Columnas > EL MENSAJE EN LA BOTELLA

¡Sí pueden!

Me dio mucho gusto recibir en mi cuenta de correo personal el mensaje de una religiosa, Sor María del Carmen Ruiz, de la orden de las monjas salesianas, quien está asignada como personal directivo en una institución educativa de esta ciudad, según me explicó posteriormente.

Me dio mucho gusto recibir en mi cuenta de correo personal el mensaje de una religiosa, Sor María del Carmen Ruiz, de la orden de las monjas salesianas, quien está asignada como personal directivo en una institución educativa de esta ciudad, según me explicó posteriormente. Empieza ella su correo diciéndome lo siguiente:

“Estimado Jesús: El 26 de octubre usted preguntaba en su artículo: ¿Puede un ángel disfrazarse de perro? Y pedía a los lectores su opinión. Le mando la mía”.

Y procedía a continuación a relatarme una historia que yo desconocía. Se trata de algunas experiencias del sacerdote italiano Juan Bosco, relacionadas con un misterioso perro a quien él llamaba “El Gris”. Al leerlas, me sorprendió, me emocionó y me alegró notar ciertas similitudes que había con algunas de las cosas que viví con el “Rocky”, y que compartí en mi columna “Acompañante”. Con el permiso de ella, comparto algunos fragmentos de esta historia que me envió, que fue escrita a mediados de los años 1800. Algunas partes están en tercera persona y otras en primera persona.

“Una noche de otoño de 1853, Juan Bosco iba por una calle de mala fama de Turín. De pronto, apareció un perro gris que empezó a seguirlo. El sacerdote miró sorprendido a ese animal que nunca había visto. Lo acarició. El perro estuvo quieto un momento y después se alejó. A partir de entonces, cada vez que el sacerdote se encontraba solo por la noche en un sitio peligroso, lo acompañaría aquel perro llegado de ninguna parte”.

En otra parte de los escritos, después de narrar cómo, en una ocasión que intentaron asaltarlo, surgió sin saber de dónde el enorme perro gris y lo defendió, dice este personaje: “Aquel animal fue una auténtica providencia para mí en muchas situaciones adversas en las que me encontré. En una ocasión se me hizo tarde y la noche me sorprendió en el camino, y pensé ‘¡Oh, si estuviera aquí mi Gris!’. En aquel momento preciso apareció el perro entre grandes muestras de alegría y me acompañó el trecho de camino que me quedaba”. 

Por lo visto, era éste también un perro (¿o un ángel?) “acompañante”.

Termina Sor María su correo diciéndome: “Deseo a usted que nuestro Padre Dios le envíe sus ángeles y lo acompañen siempre”.

No pretendo en lo más mínimo compararme con este sacerdote tan importante para la fe católica, pero pienso que, si todos somos hijos de Dios, todos podemos ser susceptibles de recibir sus tiernas misericordias a través de experiencias como éstas que, si bien no son extraordinarias, con solo un poquito de fe, podemos interpretarlas como evidencia de que hay seres que nos aman y nos cuidan desde otras esferas de existencia.

Agradezco a Dios por sus creaciones. Por la vida que nos da y el aire que nos sustenta. Por esta tierra maravillosa llena de bellezas, entre ellas, esos amigos de cuatro patas que tanta alegría y amor son capaces de transmitirnos.

Agradezco a Juan Bosco su cuidado en registrar sus experiencias a través de esas palabras que viajaron más de 150 años y vinieron a alegrar mi corazón.

Agradezco mucho a Sor María su gentileza en leerme.

Le agradezco más su gentileza en escribirme.

Y le agradezco mucho más el haberme ayudado a confirmar que los ángeles ¡sí pueden! disfrazarse de perros, y a través de la nobleza de estos animalitos, hacernos sentir un pedacito del amor celestial que nos espera en casa de nuestro padre, cuando regresemos a su presencia.

Y quién sabe, tal vez cuando me toque llegar ahí (espero calificar para ser admitido), encuentre una acogedora vivienda, y echado a sus puertas, un perro color miel con manchas blancas y larga cola que, al verme llegar, vendrá a mi encuentro y apoyará su cabeza en mi pierna, se dejará acariciar mansamente, me mirará, y continuará caminando a mi lado, acompañándome de ese momento en adelante.

jesus_tarrega@yahoo.com.mx

Facebook: El Mensaje en la Botella

Si tiene usted comentarios sobre esta columna

escríbalos a: editorial@elmanana.com