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Mariano Reséndez Garza, historia y folclor del contrabando reynosense del siglo XIX

(Primera parte)

En un artículo a finales del siglo XIX, en el diario La Voz de Nuevo León, expresaban que “el contrabandista arrastraba toda su vida la cadena de la persecución, pues una vez que por oficio se toma el desempeño del contrabando, puede ser aprehendido en todo tiempo y en cualquier lugar”. 

Telas indianas se pasaban de contrabando a México en el siglo XIX.Mariano Reséndez Garza, historia y folclor del contrabando reynosense del siglo XIX

Ya para entonces Mariano Reséndez había sido referido en la comunicación epistolar del Gobernador de Nuevo León, General Bernardo Reyes con el Presidente Porfirio Díaz, como el contrabandista más temible de la frontera. Sus hazañas ilegales y su muerte fueron inmortalizadas en el folclor norestense en uno de los corridos más antiguos que lleva su nombre.

Algunos antecedentes

Desde la época colonial y ya en siglo XIX, el contrabando involucraba una serie de protagonistas empezando por los guardias del puerto o cruce del río, transportistas locales, pasando por el comandante de la plaza, el recaudador de impuestos, hasta llegar con el jefe político del distrito o quizás con personajes de alto rango del gobierno virreinal o posteriormente de la República.

Históricamente existía una larga tradición en la administración colonial española de otorgar cargos públicos y usarlos como fuente de ingresos. El funcionario en general de la administración novohispana (hasta las reformas borbónicas en la segunda mitad del siglo XVIII) compraba su cargo público y no percibía un salario regular. Por ese albedrío utilizaba los años en el cargo para rescatar su inversión y para obtener el máximo beneficio de su cargo a través de todo tipo de negocios particulares.

El funcionario podía administrar el cargo público para su propio provecho; el Estado y la sociedad novohispana veían el pagar, el aceptar dinero, regalos y donaciones (la notoria “mordida”) como parte integrante del sueldo del funcionario. El cohecho todavía no era un delito.

Para el siglo XIX, en primer lugar, en el contrabando estaban involucrados los comerciantes y empresarios, en la mayoría de los casos extranjeros: alemanes, franceses, ingleses, españoles, norteamericanos, etc. El tráfico ilícito de mercancías floreció extensamente a lo largo del litoral costero del Pacífico más que en otras partes de México; estuvieron involucradas casas comerciales extranjeras (como Sprin, Echeguren, Sarmiento y Barron & Forbes) cuyos dueños eran los representantes diplomáticos en los consulados de sus países. 

En el Golfo de México, el contrabando en los puertos de Tampico y Veracruz fue dominado por mexicanos y españoles; mientras que en el Puerto de Matamoros proliferaban consulados de los países europeos. El rubro utilizó todo tipo de agitaciones políticas o sufragó sublevaciones con el fin de obtener ilegalmente ventajas económicas. 

Las medidas para combatir el contrabando fueron múltiples, sin ningún resultado, ya que sólo iban encaminadas a modificar síntomas, y las personas responsables no reconocían (o querían reconocer) que el contrabando era una reacción a condiciones de mercado fijadas políticamente por el mismo Estado.

Durante todo el siglo XIX, en la sociedad mexicana, existía mercado para los productos importados ilegalmente; y aparentemente esta demanda era tan grande que incluso el bloqueo artificial del mercado fracasó.

El contrabando desde el norte

El contrabando de textiles inició desde principio del siglo XVIII, cuando Louis Juchereau de St. Denis había llegado a comerciar de la Luisiana al Presidio del Río Grande (actual Guerrero) en Coahuila en 1714 y 1717; este francés canadiense intentó abrir la primera ruta de intercambio comercial entre la Luisiana francesa y la Nueva España. El proteccionismo comercial de la Corona Española, trajo como resultado el incremento de misiones en el este de Texas, los límites de la frontera entre lo que sería después Nacogdoches en Texas y Natchitoches en Luisiana, además del establecimiento definitivo de la Provincia de Texas.

El tráfico de mercancías ilegales incrementó cuando Estados Unidos tomó posesión de la Luisiana en 1803. Uno de los expedientes más escandalosos del Archivo Municipal de Reynosa durante la Independencia de México, está relacionado con el contrabando de tabaco enviado desde Galveston a la parte norte del bajo río Bravo en 1817.

