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El fin del Estado

El título de este texto tiene una connotación dual: el fin del Estado, como la razón de ser de esa forma de organización política y social; al mismo tiempo que el fin del Estado como la desaparición del mismo

El título de este texto tiene una connotación dual: el fin del Estado, como la razón de ser de esa forma de organización política y social; al mismo tiempo que el fin del Estado como la desaparición del mismo, tanto por destrucción como por omisión. De los dos modos de interpretarlo se ocupará. Constitucionalmente, el Estado mexicano se integra por el territorio que habita la nación mexicana, su gobierno y su estructura jurídica.

Según el Sistema de Información Legislativa: “Estado es un concepto vinculado a otras ideas como las de nación, sociedad, gobierno y pueblo. Existen tantas versiones de Estado como proyectos ideológicos entran en juego en el mundo de las ideas y de la acción. Sin embargo, hay coincidencia al conceptualizarlo como un cuerpo político caracterizado por ser una organización dotada de la capacidad para ejercer y controlar el uso de la fuerza en un periodo determinado y sobre un territorio dado”. Principio y fin.

El fin del Estado

A partir de la Revolución Mexicana, el Estado mexicano creó las condiciones necesarias para que el país y los paisanos vivieran una prolongada época de paz, estabilidad y desarrollo de la que dan cuenta los tres Premios Nobel que tuvo México en el siglo XX: El Premio Nobel de la Paz, otorgado a Alfonso García Robles, por su empeño condenar las armas nucleares; el Premio Nobel de Literatura para Octavio Paz; y el Premio Nobel de Química, concedido a Mario Molina por descubrir el hoyo de ozono del Polo Norte. 

El Estado mexicano cumplió cabalmente los fines para los que fue creado y fue punto de referencia en todo el planeta, que por esos tiempos se debatía en guerras terribles y genocidios inimaginables. Hubo trabajo y bienestar. Se crearon las grandes instituciones nacionales y se fundaron las empresas de Estado, que no generaban riqueza para unos cuantos, sino que se ocupaban de llevar los servicios esenciales hasta el último rincón.

El SIL dice: “Los especialistas conciben al Estado como una realidad social: hombres asentados en un territorio, con una organización montada sobre un núcleo de poder, unificado por una suprema unidad de decisión e informado por una idea del derecho que se realiza en un sistema jurídico. La teoría clásica establece como componentes constitutivos del Estado: el pueblo, el territorio, el poder político y la soberanía”. Pos´sí.

Pero, los jóvenes educados en las universidades de los Estados Unidos, imbuidos de una colosal soberbia y de una enorme ambición, pusieron fin al Estado mexicano, afectando a sus instituciones más significativas por medio de la enorme corrupción, la simulación, la complicidad y la impunidad. A partir de que el Estado mexicano fue omiso en la gran tragedia del terremoto de la Ciudad de México, los pillos y simuladores, encabezados por Carlos Salinas fueron deteriorando los organismos garantes del estado de derecho.

El deterioro de las instituciones, como las del sistema de salud y bienestar social, que están prácticamente en quiebra y curan el cáncer con aspirinas, y la privatización casi a rajatabla de las grandes empresas nacionales, han debilitado al Estado, que pierde, cada vez más espacios de poder, que quedan en manos de otros actores, que ya no aceptar la rectoría de un poder constituido que ha venido a resultar ineficaz por acción u omisión.

No es esta la primera vez que ocurre una circunstancias tan terrible. Sucedió cuando las locuras de Antonio López de San Anna; durante las invasiones de Estados Unidos a territorio mexicano; cuando la invasión francesa; con la traición de Victoriano Huerta; pero, de todas esas circunstancias ha salido avante el Estado mexicano que ha dado muy claros ejemplos de dignidad y patriotismo al proteger lo que por derecho le corresponde. 

Ahora, cumplido el último tramo de la entrega de las riquezas nacionales a los intereses del capitalismo salvaje, el Estado mexicano ha perdido su fin, esto es, la responsabilidad que le marca la Constitución, y está por llegar a su fin porque, habiendo perdido el total monopolio de la fuerza coactiva, está por alejarse de la voluntad de las masas populares.