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Narran horror tras seis años de guerra en Siria

Detrás de las terribles estadísticas de los seis años de la guerra en Siria, del casi medio millón de muertos, los innumerables heridos, refugiados y desplazados, no sólo hay números, sino vidas destrozadas.

Cada sirio tiene su historia, cada familia su catástrofe y cada herido su lucha por recuperar cierta normalidad. Foto: Jana BerisNarran horror tras seis años de guerra en Siria

Cada uno tiene su historia, cada familia su catástrofe y cada herido su lucha por recuperar cierta normalidad, algo que hoy todavía parece imposible.



En el

Centro Médico

de la Galilea, en Israel, el

hospital

de la ciudad de Naharia, donde en los últimos tres años han recibido a mil 500 heridos sirios, ya han visto numerosas tragedias, pérdidas irreversibles y también batallas personales por seguir adelante.



Como la historia de Majed, de 23 años, quien llegó al

hospital

con la cara destrozada por un impacto directo de bala, que el Dr.

Eyal Sela

, Jefe del Departamento de Otorrinología, cuenta con la voz entrecortada.



Muestra sus fotos, pide no publicarlas para no exponerlo a ningún peligro ahora que ya está de regreso en Siria, y los ojos se le llenan de lágrimas.



Majed había llegado al

hospital

en un estado terrible: sin mandíbula, sin lengua, sin labios. No podía ni comer ni hablar. Pasó numerosas operaciones, la primera de las cuales duró 17 horas.



Gradualmente, le reconstruyeron la cara y le devolvieron la capacidad de expresar emociones en sus gestos. Se convirtió en parte del departamento, siempre ayudando a los demás y llenando el lugar con sus dibujos. Seis meses después, volvió a Siria. Hoy no saben nada de él.



Al llegar a Israel, los heridos sirios reciben tratamiento en un país al que el régimen siempre les enseñó a odiar. Por eso, al principio, muchos desconfían, pero cambian de actitud al ver que los tratan como pacientes, no como enemigos.



El problema sería al volver a Siria: su familia lo sabrá, pero no podrán contar al resto de sus conocidos que estuvieron en Israel.



Eso lo tienen claro también Razi, de 31 años, quien trabajaba como empleado público en Damasco y que llegó al

hospital

con un impacto de bala en una rodilla hace cuatro meses, y Qusay, agricultor de 23 años que resultó seriamente herido en las manos cuando una bomba aterrizó en el campo en el que trabajaba.



"Desde niños nos criaron con odio a Israel", comenta Razi, sentado en una silla de rueda y en espera de una tercera operación.



Su preocupación, por lo tanto, es a lo que puede ocurrir si se enteran en su país, cuando regrese, que estuvo en la nación judía.



"No es algo que se aceptará", asegura el joven sirio, quien ya está pensando en una historia inventada que explique dónde ha estado este tiempo.



Qusay cuenta que, al menos, está tranquilo de saber que su familia está bien "porque se halla en una zona bajo control de la Oposición", según se ha enterado a través de la Cruz Roja Internacional.



Razi, por el contrario, no tiene noticias de su gente desde que cruzó la frontera y sabe que los tratamientos en Israel requerirán al menos dos meses más.



Y lo peor, no cree que la guerra esté por terminar: "Es muy difícil pensar en Siria viviendo bien, hoy no parece probable", afirma.



"Nunca pensé en irme de Siria, es mi tierra y allí está mi gente. Pero es difícil saber que en la situación actual, no se podrá vivir con normalidad", expresa Qusay.



Ambos jóvenes han tenido la suerte de salir bastante enteros de sus respectivas heridas, mucho mejor que la mayoría de sus compatriotas. Pero el futuro es incierto también para ellos.



"Nos resulta duro saber que heridos a quienes atendemos aquí vuelven a su país en guerra, donde no hay instalaciones médicas en buen funcionamiento, nadie que pueda realmente ayudarlos", lamenta el Dr. Sela.



"Viven en incertidumbre total y cada uno lleva consigo su horror".




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