Acorralados pese a las cámaras

La tecnología e innovación deberían siempre aspirar a mejorar la calidad de vida y el bienestar. En el caso de las redes sociales, las cámaras, el Internet y los celulares, el desarrollo tecnológico ha creado la posibilidad de que cada persona pinte y comparta su propio autorretrato del siglo 21. En su conjunto, estos avances permiten a cada uno construir memorias y volver a vivir los recuerdos y experiencias que lo definen como persona; ofrecen la posibilidad de ser el narrador de tu propia historia y compartirla en cualquier momento, de dar a conocer y declarar ante el mundo quién eres y qué te gusta, y permiten a todos conectarse constantemente, inspirar e inspirarse mediante gustos compartidos, y dan la posibilidad de permanencia.

Sin embargo, este medio de expresión de uno mismo y de forjar relaciones ha traído consigo un uso devastador para el acoso psicológico y la invasión de privacidad de las personas. Es en este uso en el que la posibilidad de permanencia que ofrecen las redes sociales, la captura de cualquier momento por una videocámara y la omnipresencia del Internet se convierten en los aspectos más destructivos del ciberbullying. La fácil distribución de información y la anonimidad ofrecen la mayor facilidad para la crítica y la burla. 

Los efectos pueden ser catastróficos. El daño a la autoestima, a las relaciones sociales y a la sensación de uno mismo que ocasionan las etiquetas y burlas es altamente destructivo. Una plataforma como Secret, la cual fue cerrada en 2015, atrapa a cada persona y la vuelve sujeto de un escrutinio anónimo y público. Y, lamentablemente, México es uno de los países que sufre altamente de ello. Pantallas Amigas, una iniciativa para el uso seguro del Internet, recibe más peticiones de ayuda de México que de España, Colombia, Argentina o Estados Unidos. 

El reto es más bien uno educativo que de falta de marco legal. En un país donde es común que la burla se use como un medio de cercanía en las relaciones sociales, las víctimas de ciberbullying están expuestas a una realidad cultural que les impide alzar la voz sobre acciones que pueden derivar en responsabilidades penales y civiles. 

(Agencia Reforma)