En esa ocasión, algunos caporales de los ranchos a lo largo del río Bravo intercambiaron mulas y caballos por costales de tabaco. En la investigación resultó en que las mismas autoridades de la Congregación El Refugio (actual Matamoros) y de la Villa de Reynosa estaban involucradas en el ilícito, incluyendo los mismos encargados del fielato del tabaco de esas comunidades. 

Durante y después de la Independencia incrementó a su máximo el intercambio de contrabando en la frontera norte, especialmente durante la época de la República de Texas (1836-1845). El contrabando fue uno de los pilares de la economía de dicha república, especialmente en Nacogdoches, donde iniciaban los caminos y veredas alternos para transportar el contrabando desde la época Colonial, como fue el “Camino del Caballo” que iba paralelo al Camino Real uniendo la Luisiana con los asentamientos coloniales de Coahuila.

La nueva frontera

En 1848, el tratado de Guadalupe Hidalgo transformó al río Bravo en la línea fronteriza entre México y los Estados Unidos, lugar donde se intercambiarían las mercancías lícitas y de contrabando desde ese entonces. Durante la ocupación norteamericana (1846-1848) se estableció una aduana en Reynosa; los aranceles eran mínimos para las mercancías provenientes del país vecino. Esta comercialización permitió al fronterizo a consumir productos importados de calidad a bajo costo. Al retirarse las tropas norteamericanas, el gobierno centralista en México reinstaló los antiguos aranceles impositivos, estrangulando al comercio naciente.  

En los años subsecuentes a la Intervención, el 60% del presupuesto del gobierno de la República provenía de ingresos arancelarios. Para combatir el contrabando, el Ministerio de Hacienda dirigido por Manuel Payno creó el Contrarresguardo de la Gendarmería Fiscal, el 20 de julio de 1850. La frontera de Tamaulipas y Nuevo León con Texas eran patrullados por cincuenta agentes, bien pagados, dirigidos por diez tenientes y un comandante. Estos operaban en la franja de la línea fronteriza apoyando paralelamente a la aduana.

Entre 1851 y 1853, los comerciantes del país vecino patrocinaron un movimiento para la creación del estado conocido como la “República de la Sierra Madre”; el levantamiento fue apoyado regionalmente en el lado mexicano por el “Plan de la Loba”. El episodio histórico es mencionado también como la “Guerra de los Mercaderes”. El alzamiento bélico terminó abruptamente cuando el General Francisco Ávalos en Matamoros derogó los altos aranceles que él mismo había impuesto a las mercancías de los comerciantes de Brownsville, que las trataban de colocar en territorio mexicano.

En 1858, diez años después que se convirtiera el río Bravo en la línea fronteriza, se creó la “Zona Libre”, una franja de 40 kilómetros al sur y a lo largo del río Bravo en toda la frontera de Tamaulipas. En esta área se autorizó la importación de mercancía extranjera libre de aranceles. Esta situación logró acercar las mercancías y su distribución ilegal hacia México. El Puerto de Matamoros, prácticamente sin el control federal, se convirtió rápidamente en un centro de acopio para el contrabando. Es en esa frontera desordenada y de corrupción aduanera es donde nace el personaje legendario del corrido de esta historia.

La mercancía

El contrabando durante la última parte del siglo XIX eran especialmente las telas como lo cuenta el corrido: indianas, casimir y pana. Aunque se transportaban otros productos ilícitos, como fueron la canela y el tabaco. El tráfico ilegal de estos productos era tan penado como el oro y la plata de la época colonial, igualmente como las bebidas alcohólicas durante la “Ley Seca”, las armas y la droga en tiempos más recientes.

Las indianillas eran telas de lino o algodón con estampado o acabado por uno de los lados, por lo general eran copias de los diseños en los tejidos blancos importados del lejano Oriente. De allí que el nombre de este producto fuera el de indiennes o indianillas como se las conocía en castellano, pero regionalmente simplemente se le llamaban indianas.

En una de las estrofas del corrido alude:

Decía Mariano Reséndez:

- Muchachos, éntrenle al toro, Vengan a llevar indianas que son de la Bola de Oro.

La Bola de Oro fue un famoso comercio del Puerto de Matamoros que vendía telas finas y mercería durante la segunda mitad del siglo XIX. Su propietario, Rafael M. Miller, se proveía de telas europeas a través de los barcos que llegaban al puerto. Su mercancía era preferida por los contrabandistas que la internaban a otras partes de México, entre ellos Mariano Reséndez.  

La leyenda de este notorio personaje del siglo XIX será narrada en el próximo artículo.

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Interior del comercio la Bola de Oro en Matamoros, mencionado en el corrido de Mariano Reséndez.

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