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Crónica del desastre

En México, del 19 de abril de 1954 al 31 de agosto de 1976, el tipo de cambio fijo se mantuvo en 12.50 pesos por dólar

En México, del 19 de abril de 1954 al 31 de agosto de 1976, el tipo de cambio fijo se mantuvo en 12.50 pesos por dólar; en 1976, el salario mínimo general era de 96 pesos con 70 centavos (equivalente a 295.91 pesos actuales). De esta suerte, un obrero ganaba por jornada laboral de ocho horas: 7.736 dólares. Ayer, con el dólar situado en 20.79 pesos y el salario mínimo en 73.04, el ingreso del trabajador se sitúa en 3.513 dólares.

1976 fue un año malo en todos los sentidos: marca el final de una época e inicia una prolongada pendiente que ha venido a desembocar en las actuales circunstancias, en que el aparato productivo nacional está colapsado, la deuda externa equivale a más del 50 % del PIB, la economía está estancada y ha caído en terreno negativo, pues aunque crezca el 2.5 que se pretende, la inflación y las tasas crediticias de referencia están muy arriba.

Crónica del desastre

Según el informe del Banco de México de aquel año: “El déficit financiero de este sector (público), fue de 124 miles de millones de pesos (96 miles de millones en 1975) e incrementó la demanda sólo en forma modesta, ya que muy buena parte de la liquidez a que dio lugar fue absorbida por las importantes fugas de capitales. Estas salidas configuraron una situación de rigidez en el mercado financiero interno que, aunada a la incertidumbre de los empresarios y al debilitamiento de la inversión pública -sobre todo en la última parte del año-, al terminarse importantes proyectos industriales y de obras públicas determinaron también un estancamiento de la inversión total, en términos reales”. A finales del año se anunció la devaluación y se pulverizó el poder adquisitivo.

Pero, el país pudo recuperarse rápidamente porque, antes del ‘boom’ petrolero, contaba con empresas paraestatales sólidas y pujantes, que mantuvieron activa la planta productiva, generaban empleo y permitían la exportación de productos diversificados, que iban desde plata, oro, acero, cobre, uranio y zinc, hasta azúcar, café, tabaco, plátano, además de textiles, tequila, cerveza, productos manufacturados y pesquería. Se exportaba a Estados Unidos, a Europa y Asia.

Ramón López Velarde dijo, en su Suave Patria: “…El niño Dios te escrituró un establo y los veneros de petróleo el Diablo”. El ‘boom’ petrolero, cuando los precios del oro negro alcanzaron niveles inimaginables y el mundo entero, incluyendo México se vio inundado por los ‘petrodólares’, se dio el descubrimiento del yacimiento más grande del país: Cantarell, y, entonces, el gobierno de José López Portillo abandonó la prudencia en el manejo de los asuntos del país, especialmente la economía y recomendó aprender a administrar la abundancia. Una total y absoluta locura, con el dispendio vino la deuda.

Se inició la época del neoliberalismo y los gobernantes, al son de que los bienes son para remediar los males, malbarataron el patrimonio acumulado en medio siglo de gobiernos revolucionarios, en que el país creció a un ritmo superior al 6% con inflación controlada y devaluación esporádica. Ahora, los causantes del desastre son los dueños de las empresas que fueron del Estado y se han convertido en los más ricos del  mundo.

En los años en que los gobiernos de países desarrollados buscaban recuperar sus sectores estratégicos, como la electricidad en Francia, y se vislumbraba una época de proteccionismo económico en contra del neoliberalismo y la globalización (Brexit-Trump), los gobernantes huehuenches hinchaban el pecho al anunciar, orgullosamente, las ‘reformas estructurales’ que modificaron el 40 por ciento del texto de la Constitución emanada de la Revolución Mexicana, para entregar los dos sólidos pilares de la economía nacional a los inversionistas privados, nacionales y extranjeros. El desastre anunciado.

En estos momentos de crisis severa, ya no hay nada de qué echar mano. Otra vez, la política equivocada de los entenados de la dupla Salinas-Fernández, postra la economía nacional, con el agravante de que los causantes, ya se fueron o están por irse a sus casas llevándose enormes bolsas en metálico y en acciones: Videgaray, Carstens, Lozoya, Ochoa, Bernal, Penchyna y demás víboras prietas y tepocatas. 

Para el año próximo se anuncia un alza del salario mínimo que no remedia nada. A la crisis económica, viene a sumarse la crisis de confianza, azuzada por la impunidad con la que los ladrones de cuello blanco han robado a los mexicanos.