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El muro de la desigualdad

Los vecinos de la colonia Jardines de la Providencia en León, Guanajuato, mandaron construir este fin de semana dos muros para protegerse de la delincuencia. Atravesando dos calles de lado a lado, estos muros buscan aislar a La Providencia de El Cortijo, la colonia colindante.

Los vecinos de la colonia Jardines de la Providencia en León, Guanajuato, mandaron construir este fin de semana dos muros para protegerse de la delincuencia. Atravesando dos calles de lado a lado, estos muros buscan aislar a La Providencia de El Cortijo, la colonia colindante. 

De un lado de la calle Managua se levanta La Providencia, una urbanización de clase media alta compuesta por casas adosadas con pequeños jardines, espacio para varios coches en la parte delantera y techos rojos de impermeabilizante recién aplicado; del otro lado, El Cortijo, una zona de predios mucho más pequeños e irregulares y casas de techos grises. La calle Caracas atravesaba la de Managua y permitía pasar de una colonia a la otra, ahí levantaron los colonos de Jardines de la Providencia un muro de 12 metros de largo y 3 y medio de alto. No se vive igual de un lado y otro de la calle Managua, es un hecho. Y los colonos de La Providencia están hartos de los robos: de levantarse y encontrar sus coches sostenidos por ladrillos porque durante la noche se llevaron sus llantas y rines o de llegar a sus casas con el temor de encontrar que “se las limpiaron”. Por eso se pusieron de acuerdo y juntaron 90 mil pesos para la construcción de los muros. 

El muro de la desigualdad

La pregunta es ¿cuántas bardas se tendrían que construir en un país donde 10% de la población concentra 64.4% de la riqueza?¹ ¿Cuánto dinero más gastado en bardas, en mallas eléctricas, cadenas, sistemas de videovigilancia? Los habitantes de Jardines de la Providencia acusan a las autoridades de ser las responsables de la inseguridad porque les roban un coche, lo denuncian y no lo encuentran; asaltan una casa, lo denuncian y nunca dan con los ladrones. Sin duda, la incapacidad de las autoridades y la impunidad de los ladrones juegan un papel importante en la ola de robos que padecen, pero también pesa la brecha económica que los separa de sus vecinos. 

No creo que la pobreza lleve al robo, pero sí que la desigualdad extrema provoca en unos rabia y en otros miedo. Y que la división de nuestra sociedad en castas con fronteras cada vez más insalvables está llevando a unos a la desesperación y a otros a tenerle terror a todos los “otros”. 

Y no hace falta ser del 23% que no tiene ni para pagar la canasta básica para sentir la rabia, ni tener mucho para padecer el miedo de que se lo quiten. Hay quienes arriesgan su vida y no evacuan ante la inminencia de un huracán porque quieren evitar que otro se lleve el refrigerador que están pagando a plazos. Y en la periferia de Acapulco la fuente de riqueza que despierta envidias es el salario fijo de los maestros, por eso los roban y secuestran en los días de paga. Los ricos de verdad hace mucho que sacaron a sus familias del país y circulan protegidos por ejércitos privados. 

La rabia está igual de repartida. Por eso vemos a estudiantes universitarios secuestrando y matando a compañeros suyos para comprar zapatos de moda y motos vistosas, o a “anarquistas” golpeando con saña a policías y a jóvenes campesinos engrosando los grupos de sicarios al servicio del crimen organizado. 

No sé si la barda que construyeron los colonos de Jardines de la Providencia les resuelva su problema. Sí sé que la seguridad, la verdadera, no la que se defiende con miles de policías híper armados o viviendo encerrados en cotos, sólo se logra en sociedades con una desigualdad muy inferior a la nuestra. (Siempre habrá desigualdad, el problema es la magnitud). 

¹ Todos los datos son de: Esquivel, Gerardo “Desigualdad Extrema en México”, Oxfam.