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¡La discusión es otra!

México, por desgracia, está inmerso en una guerra; una guerra que ha costado muchas vidas y que está acabando con lo mejor que tiene el país: su juventud

México, por desgracia, está inmerso en una guerra; una guerra que ha costado muchas vidas y que está acabando con lo mejor que tiene el país: su juventud. El fracaso de la política y la ineptitud de los políticos ha convertido al país en un gran campo de batalla en el que no hay ganadores; puros perdedores. Se pierde la oportunidad de avanzar en los caminos del desarrollo y la prosperidad con el trabajo honrado del que habló Juárez.

Las metas supremas que hacen del ser humano el ser superior, son sacrificadas en aras del materialismo salvaje, que permita un acceso fácil e inmediato a la excesiva riqueza, sea por un camino o por otro. Sea a través del ejercicio corrupto del servicio público que pone a disposición de gobernantes y funcionarios cantidades pantagruélicas de dinero del que no se tiene que dar cuenta, o sea a través de la delincuencia organizada al raso.

¡La discusión es otra!

Como en toda guerra que se prolonga más allá de lo razonable y que toca los extremos del salvajismo, los protagonistas que caen deben ser substituidos por otros, hasta llegar a los extremos de que en la leva cabe cualquiera que sea capaz de portar y operar una de las armas que van cegando vidas al mismo tiempo que tiñen de rojo los campos que ha mucho tiempo dejaron de ser verdes y de producir el maíz y el frijol tan indispensables.

La historia de EL MAÑANA es ejemplo de esos casos en que los jóvenes tienen que sumarse a las huestes beligerantes en busca de su propio destino: don Heriberto Deándar Amador, el fundador del diario, ingresó a las filas del Ejercito Constitucionalista a la edad de 14 años y, ya dentro, debió aprender a usar las armas en defensa de la causas y de su propia vida. Llegó al grado de capitán telegrafista, retirándose en la edad madura.

Recientemente, se ha armado una escandalera porque hay quienes afirman que en un enfrentamiento de las fuerzas armadas con miembros del cartel de los Beltrán Leyva, resultaron abatidos algunos menores de edad. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos ha señalado que abrirá una investigación para deslindar responsabilidades, lo que está bien; en toda acción de armas debe quedar muy clara la acción de los mílites.

Pero, no hay razón para que se les impute alguna irregularidad si quienes participaron en la refriega no cumplían aún los 18 años de edad que la ley considera mínima para ser penalmente responsable. Cuando se empuña un arma y se amenaza la vida de un ser humano, sea beligerante o no, cambian las circunstancias y dejan de tener vigencias las consideraciones que son legítimamente aplicables en coyunturas normales. Varía todo.

Las autoridades han negado que entre las personas que fueron abatidas durante el caso señalado hubiera menores de edad, señalando que de ello dio fe el Ministerio Público, quien, además, pudo comprobar la actitud hostil que tuvieron los occisos ante las varias demandas de rendición. El propio fiscal general del estado de Nayarit, Édgar Veytia, negó categóricamente que entre las personas muertas en los operativos realizados en la capital del estado, se encontraran menores; agregó que “los caídos no traían bombones”.

La condición de vulnerabilidad en que se encuentra un amplio sector de la población menor de edad en nuestro país, no deriva de la posibilidad de ser o no imputables por la vía penal; sino del hecho, terrible, de que en México hay una guerra que no ha minado ni en intensidad ni en capacidad destructiva al paso de los años y que está engullendo, por una parte, y abatiendo, por la otra, a ese gran tesoro que es la juventud. ¡Es atroz!

Es en ese sentido que deben enfocarse todos los esfuerzos de los políticos, de militares, de organismos defensores de los derechos humanos, de organizaciones de la sociedad civil, a fin de encontrar un punto de acuerdo a partir del cual se logre la paz en todos los ámbitos de la geografía nacional. Si en la guerra no hay ganadores; puros perdedores, es dable esperar que en el dialogo ocurra al revés y que haya sólo ganadores, no vencidos.

¡Que la sangre derramada no siga tiñendo de pesadumbre la tierra gloriosa del Anáhuac!