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Como la verdolaga

No hay un día de Dios en que los aborígenes no se desayunen con un nuevo escándalo de corrupción, chica o grande, en lo cortito o en las altas esferas, en el gobierno y en la iniciativa privada. Parodiando a Pedro Infante cuando cantaba que los amores “son como la verdolaga, nomás la riegas tantito y crece como una plaga”; habría que decir que la corrupción es como la verdolaga, que es regada con el caldo de la impunidad.

Caudalosos ríos de tinta y muchas horas de tiempo aire en los medios hertzianos, han corrido para hacer referencia a la corrupción en México (y en otros países), haciendo sesudas elucubraciones acerca de las causas y los afectos. Van desde la relación de la corrupción con el ingreso de las personas a ambos lados del mostrador de los asuntos públicos, hasta las tesis que señalan a la corrupción como una característica endémica.

Como la verdolaga

Quizá sería bueno dar un enfoque novedoso y señalar que la corrupción es un fenómeno que crece porque las instancias del poder público carecen de calidad moral para dar un ejemplo que pueda ser imitado por las huestes que ocupan los escalones descendentes en la pirámide de mando. Bien conocido es el axioma de que: “Si los de arriba roban, yo por qué no”. Que en la práctica se hace extensivo a los sectores fuera del presupuesto.

Más allá de las fronteras y allende los océanos, también ocurren condenables prácticas de corrupción; pero, en ninguna parte del mundo la vitamina de la impunidad les alienta para crecer y expandirse hasta tocar ámbitos en que la ética es un elemento fundamental como el magisterio, la medicina, el sacerdocio. La falta de castigo es lo que provoca que un número, cada vez mayor, de gentes de todos los estratos, corrompan o se envilezcan. 

En tiempos pretéritos, habían un dicho muy socorrido de que: “robar no es vergüenza, el problema es que te agarren”, en el que estaba implícito tanto el oprobio de ser un truhan como la posibilidad de ser llevado ante las instancias judiciales; ahora, eso no es ningún problema, porque mientras más pillo es un individuo, más éxito tiene. Y, si es detectado con las manos en la masa y todas las agravantes, basta con que ‘salpique’ para librarla. 

Oficialmente no existe un liderazgo que pueda sentar las bases de una campaña contra la corrupción; prueba de ello es que, incumpliendo con las leyes en la materia (lo que debía merecer una severa sanción), no se ha designado todavía al fiscal anticorrupción. No hay ninguno de los cuatachos de la camada plutocrática que pueda servir; todos han llegado a las posiciones que ostentan en base a la corrupción, vienen de la misma ralea.

Cuando emerge de las masas un liderazgo con calidad moral, es presas de los embates de la jauría oficial y oficiosa; se le cierran las puertas y se orquesta una confabulación a fin de evitar que pueda crecer y convertirse en el caudillo que ponga fin a la corrupción con el ejemplo, que como dijo Albert Einstein: “El ejemplo no es la mejor forma de educar; es la única”. El estrecho círculo de la corrupción actúa como un sólido grillete.

En los casos en que alguno de los miembros de la aristocracia corrupta salta las trancas, de inmediato es puesto en la picota y cae sobre sus omoplatos al castigo divino. Quizá el ejemplo más a modo sea el de Elba Esther Gordillo, quien pronto se irá a su casa con la enorme fortuna que logró acumular, solamente mermada por las muchas manos a las que tuvo que convidar para que su caso avanzara sin importar lo que la ley manifiesta.

De ahí en fuera, todos los demás siguen tan campantes. Romero Deschamps hasta se da baños de pureza, lo mismo que sus contlapaches en esa enorme cueva de Alí Babá que es Petróleos Mexicanos, de la que no se extrae crudo ni refinados, sino enorme cauda de nuevos multimillonarios, en dólares, porque pesos no agarran. Se les señala; se acredita su latrocinio, se prueba y comprueba cómo, cuándo, dónde y con quién perpetraron sus fechorías; pero, no hay autoridad alguna que los llame a cuentas. Solamente “yo no fui”. 

El enorme cáncer que corroe las entrañas del Anáhuac es la corrupción, que crece como la verdolaga, regada con elíxir de la impunidad, por la ausencia en el poder de un auténtico liderazgo moral.