado el sentido de la doctrina de Jesús y que vive de acuerdo a ello, con sencillez y humildad, gozando más de la compañía de los niños que de los magnates; este Papa que se espera en México ‘con los brazos abiertos’ no obstante que ha mantenido una permanente crítica en contra de los adoradores del becerro de oro, que ven acrecentar sus caudales mientras se incrementa la miseria de quienes sólo tienen sus manos para ganar la gorda, y celebrará el 8 de diciembre, del jubileo de la misericordia.

Los tres objetivos de este viaje, enunciados desde que partió de Roma para aterrizar en el aeropuerto de Nairobi, son: un fructífero diálogo entre religiones, reconciliación y justicia social. Cabe señalar que en ninguno de los tres países la religión católica tiene mayoría. En Kenia un 23% de los ciudadanos son católicos, por un 47% de protestantes y un 11% de musulmanes. En Uganda, cuna de una de las milicias cristianas más salvajes, el Ejército de Resistencia del Señor, católicos y protestantes tienen a partes iguales 42%, por un 12% de musulmanes. En RCA, la mitad de los centroafricanos son cristianos, en igual proporción entre católicos y protestantes, y un 15% de musulmanes.

El diálogo interreligioso busca borrar las diferencias para coincidir en un clima de mayor tolerancia y aceptación, sin necesidad de que haya vencidos y vencedores; por el contrario, todos unidos en la idea ecuménica del amor. La reconciliación que permita ir más allá y lograr la unidad de hombres, de pueblos y naciones separadas por visiones particulares de un todo que resulta indivisible, que a la luz de Dios y de la razón todos los hombres son iguales y tienen los mismos derechos, oportunidades y prerrogativas.

La justicia social ha sido la constante de su discurso y de su papado, basado en la justa retribución del trabajo, para que todo ser humano acceda a una vida plena y productiva, libre de las malas ideas que genera el hambre, la miseria y el desamparo. Antiguamente se decía que el “ocio es la madre de todos los vicios”; ahora habría que decir que la injusticia es causa de todos los males que aquejan a la humanidad en estos días aciagos.

Que “el miedo, la desconfianza y la desesperación nacen de la pobreza y la frustración”.