Editoriales > ANÁLISIS

Como gota de rocío

Tan diáfano como una gota de rocío fue el discurso de toma de posesión del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump

Tan diáfano como una gota de rocío fue el discurso de toma de posesión del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Quizá sea hora de dejar posturas chauvinistas para poder escuchar y entender: el flamante mandatario va en pos de retornar el poder a la gente, luego de la terrible pesadilla del apogeo de la plutocracia, en que las decisiones se tomaban en base al interés de una cerrada camarilla de potentados y de sus esbirros.

Lo dijo con todas sus letras al inicio de su alocución, lejana a los discursos acartonados preparados por jilgueros a sueldo: “No estamos transfiriendo el poder de un gobierno a otro, o de un partido a otro; estamos quitando el poder a Washington, DC y se lo estamos devolviendo al pueblo. Durante demasiado tiempo un pequeño grupo en la capital de nuestra nación se ha quedado con la recompensa, mientras el pueblo se ha quedado con el coste… El ‘establishment’ se protegía a sí mismo; no a los ciudadanos”.

Como gota de rocío

Ese panorama no es ajeno a los mexicanos, que han visto como crece y se fortalece una clase dorada insolente y abusiva, que toma las decisiones al margen del interés nacional y, en muchos casos, al margen de la ley. En su último informe Oxfam, señaló que: “La brecha de la desigualdad social aumenta en México, un país donde crece la riqueza de los millonarios en la misma manera en que más personas se ven inmersas en la pobreza.

Más de la mitad de los mexicanos, un 54,4 por ciento de la población, permanece en la pobreza, mientras la riqueza de los 4 más ricos del país representan ya el 9 % del PIB”.

Entre nutridos aplausos, dijo Trump: “No vamos a admitir a políticos que solo hablen y no hagan nada por arreglar las cosas. Ya no más mensajes vacíos: es el momento de pasar a la acción. Que nadie os diga que hay algo que no se puede conseguir. Ningún reto está fuera del alcance de Estados Unidos. Nuestro país va a prosperar de nuevo. Estamos al comienzo de un nuevo milenio”. Lo dijo allá; pero, esos políticos abundan aquí.

Poética su expresión: “Es hora de recordar que toda la experiencia de nuestros soldados no será olvidada nunca. Seamos negros, morenos o blancos, todos llevamos la misma sangre roja de patriotas. Todos disfrutamos de las mismas libertades y todos juramos honor a la misma bandera… Hoy solo miramos al futuro. Desde este momento, una nueva visión gobernará nuestra tierra. Desde este día, solo será ‘América primero’. Cada una de las decisiones en comercio, impuestos, inmigración o asuntos exteriores, tendrá el objetivo de defender a los ciudadanos y trabajadores estadounidenses”. ¡Gulp!

“Lo que realmente importa no es quién está en el poder; sino si los ciudadanos controlan a los poderosos. Hoy, los ciudadanos han vuelto a convertirse en los líderes de este país. Los hombres y mujeres olvidados de América no volverán a ser olvidados… Vamos a reforzar todas las alianzas que tenemos y vamos a abrir otras nuevas. Vamos a erradicar completamente el terrorismo radical de la faz de la tierra. Y en el centro de esa política habrá una lealtad total a los Estados Unidos de América… Tenemos que pensar a lo grande y soñar aún más grande. En Estados Unidos, entendemos que una nación solo vive mientras prospera”. Mientras prospera la nación, no sólo una cáfila de gandallas.

El presidente Trump no necesitó preparar o leer algún discurso ajeno; sus palabras brotaban de lo más profundo de su ser y llegaron a la nación a la que aseguró que: “En todas las ciudades, cercanas o lejos, grandes o pequeñas, de océano a océano, escuchad estas palabras: ‘Nunca volveréis a ser ignorados’. Vuestra voz, vuestra esperanza y vuestros sueños definirá nuestro destino… Juntos haremos a Estados Unidos fuerte de nuevo. Haremos que Estados Unidos vuelva a sentirse una nación orgullosa y, sí, juntos haremos América grande de nuevo”. Palabras acalladas por los medios comprometidos.

Especialmente en los medios electrónicos se dio más importancia y mayor espacio a las manifestaciones de protesta que se llevaron a cabo en Washington y otras ciudades, dentro y fuera de los Estados Unidos, lo que no viene más que a fundamentar la crítica del presidente hacía algunos sectores de la prensa al servicio del capitalismo salvaje.