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El cambio social

El siglo XXI emerge como el principio de un nuevo ciclo social

El siglo XXI emerge como el principio de un nuevo ciclo social. La historia, a pesar de las reiteradas elucubraciones que pretenden negarlo, es cíclica; se repite de tanto en tanto. Lo que cambian son los acontecimientos como fenómeno social. Ahora, se ha visto irrumpir en la tarea de romper con el orden establecido, en este caso injusto e inhumano por estar afincado en la más inicua explotación del ser humano, a las redes sociales cibernéticas.

Especialmente Facebook, Twiter y Whassapp, actuaron como transmisores y magnificadores de la irritación social provocada por los abusos de la casta dorada, que, a pesar de todas las instancias que buscaban impedir el atentado, no pudieron conjurar que los diputados se dieran un bono navideño que en nada merecen. Diputados y senadores, integrantes del Congreso abyecto, son los validadores de las iniciativas que han acabado con la economía nacional para seguir concentrando la riqueza natural y cultural en unos cuantas manos.

El cambio social

Fueron los integrantes del Congreso, bien maiceados, los que aprobaron las reformas hacendaria y energética, que han llevado a la quiebra al sistema productivo nacional y han matado a la gallina de los huevos de oro, para entregar sus despojos a los integrantes de la plutocracia que ahora se ven favorecidos con el encarecimientos de los bienes y servicios que antes producía el Estado, no con criterio mercantilista y usurero, sino como parte de la amplia promoción del bienestar social.

Las redes cibernéticas fueron el medio que catalizó la inconformidad social en tres sentidos: el primero y quizá el más importante, fue la creación de un sentimiento de indignación popular por los excesos y las extravagancia de la plutocracia. A partir de ahí, quienes habrían sufrido, con cierta dosis de mansedumbre las puntadas de la clase gobernante y las mentiras de los representantes, se dieron cuenta de que otros también abominaban de esos desaguisados y buscaron generar una exaltación de defensa de los intereses que dejan de ser individuales para convertirse en colectivos.

Luego, vinieron los consensos que permitieron acciones coordinadas de protesta, la mayor parte de ellas pacíficas y con planteamientos perfectamente estructurados, que van decantándose en propuestas que lleven a las vías del Derecho, como alternativa para derogar lo que con dinero, mucho dinero, y marrullerías hicieron los integrantes de esa entelequia conocida como Pacto por México que abrió las puertas al abatimiento de la parte social de los postulados constitucionales. 

La comunicación cibernética logró tal impacto y conmovió tanto a la comunidad nacional, que muy pronto el aparato del Estado, más bien del gobierno, echó a andar sus estrategias para crear una gran confusión y lograr filtrar mensajes de odio, que no corresponden a los sentimientos previos, de irritación social, pero no de sentimientos mórbidos o perniciosos.  Aprovechando el cobarde anonimato, fueron sembradas ideas y convocatorias que nada tienen que ver con el movimiento inicial que buscó siempre los canales civilizados y las manifestaciones y protestas pacificas.

Expertos de dentro y fuera del gobierno, han detectado varios de los focos contaminantes del odio y del encono. Es posible que en algunos casos se actúe aplicando la ley, lo que no será posible en los casos en que sean fuente oficiales las que infiltraron las redes para crear confusión y para dar a la red mensajes convocando a la violencia.  Si la batalla del poder es una batalla que se juega en las mentes, resulta que éstas viven inmersas en un entorno de comunicación de donde reciben las señales con que se activan las emociones, se generan los sentimientos y se forman las decisiones.

Pare evitar que en la dinámica de la comunicación colectiva a través de las redes cibernéticas vuelva a suscitarse la invasión de agentes externos provocadores y pervertidores, los usuarios tendrán que arriesgarse a mostrar su identidad, único medio de certificación de lo que se expresa y se trasmite. La cobardía del anonimato no tiene cabida en estos momentos en que se integra una comunidad de ciudadanos que van por la recuperación de sus derechos constitucionales.  

Dar la cara para avalar dichos y hechos, es el blasón formidable de los hombres de bien del Anáhuac. Ha llegado la hora de limpiar la red, como se pretende limpiar al país de bribones.