Editoriales > ANÁLISIS

Emergencia

Cuando un funcionario de alto nivel declara que: “las fuerzas armadas se replegaron a sus cuarteles cuando escucharon los primeros disparos, para defenderse”, en un afán de justificar la inacción y omisión en el cumplimiento de su deber, pone en evidencia la terrible confusión que reina en materia de seguridad y el caos que priva en las instancias que debe garantizarla, porque están voluntariamente comprometidas y por ello cobran.

Cuando un funcionario de alto nivel declara que: “las fuerzas armadas se replegaron a sus cuarteles cuando escucharon los primeros disparos, para defenderse”, en un afán de justificar la inacción y omisión en el cumplimiento de su deber, pone en evidencia la terrible confusión que reina en materia de seguridad y el caos que priva en las instancias que debe garantizarla, porque están voluntariamente comprometidas y por ello cobran.

Las páginas de los periódicos y los espacios noticiosos de radio, televisión e Internet, dan cuenta de hechos delictivos que se perpetran con las más absoluta impunidad, dado que no hay quien proteja a las personas y a su patrimonio. Robos, asaltos, agresiones, secuestros, violaciones y homicidios, están a la orden del día y todo parece indicar que así seguirán porque no hay quien lo impida y menos quien castigue a los responsables.

Emergencia

Son de sobra conocidos los casos las personas robadas, asaltadas o heridas que piden ayuda a soldados y policías, armados hasta los dientes, que están en el lugar y reciben sólo desdén, con el riesgo de verse más perjudicado en caso de insistir. Las obreras, los trabajadores que deben caminar por las calles oscuras antes del amanecer o en la noche, para ir o venir de su trabajo; los niños y jóvenes que van a la escuela, no tienen a quien pedir auxilio en caso de ser atacados, no por delincuentes, sino por simples vagos.

La capacitación que se ha dado a las fuerzas armadas involucradas en tareas policiales y a los súper policías que han venido a suplir a los malos elementos desechados, los ha adiestrado en técnicas avanzadas de defensa y sometimiento de agresores; se les ha pertrechado con lo más avanzado de la tecnología para el trabajo que realizan; pero, no se le ha humanizado. No se le ha hecho saber que una vida humana está por encima de cualquier delito y que un kilo de droga no tiene comparación con el respeto a la gente.

El tema de la seguridad es como la víbora que se muerde la cola. Partir de la idea de que el ser humano es como el lobo, que lleva dentro la mala entraña, es un absurdo colosal. Solamente las mentes desquiciadas gozan con el dolor ajeno, el peligro y el caos; el grueso de los mortales quiere vivir en paz, con seguridad y en armonía. Esa fue la razón de la organización social que ha devenido en el Estado moderno: La seguridad pública.

En ese Estado moderno, el gobierno tiene el monopolio de la fuerza para defenderse a sí mismo de agresiones externas, mediante el Ejército, y defender a los ciudadanos con las acciones de prevención y castigo del delito a cargo de las corporaciones policiales y los aparatos de procuración y administración de justicia. El marco legal establece con harta  precisión los alcances de cada instancia a fin de que no haya abusos contra las personas.

Personas en términos generales, porque aún los delincuentes tienen derechos que deben respetarse, como la preservación de su integridad, su presentación ante el Ministerio Público y un juicio justo que derive en la penalidad que dicten los códigos procesales. Cuando este esquema de aplicación de la ley falla, la ciudadanía se encuentra indefensa: por un lado, en manos de la delincuencia por la omisión de los agentes de la ley, y, por el otro, con los atropellos que éstos perpetran en abuso de las atribuciones adjudicadas.

En el caso, se dice que hay emergencia (Situación de peligro o desastre que requiere una acción inmediata: RAE). Viendo, escuchando, leyendo las noticias, no es posible evitar la percepción de que la comarca vive una situación de emergencia que no se ha tenido la voluntad de remediar. Se dice que se fueron los malos elementos; pero, no han llegado los buenos y la ciudad está indefensa y los ciudadanos sufren los embates cotidianos no del hampa organizada que vive a todo lujo, sino de los delincuentes comunes que roban para comer porque aún no pierden la costumbre de hacerlo de menos una vez al día. 

Se fueron los malos, no han llegado los buenos y los que andan por ahí han demostrado muy poco sentido de responsabilidad en las tareas dadas. ¡Son policías, no pistoleros!