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La frontera, la falta de…

Existe discrepancia entre autores acerca de quién es el autor de la frase lapidaria: “No me asusta la maldad de los malos, me aterroriza la indiferencia de los buenos”

Existe discrepancia entre autores acerca de quién es el autor de la frase lapidaria: “No me asusta la maldad de los malos, me aterroriza la indiferencia de los buenos”. Hay quien la atribuye a Mahatma Gandhi y otros que aseguran que la pronunció Martin Luther King. La realidad es que su autor es el precursor de la no violencia en las luchas sociales; el líder de la jornada por los derechos de los negros en EU, sólo la parafraseó.

Luther King dijo como parte de enjundioso discurso: “Tendremos que arrepentirnos en esta generación no tanto de las malas acciones de la gente perversa, sino del pasmoso silencio de la gente buena. No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más preocupa es el silencio de los buenos. Los que no matan, ni pegan, ni roban…pero callan; callan el silencio que justifica, o, que a veces nos hace cómplices y, para colmo ¡hasta nos creemos buenos!”. Sin desperdicio.

La frontera, la falta de…

El concepto se ha venido manejando a lo largo de la historia. Un siglo antes, Edmun Burke, político y escritor irlandés, aseguró: “Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada”. La idea suena a fatalismo puro; pero, no existe forma alguna de negarla. La República de Guadalupe Victoria, la Reforma de Benito Juárez y la Constitución emanada de la Revolución Mexicana de 1910, han caído por pura apatía.

En lo cortito, buscado las causas que han convertido a esta frontera en un lugar alicaído, fueron entrevistados un exfiscal federal, un exfuncionario de Hacienda y un expetrolero. Los tres dieron su punto de vista: “La violencia se debe a que no se atajaron a tiempo a los guaruras de los presidentes municipales, que se convirtieron en hombres de horca y cuchillo; la corrupción comenzó cuando se entregaron directamente los fondos federales a los ayuntamientos y estos los robaron; sólo Cabeza de Vaca hizo algo por Reynosa, los demás se dedicaron a robar, un periodista dijo que Pepe Elías se robo 200 millones”.

Pero, cuando salió la grabadora y se solicitó una entrevista formal, todos se reusaron y salieron corriendo, tan rápido que sólo el expetrolero alcanzó a oír que la frontera está como está porque sus habitantes son unos agachados. Los males no provienen de los malos; sino de los ‘buenos’ que ni siquiera se atreven a opinar formalmente de lo que se ha convertido en el murmullo y el chismorreo cotidiano; en la maledicencia tan estéril. 

Dice un viejo y conocido refrán que; “Tanto peca el que mata la vaca, como el que le tiene la pata”. Aquí habría que decir que más peca el que deja que roben que los mismos ladrones. El ladrón se arriesga a ser balconeado, porque en México ese tipo de delitos de corte oficial no pasa a mayores; pero, los que ven robar e, inclusive, son robados, desde la comodidad de su dejadez, está provocando que haya más ambiciosos y cleptómanos. 

Si ni siquiera se atreven a declara públicamente lo que cuchichean en el súper, en el bar, en el café, ¿cómo podría esperarse que hicieran una gallarda defensa de sus derechos y de sus intereses en los particular y en los general? ¿Sigue teniendo vigencia la visión de José María Luis Mora, cuando escribió, a mediados del siglo XIX su obra ‘El carácter de los mexicanos’, en la que describe los vicios que han venido frenado el progreso?

“Cada nueva revolución del país (y han sido muchas) ha producido la destitución de los jefes y subalternos de los cuerpos, y de muchos de los empleados de la administración civil que han quedado con sus sueldos, proveyéndose las plazas que ocupaban en otros a quienes a su vez ha tocado la misma suerte. Cada nuevo gobierno ha creído necesario dar empleos a sus adictos, o para recompensarles la parte que han tornado en su elevación o para formarse un círculo de personas que lo sostengan contra los ataques de sus enemigos. Esta operación repetida muchas veces ha levantado el presupuesto general de la República y de los estados, de modo que ya no es posible cubrir ni el de la una ni el de los otros. De aquí la insubsistencia de los puestos y el odio generalmente difundido en México contra los empleados”. 

La frontera que tanto ha dado a sus hijos, nativos o avecindados, ¿no merece que éstos asuman el carácter de ciudadanos y como tales denuncien lo que ofende al terruño?